Aprendiendo a perdonar a los miembros de nuestra familia

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PRESENTADOR:

Buen día a todos. El episodio pasado abordamos el tema de la rivalidad entre hermanos, un tema común en la Biblia y una preocupación en muchos de nuestros hogares. Hoy consideraremos el tema de perdonar a los miembros de nuestra familia.

La pregunta es de un oyente del podcast, un joven que vive en Brasil. Escribe lo siguiente: “Hola, pastor John, gracias por este podcast, que ha sido un recurso que Dios ha utilizado en mi propia santificación. Mi pregunta es la siguiente: mi familia lucha con perdonarse unos a otros, y ha sido así durante años. Argumentan que ‘incluso Jesús fue duro con Sus enemigos, así que ¿por qué debería perdonar a mis enemigos?’. ¿Qué les respondería usted? Al tratar con heridas del pasado, ¿cuál es la diferencia entre Jesús tratando con Sus enemigos como los fariseos, contrastado con lo que Dios espera de nosotros al tratar con los miembros de nuestra propia familia que han pecado contra nosotros?”.

JOHN PIPER:

Esto es absolutamente crucial. Es cuestión de vida o muerte, y me refiero a vida o muerte eternas, como veremos dentro de un momento. Así que me tomo esta pregunta muy en serio, y espero que esta familia también se la tome en serio.

¿Qué es el perdón?

Primero, aclaremos qué es y qué no es el perdón. Esto es un gran obstáculo para mucha gente. Cuando empiezan a considerar si deben perdonar o no, no se detienen a definir qué es y qué no es el perdón. Hagámoslo.

En primer lugar, perdonar no es pensar, decir o actuar como si no se hubiera cometido una gran injusticia. Es posible que te hayan hecho un gran mal.

En segundo lugar, perdonar no es restablecer una relación maravillosa. En Romanos 12:18, Pablo dice: “Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres”. Quizá no sea posible. También dice en Colosenses 3:13: “[sopórtense] unos a otros y [perdónense] unos a otros, si alguien tiene queja contra otro”. Ahora bien, “soportarse unos a otros” significa, literalmente, “tolerarse unos a otros”. En otras palabras, habrá cosas frustrantes, molestas, incluso hirientes de los demás que ninguna cantidad de perdón arreglará, y deben ser soportadas. Debemos sobrellevarlas. Verás por qué en un minuto.

En tercer lugar, el perdón no significa que la confianza se restablezca inmediatamente. Esto es crucial. Muchos piensan que perdonar es devolver la confianza a alguien que te ha traicionado. Pero eso supone que la persona ha cambiado y que no sigue los mismos patrones de vida que le llevaron a hacer el mal. Pero, de hecho, pueden estar peor, no mejor. Es posible que el perdón conduzca a una confianza nueva y más profunda; es posible que no.

En cuarto lugar, el perdón puede ser real aunque la otra persona no lo acepte o no lo quiera. Quizá piensen que no han hecho nada malo. Ese es un gran problema en muchos matrimonios, por ejemplo. Tú quieres perdonar, y ellos no creen que te han hecho daño. En esos casos, la transacción completa de arrepentimiento y perdón no es posible, pero un espíritu perdonador todavía es posible. Y si eso es todo lo que podemos dar, porque no quieren nuestro perdón, entonces el Señor toma en cuenta eso —ese espíritu perdonador— como nuestro perdón. Hemos hecho todo lo que podemos hacer. Hemos demostrado que somos personas que perdonan. Puedes amar a tu enemigo aunque siga siendo tu enemigo, si así lo desea.

Entonces, si el perdón no es eso, ¿qué es? El perdón es querer el bien, no la ruina, de quien te hizo daño, a pesar del mal, y luego actuar en favor de su bien. No dejarás que el mal estrangule tu amor. No dejarás que su pecado te haga pecar. Ora por su bien y trabaja por él.

¿Por qué es crucial el perdón?

Bien, con estas aclaraciones en mente, ¿por qué digo que el perdón es tan crucial?

1. Fuimos grandes enemigos de Dios

Tú, como cristiano, has sido perdonado de una ofensa contra Dios que es millones de veces más grande que cualquier ofensa o pecado que otro ser humano ha cometido contra ti. Efesios 4:32 dice: “Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo”. La ofensa por la forma en que has tratado a Dios con tu pecado e incredulidad fue tan grande que a Dios le costó la muerte de Su único Hijo divino para perdonarte. En otras palabras, tu deuda era infinita. Nadie que te haya ofendido te ha ofendido tanto como tú has ofendido a Dios. Y, sin embargo, somos perdonados. Tú y yo, cristiano, somos perdonados.

¿Qué significa que nos neguemos a perdonar? Esto es lo que significa. Significa que pensamos que Dios es un tonto al perdonarnos. “Él está actuando como un tonto, porque yo no voy a actuar así. Yo no voy a ser estúpido y tonto de esa manera. Entonces, Dios debe ser tonto para perdonarme ya que yo no voy a perdonar”. Eso es bastante serio. Reflexiona en esto. Es muy serio pensar que Dios es tonto o actuar como si lo fuera.

