¿Cómo podemos entender el coronavirus desde una perspectiva bíblica?

Como todos saben, el coronavirus continúa ocupando los titulares a medida que se extiende por todo el mundo, ahora en 68 países. Los números de infección a nivel mundial son más de 89,000. Las muertes se acercan a las 3.000. Para algunos expertos, esta ya es una pandemia global. En situaciones como esta, es muy fácil perder la fe y vivir con miedo a los titulares y las incógnitas. Hace varios días un hombre en Singapur que nos escribió esto: “Hola, estimado Pastor John. Me gustaría preguntarle sobre el brote de coronavirus que comenzó a desarrollarse en China y que ahora ha infectado a muchos más en todo el mundo. Cuando llegó a Singapur, el gobierno y los ciudadanos respondieron bien, y nuestros esfuerzos colectivos ganaron elogios internacionales. Pero las respuestas de la iglesia son mixtas. Varios continuaron con los servicios dominicales, con precauciones adicionales. Algunos servicios religiosos fueron suspendidos por completo. Algunos pastores hacen promesas como esta: ‘¡Si usted es creyente, Dios no permitirá que el virus lo toque!’. Otros pastores están diciendo: ‘Este es el juicio de Dios sobre las ciudades pecaminosas y las naciones arrogantes’. Pastor John, ¿cómo podemos los cristianos, con nuestras Biblias abiertas, hacer que una epidemia como esta tenga sentido? Bueno, voy a tratar de responder a la pregunta que se hizo — “¿Cómo le das sentido a esto? ¿Cómo logras entenderlo con una Biblia abierta delante de ti?”. Pero antes de hacerlo, permítanme decir que tengo mis reservas. ¿Por qué? Tengo mis reservas porque es diferente ayudar a la gente a prepararse para el sufrimiento dando sentido a la enseñanza bíblica sobre el sufrimiento y encarnar física y emocionalmente esa teología en el momento en que alguien está sufriendo. Tenemos miles de personas que están muriendo, lo que significa que cientos de miles de personas están sufriendo. Y lo que estoy a punto de decir podría no ser oportuno para algunos de ustedes, porque si estuviera a su lado, en su iglesia, estaría discerniendo si es momento para hablar ahora o no. Nadie más fuerte que Jesús Con ese prefacio, déjame intentar abordar lo que se me ha pedido que haga: darle sentido a un virus mortal. Empecemos con un hecho empírico, histórico y un hecho bíblico claro. El hecho empírico es que en el día del Señor, el domingo 26 de diciembre de 2004, un tsunami en el Océano Índico mató a más de 200,000 personas, incluyendo iglesias enteras reunidas para la adoración en el día del Señor, arrasadas por la muerte. Ese es el hecho histórico. Ese tipo de cosas les han sucedido a los cristianos, desde que existen cristianos. Ahora, el hecho bíblico viene de Marcos 4:41: “aun el viento y el mar le obedecen [a Jesús]”. Eso es tan cierto hoy como lo fue entonces. “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Así que, unan estos dos hechos —el hecho histórico y el hecho bíblico— y obtendrán esta verdad: Jesús pudo haber detenido el desastre natural, y no lo hizo en 2004. Ya que siempre hace lo que es sabio y correcto y justo y bueno, por lo tanto, tenía propósitos sabios y buenos en ese desastre mortal. Yo diría lo mismo, por lo tanto, sobre el coronavirus. Jesús tiene todo el conocimiento y toda la autoridad sobre las fuerzas naturales y sobrenaturales de este mundo. Él sabe exactamente dónde comenzó el virus, y a dónde irá a continuación. Tiene el completo poder de restringirlo. Y eso es lo que está sucediendo. Ni el pecado, ni Satanás, ni la enfermedad, ni el sabotaje son más fuertes que Jesús. Él nunca ha sido acorralado; nunca se le obliga a tolerar lo que no quiere. “El consejo de Jehová permanecerá para siempre; Los pensamientos de su corazón por todas las generaciones” (Salmo 33:11). “Yo conozco que todo lo puedes”, dice Job en arrepentimiento, “y que no hay pensamiento que se esconda de ti” (Job 42:2). Así pues, la interrogante no es si Jesús está supervisando, limitando, guiando, gobernando todos los desastres y todas las enfermedades del mundo, incluyendo todas sus dimensiones pecaminosas y satánicas. Él lo está haciendo. La pregunta es, con nuestras Biblias abiertas, ¿cómo vamos a entender esto? ¿Podemos darle sentido? Aquí hay cuatro realidades bíblicas que podemos usar como componentes esenciales en nuestro esfuerzo por entender y darle sentido.

