Los primeros nueve años de mi caminar con Cristo fueron en un medioambiente particular, seguido de dos años de rehabilitación teológica que me preparó para los próximos seis años de pastoreo en el contexto urbano. Lo que ha quedado claro para mí es que las nueve marcas de una iglesia sana son una herramienta útil para evaluar cualquier iglesia incluyendo aquellas que enseñan el evangelio de la prosperidad. Y lo que encontramos es que una iglesia del evangelio de la prosperidad es una iglesia totalmente contraria a una del tipo de las nueve marcas. Algunos de los ejemplos a continuación son específicos y puede que no te sean familiar. Sin embargo, muchos son universales y divulgados por los predicadores a través del internet, la radio y la televisión. Ya que el movimiento del evangelio de la prosperidad es inter-denominacional, las enseñanzas expresadas en este artículo no están siendo asociadas a ninguna denominación en el cristianismo evangélico. Hoy abordaremos las primeras cuatro marcas y mañana continuaremos con las demás.
La predicación expositiva
La predicación en las iglesias del evangelio de la prosperidad está muy lejos de ser expositiva. En lugar de eso, el propósito de la predicación es motivar a los oidores a dar financieramente, y das para recibir. Los predicadores exponen los pasajes que tienen que ver con dar diezmos y ofrendas con sacrificio semana tras semana. Ellos instruyen a los oidores a activar su fe a través de la siembra de una “semilla de fe”, aprovechando la ley de Dios de la reciprocidad y llevándolos a su propio progreso financiero. Pasajes aislados del Antiguo Testamento son frecuentemente usados como ejemplos de la recompensa abundante de Dios a quienes dan en fe. Uno de esos pasajes usados para manipular a los oidores a dar más es Malaquías 3:10. Los predicadores de la prosperidad destacan dos puntos de este pasaje. Primero, ellos le dicen a los oidores que están robándoles a Dios al no diezmar. Segundo, ellos le aseguran a los oidores que Dios quiere que lo prueben dando más, para así él darles más a ellos. Sin embargo, considera a Malaquías 3:10 en su contexto. Los israelitas estaban robándole a Dios al no darle suficiente comida al depósito nacional que era utilizado para alimentar a los sacerdotes de Israel. Por tanto, los sacerdotes tenían que dejar sus deberes como sacerdotes y dedicarse a la agricultura para poder sobrevivir (ver Neh. 13:10-13). Por ello, Dios exhorta a Israel a probarlo dando obedientemente. Si lo hacían, Él los recompensaría como lo hizo en el pasado (2 Cr. 31:7-10). El enfoque de este pasaje se refiere a un episodio histórico específico en la vida de Israel. Sin embargo, predicarlo como un sermón cristiano requiere más que transferir sus mandatos y promesas a cristianos de manera individual. Sí, hay aplicaciones mayores para los cristianos sobre dar, pero primero es necesario tomar en cuenta las diferencias existentes entre el antiguo y el nuevo pacto, especialmente lo que trata de la naturaleza de las promesas de Dios para Israel y la forma en que son cumplidas para los cristianos en Cristo. Una iglesia sana usa la predicación para comunicar las palabras de Dios a su pueblo. Confronta al oyente con la verdad de Dios llevándolo a convicción, motivación, claridad y un llamado a la acción. También enfoca cada texto en el evangelio con el fin de mostrar al oyente lo prioritario y necesario que Jesucristo es para el creyente que vive en obediencia a la Palabra de Dios. Una iglesia sana dirá a los creyentes que los resultados de una vida santa no necesariamente será la ganancia financiera sino la piedad que honra a nuestro Señor.
