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PRESENTADOR:

Hoy tenemos una pregunta que todos los padres deben responder. ¿Cómo no exasperar a mis hijos? Es la pregunta de hoy de un padre joven, un padre primerizo, llamado Matt. Él escribe: “¡Hola, pastor John, y gracias por contestar mi pregunta hoy! Colosenses 3:21 advierte a los padres: “Padres, no exasperen a sus hijos”, o como dice otra traducción: “Y ustedes, los padres, no deben hacer enojar a sus hijos”. Debemos evitar provocar o exasperar a nuestros hijos para que no se desanimen. ¿Qué significa que un padre exaspere a sus hijos? Este versículo me parece muy importante como padre primerizo, y al mismo tiempo muy abstracto. ¿Cómo se ve esto en el día a día de una familia?”.

JOHN PIPER:

Últimamente he pensado mucho en esta pregunta, porque he estado estudiando Colosenses. Veré si puedo contener mi entusiasmo en unos diez minutos en este episodio. Pongamos el texto delante de nosotros con suficiente contexto para asegurarnos de que podemos poner a este padre en el marco mental correcto.

Mujeres, estén sujetas a sus maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amen a sus mujeres y no sean ásperos con ellas. Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es agradable al Señor. Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se desalienten (Colosenses 3:18-21).

La peculiar responsabilidad de los padres

Ahora, la razón por la que doy tanto contexto al versículo 21, que dice: “Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se desalienten”, es que quiero que los padres, quiero que Matt, sientan la asombrosa responsabilidad que Dios da de manera especial a los papás. Y la razón por la que digo “de manera especial” es porque el versículo 20 dice que los hijos deben ser obedientes a sus papás, no solo a sus padres (refiriéndose a papá y mamá). El mandato “Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es agradable al Señor” es dirigido tanto a papás como a mamás. Pero cuando llega al versículo 23 y la responsabilidad peculiar de animar a los hijos, no dice: “Padres [papá y mamá], no exasperen a sus hijos”. Dice: “Padres [papás], no exasperen a sus hijos”.

Y por supuesto, las madres tampoco deben provocar a sus hijos y desanimarlos, pero él da a los padres esta responsabilidad peculiar de una manera especial. Es decir, el padre es cabeza de la familia. Y la razón por la que digo esto es porque, en el versículo 18, dice: “Mujeres, estén sujetas a sus maridos”. Entonces, si los hijos deben ser obedientes a mamá, y mamá debe someterse a papá, entonces hay una carga peculiar, una responsabilidad, que Dios pone sobre papá para dirigir la familia. Y él debe dirigirla de una manera que, primero, no sea áspero con su esposa y, segundo, no desanime a sus hijos.

Así que el llamado del padre a no desanimar a sus hijos es parte de un tejido más amplio de su peculiar responsabilidad paternal y conyugal. Y subrayo la palabra “responsabilidad” y no digo “derechos”, porque ese es el tono del pasaje. Ese es el tono de la realidad. Dios da a los esposos y a los padres una carga de responsabilidad. Este no es un lugar para la fanfarronería de los derechos de un hombre como cabeza. Este es un lugar para llevar la carga peculiar de responsabilidad como esposos y padres.

Autoridad sin provocación

Pueden ver que es una responsabilidad abrumadora —y yo diría que incluso imposible, en cierto sentido— tratar a nuestros hijos de tal manera que no se desalienten, ni se desanimen, ni queden sin vitalidad. Esto implica una obra de Dios, no solo del hombre. Las traducciones dicen: “no exasperen a sus hijos” o “no deben hacer enojar a sus hijos”.

La idea general es la siguiente: puesto que el versículo 20 dice que los hijos deben obedecer a los padres y a las madres, el padre no debe dejar de exigir obediencia solo porque un niño intente utilizar los berrinches para obligar a papá a no hacerle ir a la cama cuando es la hora de irse a dormir. El versículo 21, “no exasperen a sus hijos, para que no se desalienten”, no puede utilizarse para anular el versículo 20, que nos llama a exigir obediencia a nuestros hijos.

Por tanto, los hijos no pueden chantajear a sus padres para que anulen el versículo 20 porque dicen: “Mira, papá, no debes desanimarme. Me siento desanimado, así que no puedes exigirme eso”. No puedes hacer eso con la Biblia. El versículo 21, entonces, debe estar diciendo que hay una manera incorrecta o contraproducente de requerir obediencia de tus hijos, que solo desanima, y hay una manera provechosa de requerir obediencia de tus hijos. El mandato a los padres de no provocar a nuestros hijos al desaliento no puede ser usado para hacer al padre pasivo, perezoso o indiferente al mal comportamiento de los hijos.

