Hay pocos roles en los que sentimos una incompetencia más profunda que con nuestro papel como padres. ¿Qué nos prepara para la tarea de criar estos pequeñines? ¿Qué seguridad podemos tener de que lo estamos haciendo bien? ¿Qué dirán nuestros hijos algún día de nosotros? Estas son preguntas grandes y desconcertantes, por lo que no es de extrañar que los tableros de anuncios de la iglesia estén cubiertos con carteles de seminarios y los estantes de las bibliotecas gimen bajo el peso de los libros para padres. Un estudio encontró que tan solo en los últimos 10 años, los editores han lanzado más de 75 mil libros sobre el tema. La crianza de los hijos es difícil y ninguno de nosotros está a la altura del desafío. Teniendo en cuenta la importancia y la dificultad de la tarea, nos puede sorprender la escasa orientación directa que nos ofrece el Nuevo Testamento. Su instrucción más clara se encuentra en Efesios 6:4: «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros sus hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor». El pasaje paralelo en Colosenses 3:21 agrega solo un pequeño detalle: «Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten». Aunque estamos agradecidos por esta guía divina, probablemente quedamos con el deseo de que haya más. ¿No podría Dios haber respondido algunas preguntas más? ¿Qué hay de las nalgadas versus los tiempos fuera? ¿Qué hay de la educación en el hogar versus la educación cristiana o pública? ¿Qué hay de la edad adecuada para comprarle a un niño su primer iPhone o la forma correcta de supervisar su selección de cónyuge? ¿No podríamos tener un poco más de detalle? Aun así, al considerar cuidadosamente y en oración lo que Dios nos ha dado, vemos Su sabiduría. Puede que no nos haya dado todo lo que queremos, pero ha proporcionado amorosamente todo lo que necesitamos para ser padres exitosos. Antes de que la Biblia nos diga cómo criar, primero se asegura de que entendamos por qué somos padres. Una vez que entendemos el objetivo final de la crianza de los hijos, vemos cómo estos dos cortos pasajes proporcionan una gran cantidad de información sobre cómo criar a nuestros hijos en devoción. Si quieres ser un padre sabio, debes considerar esto: al correr para ganar, necesitas nutrir a tus hijos.
Criamos porque somos padres
¿Cuál es el propósito de la paternidad? ¿Cuál es nuestra tarea principal? Es nuestro objetivo criar hijos ¿que se acoplen bien a la sociedad? ¿Atentos, bien educados y exitosos? ¿Qué acumulen grandes riquezas y logros? De acuerdo con la Biblia, hay algo de mayor importancia que todo lo anterior. El objetivo principal de los padres cristianos es discipular. Como Chap Bettis dice: “El texto fundacional para la crianza de los hijos no es Efesios 6:1-4 ni Deuteronomio 6:4-9, aunque estos son importantes. Más bien, Mateo 28:18-20: Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Dios desea que tu familia sea una unidad que refleje la Trinidad, glorifique a Dios y haga discípulos. En última instancia, tu labor como padre no es primordialmente formar a tu hijo para que tenga éxito en lo educacional, financiero o vocacional, sino guiarlo a Jesucristo. Tu rol principal es discipular. Una parte clave al atender la gran comisión de Dios de “hacer discípulos de todas las naciones” es hacer discípulos a tus propios hijos. ¿Qué valor tiene que ganes el mundo entero, pero descuides a tus propios hijos? La gran comisión comienza en tu hogar, con tus hijos. Ahora, al regresar a las instrucciones para padres en Efesios y Colosenses, podemos colocar estos textos en el contexto apropiado. Estas son palabras dadas a discipuladores, a padres que están encomendados a guiar a sus hijos de la oscuridad a la luz, de la rebelión contra Dios a la gozosa sumisión a Él.