  1. Sometido a la futilidad

Cuando el pecado entró en el mundo a través de Adán y Eva, Dios ordenó que el orden creado, incluyendo nuestros cuerpos físicos, como personas creadas a Su imagen, experimentarían la corrupción y la futilidad, y que todos los seres vivos morirían. Los cristianos, al ser salvados a través del evangelio de la gracia de Dios, no escapan a esta corrupción física, futilidad y muerte. La base de este punto está en Romanos 8:20-23: Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza [Dios]; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Se acerca el día en que toda la creación será liberada de su esclavitud a la enfermedad, el desastre y la muerte, y heredará la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Hasta entonces, los cristianos —dice Pablo, “aun nosotros que tenemos el Espíritu”— gemimos con toda la creación, compartiendo la corrupción y la futilidad y la enfermedad y los desastres y la muerte, mientras esperamos con gemidos la redención de nuestros cuerpos (eso sucederá en la resurrección). La diferencia para los cristianos, aquellos que confían en Cristo, es que nuestra experiencia de esta corrupción no es una condena. Romanos 8:1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay”. El dolor para nosotros es purificador, no punitivo. “no nos ha puesto Dios para ira” (1 Tesalonicenses 5:9). Morimos de enfermedad como todos los hombres, no necesariamente por un pecado en particular—eso es realmente importante. Morimos de enfermedad como todos los hombres debido a la caída. Pero para aquellos que están en Cristo, el aguijón de la muerte es removido (1 Corintios 15:55). Esa es la piedra angular número uno para entender lo que está pasando.

  1. La enfermedad como misericordia

Dios a veces inflige la enfermedad a Su pueblo como un juicio purificador y rescatador, que no es una condena, sino un acto de misericordia para llevar a cabo Sus propósitos salvadores. Y ese punto se basa en 1 Corintios 11:29-32. Ese texto trata sobre el mal uso de la Cena del Señor, pero el principio es más amplio. Aquí lo vemos: Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí [esto es en referencia a la Cena del Señor]. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros [vosotros, los cristianos], y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados [con esta enfermedad y debilidad y muerte], somos castigados [disciplinados como un hijo] por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. Ahora, meditemos en eso. El Señor Jesús lleva la vida de Sus amados a través de la debilidad y la enfermedad —las mismas palabras, por cierto, que se usan para describir las debilidades y enfermedades que Jesús curó en Su vida terrenal (Mateo 4:23; 8:17; 14:14)— y los lleva al cielo. Los lleva al cielo a través de la trayectoria de cortar su pecado y salvarlos de su pecado. No para castigarlos, sino para salvarlos. En otras palabras, algunos de nosotros morimos de enfermedades “para que no seamos condenados junto con el mundo” (v. 32). Si puede hacer eso en unos pocos de Sus amados en Corinto, puede hacerlo en muchos, incluso por el coronavirus. Y no sólo por abusar de la Cena del Señor, sino también por otros tipos de trayectorias pecaminosas—aunque no toda muerte es por un pecado en particular. Esa es la piedra angular número dos.

  1. La enfermedad como juicio

Dios a veces usa la enfermedad para traer juicios particulares sobre aquellos que lo rechazan y se entregan al pecado. Daré dos ejemplos. En Hechos 12, el rey Herodes se exaltó a sí mismo al ser llamado dios. “Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos” (Hechos 12:23). Dios puede hacer eso con todos los que se exaltan a sí mismos. Lo que significa que deberíamos estar sorprendidos de que más de nuestros gobernantes no caigan muertos cada día por su arrogancia ante Dios y los hombres. Pura gracia y misericordia común. Otro ejemplo es el pecado de las relaciones homosexuales. En Romanos 1:27, dice: “y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío”. Ahora, ese es un ejemplo de la ira de Dios en Romanos 1:18, donde dice: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Esa es la piedra angular número tres, que Dios puede y usa las enfermedades para juzgar a veces a los que lo rechazan a él y rechazan Sus caminos.

  1. El trueno de Dios

Todos los desastres naturales —ya sean inundaciones, hambrunas, plagas, tsunamis o enfermedades— son un trueno de la misericordia divina en medio del juicio, llamando a todas las personas en todas partes a arrepentirse y alinear sus vidas, por gracia, con el infinito valor de la gloria de Dios. Y la base de esa piedra angular es Lucas 13:1-5. Pilato había masacrado a los adoradores en el templo. Y la torre de Siloé se había derrumbado y matado a dieciocho transeúntes. Y la multitud quería saber de Jesús, como me han preguntado en esta ocasión: “Dale sentido a esto, Jesús. Dinos lo que piensas sobre estos desastres naturales y esta crueldad. ¿Qué de esa gente que estaba allí de pie, y ahora están muertos?”. Aquí está la respuesta de Jesús en Lucas 13:4-5: “Aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís [Jesús cambia el tema de ellos a ti], todos pereceréis igualmente”. Ahora, ese es el mensaje de Jesús al mundo en este momento de la historia, bajo el coronavirus—un mensaje para cada ser humano. Tú, y yo, y todos los oyentes, y cada gobernante del planeta, cada persona que oye hablar de esto, está recibiendo un mensaje de trueno de Dios, quien dice: “Arrepiéntete”. (Y creo que las autoridades chinas deben prestar especial atención, que recientemente —y acabo de leer otro artículo ayer— se han vuelto cada vez más duras y represivas contra los seguidores de Cristo). Arrepiéntanse y busquen la misericordia de Dios para alinear sus vidas —nuestras vidas— con Su infinito valor.

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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