Cómo no exigir obediencia

Así que lo que creo que Matt está preguntando es lo siguiente: “¿Cómo se ve en el día a día de una familia cuando el papá requiere obediencia como dice el versículo 20 que debe hacerlo, pero lo hace mal de tal manera que está sacando la vitalidad y el aliento de su hijo?”. Así que permíteme dirigir a Matt, y a todos nosotros, a estas ocho maneras que yo describiría de cómo no exigir obediencia a sus hijos. ¿Cómo las maneras de ser padre le quitan el aliento a un hijo, lo desaniman o lo desalientan? Tengo ocho maneras. Solo las mencionaré brevemente.

1. Insistir de manera fastidiosa

No trates de obtener obediencia insistiendo de manera fastidiosa. La palabra “fastidiar” fue inventada porque existen las demandas repetitivas o mandatos repetitivos que son realmente molestos y exasperantes porque son degradantes. La persona que recibe esas demandas piensa: “Ya te he oído decir eso tres veces. Voy a hacerlo en el plazo que me has dado. No hace falta que sigas diciéndome que lo haga”. Eso es lo que el niño puede estar sintiendo, aunque no lo diga. Así que no exijas obediencia insistiendo de manera fastidiosa.

2. Exigir

No intentes lograr obediencia siendo el papá que solo exige. Exige, exige, exige —y nunca tiene una conversación con el niño—. Nunca le dice algo positivo al niño. Nunca celebra nada con el niño. Nunca le explica nada. Todo lo que el niño oye es: “Debes hacer, hacer, hacer, hacer, hacer”. Todo es: órdenes, órdenes, órdenes, órdenes. Por eso, haz que tus exigencias formen parte del tejido de una comunicación mucho más rica con tu hijo, para que él sepa que no solo le exiges.

3. Enojarse

No intentes lograr obediencia estableciendo un tono en el que cada orden suene a enojo. “Papá siempre está enojado. No sabe dar ninguna orden con alegría. Cree que para conseguir algo tiene que sonar áspero y enojado”. Bueno, papá, eso no está bien. Eso es contraproducente. Eso es desalentador.

4. Recurrir siempre a la vara

No trates de lograr obediencia recurriendo siempre a la vara. Hay un mundo de diferencia entre una disciplina bien pensada y aplicada con firmeza y cariño, a base de la vara después de la rebeldía, y un padre que da bofetadas y parece estar siempre pegándole a sus hijos. No acompañes tus exigencias de obediencia con golpes.

La vara es apropiada y buena si es aplicada con cuidado, sobriedad, paciencia y cariño para que el mismo niño sepa que la razón por la que está siendo disciplinado es clara. Él sabe lo que ha hecho, y merece esta medida de disciplina. Pero no hagas de las bofetadas, los cachetazos o los golpes un acompañamiento normal de tu exigencia de obediencia.

5. Avergonzar

No trates de lograr obediencia avergonzando al niño —tal vez pidiéndole que haga algo delante de la gente que es tan obvio que lo hará de todos modos—. Busca la manera de que tus órdenes sean respetuosas, mostrando que esperas una obediencia inteligente.

6. Menospreciar

No requieras obediencia menospreciando a tu hijo. Por ejemplo, no lo insultes. No le hables de forma que sienta que su padre lo desprecia. Si tu hijo tiene 9 años, no le pidas que haga algo como se lo pedirías a un niño de 3 años.

7. Exigir lo imposible

No exijas al niño cosas imposibles de hacer a su edad. No le predispongas al fracaso automático. No le digas: “Quiero que vuelvas en treinta segundos”, cuando sabes que eso ni siquiera es posible. Le estás pidiendo al niño que fracase, lo cual es desalentador.

8. Negar el perdón

Tal vez lo más importante —todos son importantes, pero probablemente este es el más importante—: no trates de lograr obediencia sin crear una atmósfera de perdón basada en el evangelio. Muchos padres y madres no enseñan a sus hijos desde el principio que Jesús ha provisto una manera de aliviar su culpa después de hacer cosas malas. Jesús ha provisto una manera de ser perdonados.

Sin esto, el niño no sabrá qué hacer con sus propios pecados, de los cuales está consciente. Todo niño sabe que hace cosas malas. Así que cada orden puede sentirse como una potencial excavación de un agujero más profundo de culpa. Sin un patrón de confesión y perdón, el niño probablemente decidirá vivir en secreto y ser engañoso. Así que, papá, debes hablar del evangelio, enseñar el evangelio, para que el niño entienda cómo la sangre de Jesús da perdón, vida y alivio. Y debes encarnar el evangelio en tu propia confesión de pecado, y al pedir perdón y perdonar.

Así que, Matt, ánimo. Tienes un Padre celestial que ha modelado todo esto para ti y hacia ti. Por eso, hay esperanza de que puedas ser un padre con hijos obedientes y animados.


Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/how-do-i-not-provoke-my-children

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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