Teología bíblica
La teología del evangelio de la prosperidad descansa sobre el error fundamental que asegura que el hombre comparte una forma de deidad con Dios, hasta el punto de decir que nuestras palabras tienen el mismo poder creativo que las palabras de Dios. Salmos 82:6, Proverbios 18:20-21 y Romanos 4:17 son la prueba popular utilizada para apoyar esta falsedad. Frecuentemente se dice que el hombre es un “dios en menor escala” y que tiene el poder para demostrar su deidad hablando para que cosas existan, creando y controlando su destino con palabras y aún ordenándole a un Dios frustrado y limitado actuar a favor suyo para su beneficio. Pero ninguno de estos textos apoya estas enseñanzas sobre la prosperidad. En Salmos 82:6, el salmista clama a Dios por los jueces inmorales que estaban gobernando la nación de Israel. Dios les habla directamente a los jueces que yerran dirigiéndose a ellos como “dioses” para destacar el hecho de que estaban juzgando a la nación en su lugar. Ellos debían utilizar la Palabra de Dios como el estándar de juicio. En el próximo versículo, Dios les recuerda que ellos no son seres eternos, sino simplemente hombres que han fracasado en vivir y juzgar correctamente. Este pasaje no está elevando al hombre a un estatus de semi-dios, ni tampoco está dándole al hombre la habilidad de actuar con autoridad soberana, sino que el Único Dios verdadero y vivo está juzgando las acciones inmorales de estos jueces. Proverbios 18:20-21 es un principio, no una promesa, y destaca dos verdades. La primera, es que nuestras palabras no establecen nuestro destino; sino que expresan la condición de nuestro corazón. Segundo, hay momentos cuando nuestras palabras nos llevarán a enfrentar consecuencias. Este pasaje no nos promete el poder para declarar toda nuestra vida, ni tampoco pronuncia la falta de poder de Dios para salvarnos si nos maldecimos hasta la muerte, como algunos maestros de la prosperidad han enseñado. En Romanos 4:18 Pablo enseña que Dios justifica a Abraham y lo declara padre de naciones aun cuando Abraham no tenía hijo. Este pasaje no tiene nada que ver con los santos que le hablan al dinero, a asensos laborales o aún a la salvación de personas que aman y que están perdidas. Este pasaje está defendiendo la siguiente verdad: Dios es el único capaz de hacer que las cosas sean creadas. Una iglesia sana enseña a sus miembros sana doctrina que está fundamentada en las Escrituras que son mantenidas dentro de su contexto. La sana doctrina es enseñanza sana que brinda al oidor los nutrientes bíblicos necesarios para crecer a la madurez de Cristo (2 Ti. 3:16-17). Para que una iglesia sea sana debe enseñar toda la Biblia, en el contexto de toda la Biblia y fundamentada en todas las convicciones doctrinales que hay en toda la Biblia, en lugar de tomar pasajes fuera de contexto (1 Ti. 1:5; Tit. 2:1-10; 2 Jn. 1-6).
El evangelio
En muchas iglesias del evangelio de la prosperidad el mensaje del evangelio es identificado con las bendiciones materiales del pacto Abrahámico. Aunque se proclaman la vida perfecta, muerte, sepultura y resurrección de Cristo, y que es defendida la salvación solamente a través de Cristo, muchos predicadores del evangelio de la prosperidad dicen que la evidencia de que una persona cree en el evangelio es si recibe las bendiciones prometidas a Abraham de parte de Dios (Gn. 12-15). He identificado que esta enseñanza lleva a las personas a cualquiera de estas dos conclusiones. Si alguien tiene prosperidad y salud, concluye diciendo que son salvos porque están disfrutando de las promesas de Abraham. Pero si estas bendiciones no están presentes en la vida del creyente es porque no tiene suficiente fe, está en pecado, necesita diezmar más, o tal vez no ha confiado totalmente en Jesucristo y necesita nacer de nuevo para recibir las bendiciones de Abraham. A diferencia de esto, las iglesias