Catalina de Borbón, hija de Juana de Albret y nieta de Marguerite de Navarre, fue la tercera en una línea de mujeres que encontraron a Cristo a través de la lectura de las Escrituras, abrazaron el evangelio y negaron la religión de Francia del siglo dieciséis.[1] Estas mujeres vivieron en contra de la cultura moderna, renunciaron a los beneficios de su posición de poder y dependieron completamente de Dios a pesar de la oposición y rechazo durante las guerras de religión de Francia (1562-1598).[2]
1. No se adaptaron a la cultura moderna
La madre de Catalina de Borbón fue diligente en proveer un excelente currículo y de poner a cargo de la educación de su hija al maestro y reformador Theodore Beza. Catalina tuvo la mejor educación de ese tiempo, que incluyó hebreo, griego y teología. Además, la sabia madre, expuso a su hija a mujeres maduras en la fe contratándolas como institutrices.
Catalina tuvo un buen comienzo, pero cuando murió su madre a sus trece años, la situación llegó a ser muy diferente. Su hermano, Enrique IV, tomó el trono de Francia en 1561, se retractó de la fe que les había inculcado su madre y sucumbió a la religión del poder: el catolicismo romano.
A pesar de que su hermano hiciera todo lo posible para que Catalina se convirtiera al catolicismo, ella permaneció firme en su alianza con Cristo. Así fue cómo describió su incansable lucha por sacar a su hermana del protestantismo en una de sus cartas: “No hemos podido vencer a mi hermana la duquesa de Bar, con todos nuestros esfuerzos y recursos… aún con todo el consejo, persuasión y la autoridad que tengo sobre ella…”.[3]
2. Su temor a Dios fue mayor que su temor al hombre
Inicialmente, el rey Enrique IV, le otorgó libertad de culto a Catalina. Sin embargo, unos años después decidió casarla por beneficio político con un hombre con quien no compartía su fe evangélica.
Antes de su casamiento, Catalina tuvo audiencias con el clérigo de la Iglesia Católica Romana logrando que se firmara el Edicto de Nantes. El edicto cambió el futuro de Francia, y “por más de nueve décadas, los protestantes franceses pudieron practicar su fe bajo la protección legal debido a Nantes y a la influencia de Catalina”.[4]
El Edicto de Nantes, les otorgó libertad de culto religioso a los franceses protestantes.[5] Pero para Catalina, la vida no fue tan simple. Al ahora formar parte de un matrimonio arreglado por intereses políticos, a la recién casada se le privó de poder reunirse y de continuar su comunión con su familia espiritual.
3. Su esperanza estaba puesta en la eternidad
A pesar de ser libre para practicar su fe, Catalina fue obligada a casarse con un hombre católico. Su hermano le había hecho creer que ella continuaría con esa libertad de culto religioso, pero poco tiempo después de unirse en matrimonio, Catalina fue separada de su familia espiritual y obligada a cumplir con sus deberes de la realeza. Además, Catalina deseaba tanto poder tener un hijo, lo cual le fue imposible.
Durante todos esos años de lucha sufrió depresión, infertilidad y aislamiento. Su dependencia del Señor fue lo que la sostuvo.
Existen varios escritos de Catalina, incluidos sonetos y cartas a su estimado maestro Beza. En estos podemos ver que en su dolor, Catalina recurrió constantemente a la oración para pedirle fuerzas al Señor para poder vivir en un mundo contrario a su fe.
Catalina escribió esta oración cuando se encontraba enferma y probablemente cerca de su muerte:
Amable y buen Padre, quien conoce todo,
No cierres Tus ojos a mis ojos llenos de lágrimas
Mira mis luchas desde Tus altos cielos
Y no cierres Tus oídos a mi llanto triste.
Oh Dios, descanso en toda Tu bondad;
Con un corazón humilde levanto a Tí mis votos.
Haz conmigo, oh Todopoderoso, lo que desees…
…los placeres de este mundo no tienen poder sobre mí,
Ni las propiedades ni la grandeza pueden sacudir mi fe,
Mi más preciado deber es vivir en Tu temor.[6]
¿Cómo podemos imitarla?
Catalina es un gran ejemplo de un temor santo. Ese temor hacia Dios la llevó a sostenerse completamente de su fe y a no sucumbir a los placeres y comodidades de este mundo. Ella tenía todo a su disposición. Siendo hermana del rey de Francia, una hermana amada y respetada en un inicio, pudo haber sido beneficiada de todo lo que Enrique IV poseía.
Pero, para Catalina, su amor a Dios, a Su Palabra y a Cristo fueron mucho más fuertes. En lugar de aliarse con la Iglesia Católica para continuar con relaciones beneficiosas de poder, ella estuvo dispuesta a perder su libertad, su posición y sus riquezas.
Cuando tuvo oportunidad de hablar en público e influir en las leyes, lo hizo con valentía. Y cuando tuvo que sufrir, lo hizo por amor a Dios.
Que el Señor nos de sabiduría y valentía para enfrentarnos a la cultura de nuestros días, a defender la verdad, a preparar a las futuras generaciones a defender su fe y a mantenerse firmes en medio de las ofertas más tentadoras y los sufrimientos más dolorosos.
[1] Tanner Swanson. The princess protector [La princesa protectora].
[3] Henri IV a Monsieur de Bethune, Marzo 21, 1602, en Couchman, “Resisting Henri IV, Catherine de Bourbon and her Brother” [“Resistiendo a Enrique IV, Catalina de Borbón y su hermano”], 73.
[4] Rebecca Vandoodewaard en 12 Faithful Women [12 mujeres fieles]. (Austin, TX: 2020) The Gospel Coalition. 134
[5] Edicto de Nantes. Encyclopedia Britannica. https://www.britannica.com/event/Edict-of-Nantes
[6] De Bourbon, Sonnets de Madame…qu’elle a composes Durant sa maladie [Sonetos de la señora, compuestos durante su enfermedad]. 1595, en De Bourbon, 206-207.