2. Jesús murió por Sus enemigos

Nuestro amigo de Brasil dice que sus familiares que no perdonan dicen: “incluso Jesús fue duro con Sus enemigos, así que ¿por qué debería perdonar a mis enemigos?”. Una respuesta es que Jesús perdonó a Sus enemigos. Colgado en la cruz para comprar nuestro perdón, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Por supuesto, fue duro con los fariseos y los escribas. Y la razón por la que fue duro con ellos es porque no perdonaban. Pero mientras era duro, iba camino a morir por ellos si tan solo confiaban en Él. Así que Jesús perdonó a Sus enemigos.

3. La gente perdonada perdona

Jesús dijo que si no perdonamos, no seremos perdonados. Mateo 6:14-15: “si ustedes perdonan a los hombres sus transgresiones, también su Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus transgresiones”.

Y luego contó una parábola para enfatizar esta impactante realidad. Un rey perdonó a un esclavo que le debía miles de millones. Y esa es una buena manera de describir la situación en la parábola, porque la cantidad de la deuda era como el salario de veinte mil años. Es decir que el esclavo le debía miles de millones de dólares al rey. Entonces el esclavo salió y le retorció el cuello a otro esclavo que le debía diez dólares. Y el rey hizo que lo metieran a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda, es decir, para siempre (Mateo 18:23-35). ¿Por qué? Porque en la relación con Dios, el perdón debe ir en ambos sentidos. Dios da y nosotros recibimos. Aquel esclavo no recibió el perdón del rey. Lo despreció, se burló de él, lo menospreció, lo pisoteó.

Cuando no perdonas a otro su deuda mientras afirmas amar al Dios que perdonó la tuya, es solamente pura hipocresía. Actúas como si Dios fuera tonto al perdonarte. Y así, si sigues pensando que Dios es un tonto, perecerás y no serás perdonado.

4. Viene una gran recompensa

Cuando el perdón parezca difícil, piensa en la recompensa. Eso es lo que dice Jesús en Mateo 5:11-12: “Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande”. Así que, cuando el daño que has sufrido parece tan grande que no puedes regocijarte ni perdonar, Jesús dice: “Recuerda tu recompensa. Recuerda tu recompensa. Será muy grande”.

5. Dios pagará

Una verdad más sobre el perdón la encontramos en Romanos 12:19-20. Una de las razones por las que tropezamos con el mandamiento de perdonar a los que nos han herido es la sensación de que si no los castigamos de alguna manera, se saldrán con la suya después de haber cometido un gran mal. Sentimos que se van a librar después de haber cometido una verdadera injusticia. Por tanto, hay un sentido en el que nuestro amor por la justicia nos hace dudar a la hora de dejar pasar la ofensa o el daño. Sentimos que si lo dejamos pasar, simplemente no se hará justicia, y eso estaría mal, así que justificamos nuestra venganza.

Pero el problema con esa forma de pensar es que Dios nos ha dicho precisamente que se hará justicia, y que Él la hará. Hará justicia mucho mejor de lo que podríamos hacerlo nosotros. Esto es lo que dice en Romanos 12:19-21: “Amados, nunca tomen venganza ustedes mismos, sino den lugar a la ira de Dios”. Ahora bien, ese dejar que Dios se ocupe de ello es parte de lo que implica el perdón: lo dejas. Pablo continúa: “porque escrito está: ‘Mía es la venganza, Yo pagaré’, dice el Señor. ‘Pero si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber, porque haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza’. No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien”.

Ahora bien, lo sorprendente de esta promesa —“Yo pagaré”— es que es cierta para todos los males que los incrédulos nos hacen y para todos los males que los creyentes nos hacen. Si otros nos hacen daño y nunca se vuelven a Cristo y permanecen siendo incrédulos hasta que mueren, irán al infierno, y todos los males que hayan hecho serán debidamente pagados —de hecho, serán pagados más terriblemente que cualquier cosa que pudiéramos hacer en esta vida—. Así que no necesitamos hacerlo. No necesitamos venganza.

Si quienes nos agravian son verdaderos cristianos o se convierten en cristianos en algún momento de su vida, entonces el mal que nos hicieron —con todos sus demás pecados— fueron castigados en el sufrimiento de Cristo. Cristo soportó el castigo por los pecados que cometieron contra nosotros. Permíteme repetir esa frase, porque creo que puede tener un gran impacto en la forma en que nos tratamos unos a otros: Cristo soportó el castigo por los pecados que cometieron contra nosotros.

Piensa en lo que eso significa si no estamos dispuestos a perdonar su mal contra nosotros. Significa que actuamos como si los sufrimientos de Cristo no fueran suficientes. Estamos haciendo caso omiso de los horrores que soportó para cargar con la culpa de ese mal cometido contra nosotros. No queremos tener esa horrible actitud. No queremos. Es una actitud peligrosa pensar que los sufrimientos de Cristo son insuficientes.

Así que, querido amigo de Brasil, oraré por tu familia y por ti: para que vean la gravedad de lo que está sucediendo al no perdonar, y para que tú intentes ser un hermoso ejemplo para ellos de cómo es el perdón. Oraré por ti. Espero que tú también ores por mí.


Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/learning-to-forgive-family

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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