sanas proclaman sin vergüenza todo el consejo del evangelio bíblico. Esto incluye la verdad de que fuimos creados a la imagen de Dios (Gn. 1:26-27), que una vez tuvimos comunión abierta con Dios (Gn. 2:7-25), y que debido al pecado de nuestro primer padre Adán toda la humanidad fue separada tanto física (Gn. 3:1-19) como espiritualmente (Ro. 5:12) del Dios justo y santo que nos creó. Debido a que la humanidad ha sido separada de Dios por el pecado, la penalidad para expiar el pecado es el derramamiento de sangre y la muerte (Lv. 1:3-17). La belleza del evangelio es que Jesucristo, quien ha existido eternamente como Dios (Jn. 1:1), se convirtió en hombre (Jn. 1:14), vivió una vida perfecta según la ley de Dios (He. 7:26) y derramó Su sangre para morir en lugar de los pecadores (Mr. 10:45 y 2 P. 2:24). Jesús fue sepultado en una tumba por tres días (Mt. 27:57-66) y al tercer día resucitó de la muerte (Mt. 28:1-8). Ahora Él llama a todas las personas a arrepentirse de sus pecados y a confiar en Él para ser reconciliados con Dios y recibir vida eterna (Jn. 3:16). El evangelio bíblico no promete que los cristianos serán ricos y prósperos en esta vida en cumplimiento de las promesas de Dios a Abraham. En cambio, los cristianos son “bendecidos” en Abraham porque recibimos el Espíritu (Gá. 3:14) y recibiremos no sólo un terreno sino toda la nueva creación en la era por venir (Ro. 4:13; Ap. 21-22).
Conversión
La conversión en una iglesia del evangelio de la prosperidad es una mezcla incómoda de opuestos: una fe fácil y una salvación por obras. Los predicadores de la prosperidad son conocidos por enseñar que un pecador es “salvo” cuando termina de recitar la “oración del pecador”. Después que esta salvación es recibida, el nuevo creyente debe someterse al liderazgo y las enseñanzas de la iglesia, diezmar regularmente, dar ofrendas frecuentemente y participar en el servicio continuo en algún ministerio de la iglesia. Siempre que la persona haga esto, mantendrá su salvación, pero si alguien se detiene por un período de tiempo puede perderse. Para que esta enseñanza progrese, se sabe que los pastores usan la manipulación psicológica y manipulan usando las Escrituras para hacer que los miembros de la iglesia lleven a cabo varios actos de servicio en nombre del ministerio del Señor. Su servicio, promete el pastor, les evitará “caer de la gracia” y perder su salvación. Algunos seguidores del evangelio de la prosperidad se agotan y enojan con sus líderes. Comienzan a cuestionar los métodos del ministerio y se niegan a cumplir con sus demandas. He visto pastores quienes, al sentir que pierden el control de este tipo de personas, responden diciendo que el miembro está en rebelión, causando división y en camino a perder su salvación a menos que se arrepienta y comience a servir nuevamente. En estos casos 1 Samuel 15:23 ha sido utilizado como el texto que señala las consecuencias de las acciones de la persona y que disuade a otros de seguirlo. Pero este versículo habla de la desobediencia directa del rey Saúl a un mandato de Dios, no de un creyente genuino que cuestiona las enseñanzas o prácticas no bíblicas de una iglesia. Una iglesia sana enseña de manera amorosa la visión bíblica de la conversión. En la Biblia leemos que la conversión ocurre cuando el evangelio bíblico es predicado (Ro. 1:16-17; 10:9-17) y el pecador se arrepiente de sus pecados y pone su confianza en Jesucristo (Hch. 3:19; Ro. 3:21-26). La conversión ocurre cuando el Espíritu Santo de Dios hace que el pecador muerto en pecado reciba vida a través de Cristo (Jn. 3:3-8; Ef. 2:1-10). La conversión bíblica se enfoca en el arrepentimiento y cree en la obra de Cristo, no simplemente a través de una oración y de servir hasta estar exhausto por temor a perder la salvación. Encontrarás el resto de este artículo en la próxima entrega. Este artículo fue traducido por Samantha Paz.