Cómo amar a tu esposa como Cristo amó a la Iglesia

Cristo espera el día en que se presentará a Sí mismo la iglesia en esplendor, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, para que sea santa y sin mancha.

Como esposo cristiano, no te quedas preguntándote o especulando sobre lo que significa desempeñar  tu papel de una manera que agrade a Dios y bendiga a tu esposa. Por el contrario, la Biblia ofrece una guía clara: debes amar a tu esposa como Cristo ama a Su iglesia. En los últimos versículos de Efesios 5, Pablo describe cómo, por amor, Cristo se sacrificó a Sí mismo para hacer por ti lo que tú no podías hacer por ti mismo. Por amor, te santificó para los propósitos de Dios, para apartarte y que pudieras vivir la vida para la que Dios te creó. Por amor, te purificó, para apartarte  del pecado que te estorba y en su lugar darte Su justicia. Él lo hizo por la palabra del evangelio y a través de todo ello tiene en mente un propósito grande y final. Así amó Cristo a la iglesia, así es como un esposo debe amar a su esposa. Permítanme desmenuzar eso bajo los siguientes encabezados.   Ama a tu esposa con un amor sacrificial  Esposo, ama a tu esposa con un amor sacrificial. Creo que todo esposo está dispuesto a hacer el máximo sacrificio por su esposa. ¿No lo harías? Si alguien los tuviera a tu esposa y a ti como rehenes y dijera: «Uno de ustedes tiene que morir» seguro que te ofrecerías. «mátame, perdónala». ¡Bien! Morirás por ella, pero ¿vivirás por ella? Este no es un acto de una sola vez en el que puedes salir en un resplandor de gloria y aparecer en el periódico, sino morir día a día por su bien.   ¿Estás dispuesto a hacer estos sacrificios día tras día? ¿Organizarías tu tiempo de forma flexible para poder invertirlo en ella? ¿Te aferrarás poco a tus preferencias para poder ceder a las suyas? ¿Abandonarás algunos de tus sueños para que ella pueda alcanzar los suyos? ¿Serás completamente agresivo con tu pecado para que puedas ser amable y gentil con ella? En última instancia, ¿vivirás más por su bien que por el tuyo? Esta no es una carga difícil, sino un gran honor.  Ama a tu esposa con un amor santificador  Esposo, ama a tu esposa con un amor santificador. Jesús murió para poder apartar a Su novia para el servicio de Dios. Tienes que entender que tu esposa no existe primero para tu placer, tu alegría o tu comodidad. Ella existe primero para Dios. Sí, ella ha sido apartada para ti, pero solo para que puedas ayudarla a ser cada vez más apartada para Dios.   Tu esposa existe para darle gloria a Dios haciendo el bien a los demás. Esto significa que tu tarea como esposo amoroso es comprometerte y ser creativo para ayudarla a hacerlo. Tu tarea es la de ayudarla a liberar sus dones, sus talentos, sus pasiones, sus intereses en hacer el bien a los demás y darle la gloria a Dios. Ámala con un amor santificador, un amor que asegure que ella está siendo apartada para hacer lo que Dios la llama a hacer y para ser quien Dios la llama a ser.   Ama a tu esposa con un amor purificador  Esposo, ama a tu esposa con un amor purificador. Si una esposa debe someterse, significa que un esposo debe liderar, y una parte clave de ese liderazgo es conducirla, guiarla y ayudarla en el camino hacia la santidad. Este es un llamado para que tú crezcas primero en santidad. ¿Cómo puedes llevarla a donde nunca has estado o donde te niegas a ir? Necesitas identificar tu propio pecado y matarlo sin piedad. A ti te corresponde liderar el camino en santidad, liderar el camino en amor, en carácter, en adoración, en arrepentimiento, en madurez. Y luego tienes el honor de acompañarla mientras crece en santidad.   Seamos claros: la santidad no se trata de corregir todos esos pequeños defectos y debilidades que encuentras molestos. No se trata de conformarla perfectamente a tu voluntad. Se trata de ayudarla a crecer en pureza delante Dios. Se trata de ayudarla a hacer morir el pecado para que ella pueda cobrar vida en justicia. Es regocijarse en lo que Dios está haciendo que ella sea. Es identificar la gracia de Dios en su vida. Es alentarla en su crecimiento espiritual y alabar y agradecer a Dios por cada parte de él. Es ayudarla a ser tan pura y santa como sea posible. ¿Amas a tu esposa con un amor purificador?   