Cómo criar: no provoques o desalientes
El padre sabio entiende el poder de sus palabras y acciones hacia sus hijos. Con una palabra dura, puede lastimar el corazón de su hija; con una crítica hiriente, puede desalentar a su hijo. Mientras los dos versos paralelos que escribió Pablo contienen la misma exhortación (no provoquéis o exasperéis), Efesios define una clase específica de provocación: “no provoquéis a ira a vuestros sus hijos”. Provocar, es una palabra que se usa para describir como encender un pequeño fuego en grandes llamas; comienzas con una pequeña y brillante brasa, y la provocas en un fuego poderoso y rugiente. Pablo presenta un desafío: no exasperes a tus hijos ni los irrites de tal manera que provoques enojo o amargura, lo que eventualmente le llevará al desaliento. Este niño desalentado, es uno que ha perdido el corazón, no tiene esperanza y está derrotado, ha perdido motivación, ha dejado de preocuparse. Mediante demandas arbitrarias, a través de criticismo que no es balanceado con reconocimiento, por medio de tu propio estilo de vida hipócrita y por otros defectos de carácter, puedes destrozar un hijo de tal modo, que deje de importarle ganar y mantener tu aprobación. Así pues, Dios te exhorta de esta forma: Padre, no provoques a tu hijo a ira, para que no se desanime. Como padres, tendemos a culpar a nuestros hijos por el comportamiento que tienen producto de sus debilidades y tendencias pecaminosas. Pero a la luz del mandato de Pablo, primero debes preguntarte a ti mismo: ¿En mi paternidad, he provocado a mis hijos a ira o los he dejado desalentados? Provocar a tus hijos de esta forma representa una falla seria en su crianza. Pero, por supuesto, Dios no te deja pensando cómo evitar tal destino. Él sigue inmediatamente con la solución: «sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor». No los derroten, sino que levántalos. No los provoques con impaciencia e injusticia, sino que pastoréalos con ternura y cariño. La forma en que haces esto es con disciplina e instrucción.
Cómo criar: disciplina e instrucción
La labor de la crianza cristiana se puede resumir en las palabras “disciplina” e “instrucción”. Entre ellas, ofrecen las expresiones tanto del lado negativo como positivo del llamado de un padre. En ocasiones necesitas disciplinar a tus hijos para corregirles, esto puede ser con una mirada, un tiempo fuera y alguna vez con una nalgada. El objetivo no es mostrar tu desagrado con tus hijos, tampoco que evites que en el futuro te avergüencen. A la luz de la misión de la paternidad, la disciplina supone amorosamente ayudar a tus hijos a verse ellos mismos como pecadores delante de un Dios santo, con necesidad de un salvador. Aunque creo con seguridad que no disfrutas esta parte de la crianza, es un elemento necesario en ella, un aspecto inevitable de ser padre de niños pecadores. Es un elemento que luce ser negativo pero necesario en la educación de los hijos. Una vez que hemos disciplinado apropiadamente a nuestros hijos, podemos introducir el aspecto positivo de la paternidad: la instrucción. Tedd Tripp escribe: “La disciplina administrada apropiadamente humilla el corazón de un niño, haciéndolo sujeto a la instrucción de los padres. Se crea una atmósfera en la que se puede dar la instrucción”. Para instruir a tus hijos, debes enseñarles, explicarles lo que es correcto, tú debes demostrarles cómo deben vivir. Y aunque es bueno enseñarles todo tipo de conocimientos y habilidades, también debes enseñarles las profundas verdades espirituales que pueden salvar sus almas. Este es el lado positivo en la crianza, la parte que tú estás llamado a gozar y disfrutar. En ambos, disciplina e instrucción, debes recordar que tu tarea principal es la de discipular. Tripp escribe: “¿Qué debes hacer en la corrección y la disciplina? Debes exigir un comportamiento adecuado. La ley de Dios lo demanda. No puedes, sin embargo, estar satisfecho en dejar el asunto allí. Debes ayudar a tu hijo a hacer las preguntas que expondrán esa actitud del corazón que ha resultado en un comportamiento incorrecto”. Mediante la disciplina y la instrucción a tus hijos, les estás ayudando a entender las motivaciones pecaminosas de sus corazones y lo que les impide confiar en Dios; los estás alejando del camino destructivo y llevándolos a conocer, confiar y obedecer al perfecto Padre celestial.
