Aquí tenemos un enigma pastoral sobre en el cual reflexionar. En 1412, el predicador Juan Huss, anterior a la Reforma, se encontró ante una difícil decisión. La Iglesia Católica Romana lo había excomulgado por negarse a quemar sus copias de los escritos de John Wycliffe y ahora la Iglesia también había dictado un interdicto contra la ciudad de Praga por su culpa. Se trataba de una táctica intimidatoria que significaba que, mientras él estuviera en la ciudad, no se podrían administrar sacramentos. Según la teología católica romana, el entredicho ponía a toda la ciudad en riesgo de perder su salvación. Huss se vio sometido a una presión extrema para decidir si huía de su congregación y veía levantado el entredicho, o si se quedaba y, con toda probabilidad, se enfrentaba a la muerte.
En una carta a sus amigos, Huss expresó sus pensamientos sobre el asunto, concluyendo finalmente con el consejo de San Agustín (que, por supuesto, había sido escrito muchos, muchos años antes).
Ardo en celo ardiente por el evangelio; y mi alma está triste, porque no sé qué resolver. He meditado en estas palabras evangélicas de nuestro Salvador (Jn 10:11-12): “El buen pastor da Su vida por las ovejas. Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, entonces el lobo las arrebata y las dispersa”.
También he meditado estas palabras de San Mateo 10:23: “Pero cuando los persigan en esta ciudad, huyan a la otra”. De estos dos preceptos, tan diferentes entre sí, ¿cuál debo seguir? No lo sé…
Por lo tanto, roguemos humildemente a Dios Todopoderoso, para que se digne revelarnos lo que debo hacer en la presente circunstancia, a fin de que pueda morar en el camino recto. El consejo que el bienaventurado San Agustín expresa en su carta, es sabio: establece de hecho, que en circunstancias en las que podamos estar preocupados solo por nosotros mismos, la huida está permitida, y cita sobre el punto el ejemplo de San Atanasio; pero si todo el rebaño está expuesto, debemos resignarnos a nuestra suerte, para hacer lo que pueda resultar más útil a la iglesia (Letter of John Huss [Cartas de Juan Huss], 19-21).

El consejo de Agustín era que un pastor podía, en buena conciencia, abandonar su congregación siempre que su marcha no expusiera a las ovejas a los lobos. Sin embargo, si era probable que su marcha dejara a las ovejas vulnerables a los ataques, por amor a su rebaño debía quedarse y soportar lo que pudiera venir. Esto me parece una forma sabia de enfrentar una situación difícil.
Finalmente, Huss abandonó Praga, convencido de que su pueblo sería atendido incluso sin él. Hasta su martirio en 1415, visitó la ciudad siempre que pudo y escribió numerosas cartas pastorales a la congregación.
Publicado originalmente en Challies.