Ama a tu esposa con el amor del evangelio   Esposo, ama a tu esposa con el amor del evangelio. Cristo lava a Su iglesia con el agua de la Palabra, que es el evangelio, y de la misma manera tú debes lavar a tu esposa con el agua de la Palabra que es el evangelio. Esto significa que como su esposo debes estar empapado en el evangelio. Tu amor debe ser moldeado por el evangelio. Tu voz es para hablar el evangelio. Tu vida es para mostrar el evangelio. Necesitas decirle la verdad a tu esposa, guiarla a la Palabra de Dios, recordarle esas preciosas verdades del evangelio, orar con ella, adorar con ella.   ¿Estás lavando a tu esposa con el agua del evangelio? Si no haces nada más en el matrimonio, lee la Biblia y ora con tu esposa. Haz de esto una disciplina diaria. Hay pocas cosas que Dios usa de manera más profunda que un esposo y una esposa juntos en la Palabra y juntos de rodillas.   Ama a tu esposa con un amor intencional  Esposo, ama a tu esposa con un amor intencional. Las bodas son ocasiones de gran alegría, pero también cuentan con un atisbo de tristeza porque debemos reconocer desde el principio que habrá un final. Esta es la razón por la que nos hacemos votos unos a otros que dicen algo como: «Hasta que la muerte nos separe». Puedes tener 60 o incluso 70 años con tu esposa, pero luego uno de ustedes morirá y en ese momento, el matrimonio habrá terminado. Pero ella no terminará. Tu esposa no dejará de existir en el momento en que muera. No, si ella está en Cristo, su vida apenas comienza. Ella tiene un futuro glorioso e interminable más allá de la tumba.   Necesitas tener esto en mente. Tu tarea como esposo, y tu gran gozo, es ayudarla a prepararse para lo que le espera en la eternidad. Es ayudarla a convertirse hoy en lo que será completamente después. Está recibiendo destellos de quién y qué será ella en la gloria. Tú, mi amigo, tienes el gozo de ayudarla para ese gran día. Dios te ha escogido y designado como la persona que la acompañará, la conducirá, la guiará, la protegerá, la conocerá más profundamente, la amará más, en su camino hacia esa ciudad celestial.   Entonces, vive para ella  Así que, decide vivir para ella, sacrifica todo lo que tienes por su bien. Ámala con un amor santificador que se compromete a apartarla para el gran propósito que Dios tiene para ella. Ámala con un amor purificador que la ayude a hacer morir el pecado y cobrar vida para la justicia. Ámala con un amor que está moldeado por el evangelio y cuyo contenido es el evangelio. Ámala con un amor intencional que fije en tu mente y corazón el gran día en que ella será todo lo que Dios la ha creado para ser. ¿La reconocerás en ese día por todo su esplendor, por toda su perfección? Ella será perfecta entonces, limpia del más mínimo pecado, limpia del más mínimo rastro de depravación. Ella será hermosa, radiante y gloriosa más allá de lo imaginable.   Cristo espera el día en que se presentará a Sí mismo la iglesia en esplendor, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, para que sea santa y sin mancha. Ese es Su gran objetivo y anhela ese día. ¿No deberías entonces fijar en tu mente la imagen tuya presentando tu esposa a Cristo? «Aquí está la esposa que me confiaste. ¡¿No está radiante?! ¡¿No es hermosa?! La he amado. Me he sacrificado por ella. La he lavado con la Palabra de tu evangelio. La he visto crecer en justicia y santidad. Y ahora te la presento». Qué honor, qué bendición, que Dios te haya elegido para acompañarla hasta ese lugar, hasta ese día.  Este artículo se publicó originalmente en Challies. 

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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