PRESENTADOR:
Pastor John, ¿qué esperanza ofrecería usted a una esposa estresada, o a un esposo estresado, que está decepcionado con su cónyuge, frustrado con su matrimonio, y que ahora está considerando el divorcio como una salida a sus frustraciones?
JOHN PIPER:
Bueno, lo primero que puedo decir es que en el matrimonio y la paternidad se experimenta más dolor que en ningún otro contexto en el mundo.
Este es el precio de hacer pactos y cumplirlos. A Jesús le costó la vida ese tipo de relación. Por lo tanto, no estoy minimizando el tipo de dolor que se puede sufrir en una relación de paternidad o matrimonial.
Así que, diría a este cónyuge que el camino hacia la esperanza no es el camino del divorcio. Dios puede rescatar a los pecadores después del desastre de un divorcio, pero nos advierte que no pequemos para que abunde la gracia (Romanos 6:1).
El pecado planeado no va acompañado de ninguna promesa de esperanza. Jesús dijo: “Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe” (Marcos 10:9). Y la razón más profunda de esa prohibición de romper el matrimonio es que el matrimonio fue creado por Dios desde el principio como una imagen o una expresión del amor del pacto entre Cristo y Su iglesia (cf. Efesios 5:22-33).
Súplica sincera
Por lo anterior, mis palabras de esperanza comienzan con una súplica. Se la he hecho innumerables veces a mujeres y hombres. Quita de tu mente la idea de que el divorcio es un remedio. No lo consideres. Díganse a sí mismos, en la verdad de Cristo, por el poder del Espíritu Santo: “Esta no es una opción. No voy a seguir con esto. Puede ser forzado sobre mí, pero no voy a perseguirlo yo mismo. No lo quiero”. Ora y trabaja para ir en esa dirección, en la dirección opuesta al divorcio.
Es posible que hayas pecado en tu camino a este matrimonio. Mucha gente dice: “Bueno, yo lo arruiné todo desde el principio. Tomé toda clase de decisiones equivocadas acerca de este hombre. No actué de una manera madura y bíblica”. Y yo digo: “Eso es verdad. Es posible que hayas pecado al entrar en esta relación, pero ahora que estás casada, este hombre es el hombre de Dios para ti”.
Esa es una verdad asombrosa. Él es la elección de Dios para ti. Sí, lo es, no importa cuánto desees poder hacerlo todo de nuevo. Así que, mira a Jesús como el que te satisface. Confía en que el camino de los sueños perdidos en esta vida es el camino del mayor gozo después que se toman en cuenta todas las cosas.
Tu mayor felicidad
Debes saber esto: maximizar tu felicidad terrenal no es la meta de la vida o del matrimonio. La meta es maximizar tu felicidad eterna, porque Dios dijo —y creo que esto es realmente crucial para el matrimonio—: “nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza. Y la esperanza no desilusiona” (Romanos 5:3-5).
En otras palabras, el matrimonio puede decepcionarnos con mil tribulaciones, pero la obediencia a Dios llena de esperanza nunca, nunca nos decepcionará. Dios lo dice.
La esperanza no decepciona. Pero escapar de la tribulación —la tribulación que exige la obediencia—, escapar de la tribulación que no promete esperanza ni está llena de esperanza no es el camino hacia la mayor esperanza ni la mayor alegría.
Desear el cambio
Es bueno y correcto querer que las cosas cambien ahora. Oh, sí, todos queremos eso. Queremos que las cosas cambien ahora, en relación con nuestros cónyuges y con nosotros mismos. Y creo que por eso Pedro escribió 1 Pedro 3:1-7 para las esposas en particular, porque estas palabras están destinadas a ayudar a una mujer a saber cómo pensar en cambiar a su esposo, en este caso, un esposo incrédulo.
Ella debe orar fervientemente por él y por toda la situación. Por eso están ahí esos versículos. Yo le recomendaría que orara detenidamente considerando esos versículos. Pero que no ponga sus mayores esperanzas en que él cambie.
Si cambia, probablemente se volverá exigente, fastidiosa y enojada, todo lo cual será contraproducente. Por lo tanto, mi consejo es que concentres las principales energías de tu corazón no en arreglar sus fracasos, sino en profundizar tus propias respuestas piadosas a esos fracasos. Eso es lo que Dios espera de ti. Dios no te hace responsable de los pecados de tu esposo. Pero sí te hace responsable de la piedad de tus respuestas a esos pecados.
Habrá miles de actos de gracia que tu esposo no recompensará, o tal vez ni siquiera notará. Y te sentirás muy sola en tu dolor. Pero aférrate a esta verdad: Dios te ve en lo secreto. Esto dice Mateo 6:3-4. Dios ve cada pequeña expresión de tu paciencia, misericordia y respeto. Las ve todas y las escribe todas. Tus penas en silencio nunca son en vano. Te serán recompensadas en el último día y, tal vez, en esta vida más de lo que puedas imaginar. Cuando hayan pasado las décadas, Dios podría obrar un milagro en ese hombre, y tu vida podría terminar de una manera que nunca soñaste.
Un testimonio maravilloso
Permíteme terminar con un ejemplo. Una mujer se me acercó un domingo cuando llevaba unos treinta años de ministerio. Lo recuerdo muy claramente. Me recordó que cuando estaba a punto de dejar a su esposo hacía veinte años, vino a mí y le supliqué que no lo hiciera.
Me dio todas las razones posibles: él era totalmente insensible, poco afectuoso, viajaba todo el tiempo, no le prestaba atención, no se preocupaba por los niños… todas las razones por las que él simplemente no estaba allí.
Ahora, veinte años después, habiendo permanecido en el matrimonio, ella dijo: “Está construyendo una habitación en nuestra casa para que mi madre se quede con nosotros en sus últimos años, lo cual es el acto de amor más maravilloso y sacrificial que podría haber hecho por mí”. Se había convertido en un hombre amable y considerado, y muy diferente. Solo me dio las gracias y me dijo: “Hoy me estuviera perdiendo de eso”.
Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/to-a-spouse-considering-divorce