Hazlo ahora
Permíteme proveer algunos pocos puntos importantes de la crianza: Confiesa tu pecado. Las palabras de Pablo en Efesios 6:4 y Colosenses 3:21 son para ti como padre. Esto significa que debes admitir dónde has provocado a tus hijos, en qué has fallado al disciplinarlos con amor y en qué has descuidado la instrucción piadosa. Antes de eliminar la mancha de la desobediencia y rebelión de tus hijos, debes eliminar el peso de tu fracaso al criarlos de acuerdo con el diseño de Dios. Confiesa a tu esposa, a tu comunidad e incluso a tus hijos dónde has pecado como padre. Pídele a un amigo de confianza que te ayude a señalar tus puntos ciegos en la crianza de tus hijos. Dale una invitación abierta para que te hable si alguna vez ve algo concerniente. Pasa tiempo con tus hijos. Tal vez ningún hábito influirá en tu relación con tus hijos como pasar tiempo con ellos. Encuentra maneras de pasar tiempo individualmente con cada uno de ellos, tal vez a través de viajes especiales, citas para el desayuno o intereses compartidos. Busca la combinación adecuada de calidad y cantidad de tiempo. Las mejores oportunidades para modelar el camino de Cristo, alentarlo y elevarlo a la madurez se da en la informal de la vida cotidiana. Disfruta a tus hijos. Hay pocas dudas de que la crianza tiene muchos momentos de exasperación y desaliento. Por mucho que amemos a nuestros hijos, podemos cansarnos de ellos y de la tarea de criarlos; pero tenemos que aprender a encontrar alegría en ellos, incluso cuando están en su punto más difícil. En lugar de provocarlos a la ira, busca maneras de alentarlos y celebrarlos. Una gran cantidad de padres mayores te dirán con lágrimas qué tan rápido pasaron los años, cómo se arrepienten de su exasperación y cómo desearían poder volver a los días en que sus hijos eran pequeños.
Obtén ayuda para padres. Hay muchos buenos libros sobre la crianza de los hijos, y hay un valor en leer al menos uno de ellos (como Cómo pastorear el corazón de tu hijo).
Pero aún mejor, encuentra a alguien en tu iglesia local que haya criado a sus hijos con éxito, disciplinándolos en amor e instruyéndolos en la piedad. Lleva a esa persona a tomar un café y dile algo como esto: «Quiero que mis hijos sean como los tuyos. Dime lo que hiciste». Escucha humildemente, considera cuidadosamente e imita sabiamente. Cría con confianza. Si los últimos 10 años nos han traído 75 mil libros nuevos sobre la crianza, deben habernos traído 75 millones de artículos y listas de blogs. El gran volumen de consejeros puede confundirnos y desalentarnos. La oportunidad de comparación que llega a través de las redes sociales puede convencernos de que no somos los padres que nuestros hijos necesitan que seamos. Pero si estás criando a tus hijos en la disciplina y la instrucción del Señor, bajo la atenta mirada de amigos y pastores que tienen la libertad de hablar en tu vida, puedes criar con valentía. Confía en que Dios está obrando en tus hijos a través de tus esfuerzos, por pequeños que parezcan.
Corre para ganar
Pocos llamamientos están tan llenos de alegría y son tan sagrados como el llamado de ser padre. Sin embargo, pocos llamamientos son tan difíciles y te hacen sentir tan inadecuado. Quizás este sea todo el plan de Dios para hacer que confíes más en Él. Puedes confiar en que a través de la Biblia y del testimonio interno del Espíritu Santo, tienes todo lo que necesitas para ser el padre que Dios te ha llamado a ser. Puedes confiar en que Dios está dispuesto a perdonar tus faltas, a redimir tus fallas y a glorificarse a través de tus hijos. Si vas a correr para ganar, debes nutrir a tus hijos.