Cada don tiene su lugar

Cada uno tiene su lugar en un jardín que ha sido cuidadosamente diseñado por un jardinero experto. Así, también, cada don tiene su lugar en una iglesia que ha sido cuidadosamente diseñada por un Dios sabio.  

Una vez, leí la fábula de una campanilla que había sido plantada en un rincón sombrío de un gran jardín. A pesar de que estaba prosperando en su lugar, un día fijó su mirada en las rosas que habían sido plantadas donde el sol era más brillante y donde más visitantes podían detenerse para contemplar su belleza. De repente y en descontento, la campanilla le preguntó al jardinero si podía ser trasplantada a un lugar más brillante y visible. El jardinero le concedió a la flor su deseo, pero tan pronto como fue trasplantada, comenzó a declinar, sus flores perdieron su brillo, sus hojas, al igual que su raíz, comenzaron a marchitarse y muy pronto, rogó que volvieran a colocarla donde estaba. Entonces, supo que su ubicación original no había sido ninguna equivocación y reflexionó en la sabiduría de un jardinero experto que sabe que las campanillas florecen mejor en la sombra.  Confiamos en que un jardinero experto sabe cómo puede colocar cada planta según el diseño de su jardín. Conoce las plantas que prosperan a pleno sol y las que necesitan sombra, las que florecen al principio de la temporada y las que sólo florecen cuando el verano da paso al otoño, las plantas que muestran sus flores durante un mes y las que solo las muestran durante un día. Su habilidad se muestra en un jardín que es hermoso tanto en el sol como en la sombra, en el frente y en la parte de atrás, en la primavera y el otoño.  Del mismo modo en que el jardinero adecua las plantas a su jardín, Dios adecua los dones a Su iglesia. Él dispensa los dones a cada persona, a fin de que cada uno sea utilizado en amor y para el servicio a los demás. A algunos les da el don de la evangelización y a otros el de la enseñanza. A algunos los capacita para ser especialmente generosos y a otros para enfatizar los actos de misericordia. Estos dones difieren según los sabios dictados de la gracia divina, de modo que unos son privados y otros públicos, unos son visibles y otros discretos, unos requieren de un gran esfuerzo mental y otros de un gran esfuerzo físico. Sin embargo, ninguno de estos dones es superfluo y ninguno es redundante. Nos corresponde identificar los dones que nos ha concedido, recibirlos de su mano y utilizarlos con habilidad y fidelidad para el bien de los demás y para la gloria de Dios.   Con todo, siempre debemos evitar envidiar o denigrar los dones de los demás. Si la campanilla no tiene derecho a ocupar el lugar de la rosa en el sol, la rosa no tiene derecho a menospreciar el lugar de la campanilla en la sombra. Cada uno tenía su propio lugar, su propio propósito y sólo podía prosperar allí. Del mismo modo, no ganamos nada con mirar con envidia a los demás y desear que nos asignen sus dones en lugar de los nuestros. Por el contrario, debemos asumir con gozo nuestra vocación y hacer el mejor de nuestros esfuerzos. Pero tampoco ganamos nada mirando despectivamente a los demás y enorgulleciéndonos de que nuestros dones parezcan más prominentes o más públicos. Por el contrario, deberíamos afirmar que los dones de esa persona son tan sagrados y esenciales como los nuestros ya que al fin de cuentas, proceden de un Dador común para servir a un propósito común.   Así, el cristiano dotado de hospitalidad no debe hablar de ese don como si fuera preeminente entre todos los demás o como si fuera la marca esencial de la obediencia cristiana. No debe despreciar a una persona que pone menos énfasis en la hospitalidad y más en el dar con generosidad, el servicio o el evangelismo. La persona dotada para la enseñanza no debe permitir que su conciencia sea afligida por la persona dotada para la hospitalidad, de modo que descuide su propio don para perseguir el de otra persona. Aunque el lirio florece solo durante unas horas, no es ni mayor ni menor que la petunia que florece durante todo el verano. Cada uno tiene su lugar en un jardín que ha sido cuidadosamente diseñado por un jardinero experto. Así, también, cada don tiene su lugar en una iglesia que ha sido cuidadosamente diseñada por un Dios sabio.   Cuando el apóstol Pablo ayudaba a la iglesia de Roma a resolver sus problemas de conciencia, les instó a perseguir las virtudes del amor, la humildad y la tolerancia. La exhortación que dirigió a sus problemas de conciencia podría aplicarse también a nuestros problemas de dones. «Quién eres tú para juzgar al criado de otro? Para su propio amo está en pie o cae». Cada uno de nosotros tendrá que dar cuenta a Dios, no por los dones que ha dado a otros sino por los que nos ha dado a nosotros. Y por eso, es nuestra responsabilidad, nuestro llamado, nuestro gozo aceptarlos, perseguirlos y utilizarlos para Su gloria. 

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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