Pastor, tu familia es tu primer ministerio

En nuestro contexto, los pastores son reconocidos por su elocuencia al predicar y enseñar la Palabra de Dios, y por su gran conocimiento sobre los misterios que, en ocasiones, encontramos en las Escrituras.

El rol de un pastor es de gran importancia dentro del cuerpo de Cristo. A menudo, lo identificamos como el líder que predica, enseña y guía a la congregación en su crecimiento espiritual. Sin embargo, detrás de esta imagen pública, existe una realidad menos visible pero igualmente vital: la vida personal y familiar del pastor. Este artículo busca profundizar en la responsabilidad primaria que tiene un pastor, no solo hacia la iglesia, sino hacia su propia familia. Al examinar las Escrituras, debemos preguntarnos: ¿cuál es el ministerio más importante de un pastor?

El pastor: una oveja necesitada de cuidado

Al hablar sobre la vocación de “pastor” u “obispo”, el probable que venga a nuestra mente la imagen de un título importante, una posición de prestigio que todos deben respetar y obedecer. En nuestro contexto, los pastores son reconocidos por su elocuencia al predicar y enseñar la Palabra de Dios, y por su gran conocimiento sobre los misterios de las Escrituras. Es una bendición tener pastores que predican la Biblia tal como Él nos la ha dado; Pablo mismo habla de ellos como regalos que sirven para la madurez de la iglesia (Ef 4:11-12).

Sin embargo, a veces se nos olvida que ellos también son ovejas, cristianos con la necesidad de cuidado y supervisión. Pocas veces nos preguntamos: “¿Quién está velando por el corazón de este pastor?”, “¿es su vida coherente con todo lo que enseña?” y “¿su familia daría testimonio de él diciendo que vive de acuerdo con lo que predica?”.

Debemos recordar que los ministros también son ovejas del rebaño. / Foto: Lightstock

Lastimosamente, no muchos creyentes toman el tiempo necesario para pensar en el bienestar de los pastores. Quizás estamos acostumbrados a ser consumidores, por lo que no vemos al pastor como un hermano en Cristo que necesita oraciones, exhortación y ayuda, sino como un proveedor de servicios. Solemos asumir que todo está bien en su hogar y que no necesita apoyo de ningún tipo.

Sin embargo, el corazón y la conducta del pastor son mucho más importantes que su ministerio. Esto es evidente de los requisitos que Pablo define para todo el que desea ser pastor: “Palabra fiel es esta: si alguien aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer. Un obispo debe ser, pues, irreprochable…” (1Ti 3:1-7). Claro, allí hay un requisito relacionado con ser “apto para enseñar”, pero la conducta santa en todas las áreas de la vida es enfática.

Lastimosamente, no muchos creyentes toman el tiempo necesario para pensar en el bienestar de los pastores. / Foto: Lightstock

Cuidar bien del hogar para gobernar la iglesia

Ahora, entre todos los requisitos dados por Pablo, hay uno que parece tener una importancia particular. Si bien el obispo debe gozar de una buena reputación con los de afuera de la iglesia, parece que en el hogar demuestra si en realidad es capaz de gobernar la iglesia. Pablo dice: “Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad; (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?)” (1Ti 3:4-5). Al fin y al cabo, si vivimos el evangelio en lo secreto del hogar, inevitablemente eso se reflejará en nuestra vida pública con los de afuera. Así que, el primer ministerio de todo pastor es su familia.

En Guatemala tenemos un dicho: “Luz de la calle, oscuridad de la casa”. Por nuestro pecado, podemos comportarnos de una manera con los de afuera y ser diferentes en nuestro hogar. He observado a esposas de pastores hacer gestos de desacuerdo o burla cuando su esposo está predicando, o a sus hijos ser indiferentes a la enseñanza de su papá. Es lamentable que el pecado nos lleve a pensar que el pastorado es una posición ajena a nuestra identidad como hijos de Dios.

Si vivimos el evangelio en lo secreto del hogar, inevitablemente eso se reflejará en nuestra vida pública con los de afuera / Foto: Getty Images

Entonces, concluimos que la familia es el lugar en el cual el pastor practica y confirma su llamado: allí es donde realmente aprende a discipular, amar, perdonar y ser enseñado, para que luego pueda hacerlo con sus ovejas en la congregación.

Pero, ¿qué significa “gobernar”? En el lenguaje original, la palabra en griego proḯstēmi, que se traduce como “gobernar”, significa “estar delante en rango; presidir o dirigir”. Para guiar a otros hacia la santidad, es necesario tener un carácter adecuado que cuide de otros y los motive a seguir el liderazgo, tal como lo hizo Cristo con Su novia, la iglesia, al morir por ella.

Gobernar no significa ser abusivo al hablar y actuar, ni dar órdenes sin considerar el corazón de su esposa e hijos. El que gobierna bien su casa y tiene a sus hijos en sujeción, lo hará en amor, con el propósito de cuidar, aconsejar, guiar, exhortar y apoyar a su esposa e hijos, primero con la instrucción de la Palabra de Dios, y luego con la práctica de esa instrucción. 

Una aclaración es importante: se fallará en realizar a cabalidad esta tarea. En esos casos, la confesión, el arrepentimiento y el pedir perdón deben caracterizar a un hijo de Dios.

Mucho más que predicar

En resumen, el llamado pastoral es mucho más que predicar desde el púlpito o liderar una congregación. Aunque estas responsabilidades son importantes, la verdadera esencia del ministerio de un pastor comienza en su hogar. La familia es el lugar donde el pastor demuestra su capacidad de gobernar con amor, paciencia y sabiduría, reflejando el carácter de Cristo. Si un pastor no puede cuidar de su propia casa, difícilmente podrá cuidar de la iglesia del Señor. Por lo tanto, el primer ministerio de un pastor es su familia, y es allí donde su vida y su liderazgo deben reflejar el evangelio de manera más clara y constante. Que todo pastor recuerde que su vocación, antes que ser pública, es profundamente personal, y que en su hogar se pone a prueba la autenticidad de su llamado.

Sergio Cano

Sergio Cano es esposo de Susana tienen tres hijos, Susana María, Sergio Alejandro y Daniela. Vive en la ciudad de Guatemala. Es diácono de iglesia Reforma, donde juntos sirven en discipulado a matrimonios e individualmente. Tiene un diplomado en consejería bíblica con la Organización Hope for the Heart.

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