Desde hace algunos años, cuando se acerca el mes de diciembre, recibo mensajes por diferentes vías que tienen algo en común. Quienes los envían quieren respuesta a la pregunta que lleva por título este artículo: ¿Debemos o no celebrar la Navidad? Con toda honestidad puedo decirte que la primera vez que leí uno de esos mensajes me quedé consternada. Como creyente, para mí la respuesta era obvia. Sin embargo, al ver que la pregunta venía no de una ni de dos sino de varias lectoras, comencé a pensar más en el asunto.
¿Por qué la idea de no celebrar algo tan importante como el nacimiento de Jesús?
Investigando un poco me di cuenta de que la idea proviene, en sentido general, de algo que pudiéramos considerar una confusión histórica. Muchos de los oponentes de la Navidad arguyen que se debe a que esta fiesta tiene origen pagano. Pero ¿es cierta esa suposición? Los anales de la historia revelan algo diferente. * No fue sino hasta el siglo cuarto que los cristianos de Roma comenzaron a celebrar el nacimiento de Cristo. La causa de que comenzara a celebrarse pudiera estar en una controversia teológica de la época, algunos cuestionaban la encarnación de Cristo. Hacer énfasis en su nacimiento era una manera de contrarrestar esta herejía. En ese momento no se le llamaba Navidad a esta conmemoración. El nombre Navidad no comenzó a usarse hasta mucho después, en la Edad Media. Viene del latín “Nativitas” que significa nacimiento. La celebración se hizo tan popular que, para finales de dicho siglo, ya era común en la mayor parte del mundo cristiano. La fecha del 25 de diciembre, como es sabido, no está en la Biblia. De hecho, no encontraremos ninguna fecha en la Biblia de la manera en que hoy las encontramos en libros de historia porque los autógrafos bíblicos vivieron en una época en que los calendarios eran diferentes y la manera de fechar los acontecimientos también. De modo que no sabemos cuál fue el día exacto del nacimiento de Cristo.
¿Por qué entonces se escogió esta fecha?
Bueno, los romanos tenían un festival conocido como Fiesta del Sol Invicto que se celebraba ese día. Cuando el emperador Constantino emitió el Edicto de Milán en el año 313 d.C., puso fin a la persecución contra los cristianos y el cristianismo en cierto modo se convierte en la religión oficial del imperio. En ese momento, la iglesia —para contrarrestar las festividades paganas— escogió asignar el 25 de diciembre a lo que ya venían celebrando, el nacimiento del Hijo de Dios, la Luz del mundo. Así que la historia nos enseña que el origen no es pagano porque lo que celebraban, como ya vimos, es la encarnación de Cristo, muy diferente a cualquier otra fiesta del paganismo romano o cualquier otro. Celebrar la Navidad es celebrar el nacimiento de Cristo, celebrar que Dios fue fiel y cumplió lo que prometió siglos antes, no solo a través de los profetas, sino allá en Edén. Cuando el pecado entró al mundo y nuestra relación con Dios quedo deshecha, el prometió enviar a uno que aplastaría la cabeza de la serpiente: «Pondré enemistad Entre tú y la mujer, Y entre tu simiente y su simiente; Él te herirá en la cabeza, Y tú lo herirás en el talón» (Gn 3:15). Con esa frase metafórica y literal, Dios anunció que Satanás no tendría la última palabra y que el hombre sería rescatado de la condición de muerte que vino como consecuencia del pecado. ¿Cómo lo haría? A través de Cristo. «José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque el Niño] que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados» (Mt 1:20-21). Si en nuestra vida celebramos el cumpleaños de aquellos a quienes amamos porque creemos que es hermoso e importante recordar la fecha, ¿por qué no hacer lo mismo con Cristo? Es cierto que, como en todo lo demás, nuestro mundo caído ha dejado su marca en la celebración. La fecha se ha comercializado y para muchos no es otra cosa que cenas suculentas, compras un tanto desenfrenadas, un cuadro donde no aparece el Salvador. Pero eso no significa que los creyentes no debamos usar este tiempo para celebrar el regalo que Dios nos hizo en Belén. De hecho, sin el nacimiento no habría salvación, ni resurrección ni vida eterna. Sin ese día estaríamos todavía sin esperanza, separados de Dios para siempre. Mi intención con este artículo no es decirte cómo celebrar la Navidad. Hay mucho en ello de preferencia personal. Si te gustan los árboles y otros adornos o no, por ejemplo. (Por cierto, son solo eso, adornos.) La intención es que la verdad disipe las dudas, que entiendas que tienes libertad en Cristo para celebrar esta fecha porque no es algo pagano. Navidad es época de reflexión, Cristo vino. Es época de esperanza, porque recordamos que regresará otra vez. Es tiempo de proclamar las buenas nuevas del Evangelio a un mundo que busca su satisfacción en fiestas que, cuando termine diciembre, solo serán un recuerdo y nada más. Es temporada de irrumpir en adoración junto al coro de ángeles que aquella noche primera dio gloria a Dios. Es un momento para dejar a un lado todo lo que compite por nuestra atención y meditar en la maravilla del Dios-Hombre que vino a caminar junto a nosotros para llevarnos de vuelta al Padre.
* Fuente: Diccionario Bíblico Holman, B&H Español, 2014. Edición Kindle.