¿Qué es empoderar? Según el diccionario es un verbo que significa: “Adquirir, por parte de un grupo social desfavorecido, poder e independencia para mejorar su situación”. El mundo usa este término para enfatizar que la mujer ha sido oprimida desde siempre, por lo que debe ser liberada por otras mujeres para mejorar su situación ya que solo una mujer entiende mejor a otra. Al final, la mujer se convierte en su propio dios decidiendo lo que es mejor para ella. Algunas corrientes posmodernas que se llaman cristianas, usan este término casi de la misma manera, solo que al final dicen: “es para la gloria de Dios”. Por ejemplo, he escuchado: “Somos las princesas de Dios”, “Dios nos creó de último para sellar con broche de oro la creación”, “Somos su especial tesoro (tácitamente más que los hombres)”, “Ámate a ti misma”, “Dios quiere que seas feliz”, etc. Sin embargo, estas y otras frases que escuchamos, son enseñanzas del mundo que se infiltran en la iglesia para desvirtuar el propósito de Dios con las mujeres, su creación, y lo que realmente dice la Biblia que significa “dar poder a la mujer”. Ahora bien, ¿qué es lo contrario a empoderar? Marginar, negar, quitar, esclavizar, maltratar, negligencia, etc. Es contra esto que las mujeres que gritan: “necesitamos ser empoderadas”, están luchando. No quieren ser esclavizadas o maltratadas. Ellas quieren ser como el hombre y más que el hombre. Quieren ejercer sus habilidades y dones como ellas quieren. Quieren hacer con sus cuerpos lo que ellas quieren. Quieren decidir qué es ser esposa, si es que lo son. No podemos negar las estadísticas de abuso contra la mujer, no podemos negar la violencia que a lo largo de la historia la mujer ha sufrido, tampoco podemos negar que la mujer no ha “disfrutado” de las libertades que los hombres han tenido a lo largo de la historia y mucho menos, podemos negar que ciertamente la mujer no ha contado con los mismos derechos civiles que el hombre ha tenido. Así que, según ellas, la solución es revelarse contra los hombres y sus leyes -que son el enemigo- y ahora ellos deben pagar por lo que han hecho a las mujeres.
El problema
¿Sabes cuál es el problema? Los lentes con que vemos todo lo que acontece y que luego procesamos como verdad o mentira. Lentes que se han alimentado de la cultura, de la crianza y ciertamente de las diferentes enseñanzas influyentes en nuestras vidas. Lentes que han trazado una línea lógica de pensamiento en cómo te ves a ti misma como mujer, y cómo ves a los hombres, y por ende a quien los creó. Lentes alimentados de un corazón que sufre vacíos que empañan lo que ven. ¿Quién nos puede dar lentes y un corazón nuevo? El Creador. Si crees que Dios existe, si crees que Dios ha creado todo, incluyendo al hombre y a la mujer, entonces estarás de acuerdo conmigo que quién crea, tiene derechos de autor. Por tanto, quien crea, también lo ha hecho según Su decisión. Dios creó al hombre y a la mujer anatómicamente diferentes, y sopló vida en ellos, no solo son seres físicos, sino espirituales. Además, si crees que Dios es el Creador de todo, e incluso de la historia de este mundo, es decir, es soberano y gobierna sobre todo y todos, incluyendo los caminos de cada persona, entonces como Creador, también te dio un propósito y las habilidades para hacerlo (Daniel 4:35; Isaías 43:7; 45:9; Efesios 1:6–14). Si esto es así, no podríamos hablar de empoderamiento de las mujeres sin hablar del poder creador de Dios. Dios nos crea a Su imagen y semejanza (Génesis 1:27). Esto no quiere decir que somos “pequeños diositos”, porque nos crea con un propósito: “sean fecundos, multiplíquense, administren la tierra, aliméntense e inicien una familia” (Parafr Génesis 1:28–30; 2:24), o sea, somos siervos y siervas de Dios. Ellos estaban muy bien con este plan. Pero la historia de Dios nos narra que el hombre y la mujer se rebelaron contra Dios cuando la mujer escuchó a la serpiente decir: “con que Dios ha dicho”, tentándola a dudar de la bondad de Dios en Su Palabra al respecto de su llamado, propósito y quien es Él (Génesis 3:1–5); y su marido juntamente con ella. Hombre y mujer pecaron. A partir de allí todo fue corrompido, la tierra, su alma o corazón, sus cuerpos pues ahora morirían, sus mentes, la relación entre ellos, pero sobre todo su relación con Dios (Génesis 3:8–24). Por lo que el problema de todo ser humano, es el pecado. El pecado corrompió cómo ahora el hombre y la mujer se relacionan con Dios, unos con otros, y lo que creen que Su Creador desea de ellos. Ahora son esclavos de ellos mismos, de sus pasiones y deseos en sus corazones. La bondad de Dios en crearlos y darles propósito se empañó en los lentes de los hombres y mujeres por causa del pecado, y desde ese momento el sufrimiento se volvió parte de sus vidas.
La solución
Ahora bien, muchas mujeres creen en Dios; sin embargo, quienes hemos sido llamadas a Él, sabemos que eso no es suficiente. Allí mismo en el relato de la creación de los primeros hombres que representan a la humanidad (Romanos 5:12–21), Dios nos escribe de forma poética la esperanza de toda mujer y hombre: “Pondré enemistad Entre tú y la mujer, Y entre tu simiente y su simiente; Él te herirá en la cabeza, Y tú lo herirás en el talón” (Génesis 3:15) Vendría un Hombre, nacido de mujer, que herirá de muerte a la serpiente en la cabeza. ¿Quién es el hombre? La Biblia dice: Cristo. “Así pues, tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres” (Romanos 5:18). ¿Quién es la serpiente? La Biblia dice: “la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Génesis 12:9b). Pero ¿Qué debe suceder en los hombres y mujeres en medio de esto? ¿Qué necesitan los hombres y mujeres? Creerlo. No basta decir que creemos solo en Dios, necesitamos creer en ese Hombre, Su Hijo: Cristo Jesús y Su obra redentora de muerte y resurrección, en Su acto de justicia en la Cruz en favor de los que creen y se arrepienten de su rebelión imitando a sus primeros padres (Juan 3:16; Romanos 5:12). Cuando crees, Él da a Su Espíritu que viene a morar en los creyentes para unirnos a Cristo (Romanos 8:11). Esa es la solución, creer en nuestro representante delante del Dios Creador que se vuelve nuestro Padre porque nos adopta juntamente con Su Hijo (Efesios 1:15; Romanos 8:15). Dios hizo todo esto para que podamos tener una relación con Él, esto significa que Él se preocupa de nosotras como Dios, pero también como Padre. Y nosotras nos relacionamos con Él como criaturas y como hijas. Él está interesado en todo acerca de nosotras, y nosotras debiésemos estar interesadas en todo acerca de Él que nos deja escrito en Su Palabra. Entonces, la pregunta es: ¿Crees en Cristo y Su obra?
Empoderar o santificar
Hasta aquí, te pregunto bíblicamente: Si crees en Cristo, ¿Crees que este Dios Padre, te esclaviza, te margina, te maltrata, te niega, te quita lo que quieres? ¿Es la mujer desfavorecida de parte de Su creador y Dios? ¿Dios nos habrá dejado solas a nuestro destino? ¿Dios está ausente de Su propia historia y creación? ¿Dios es malo? ¿Dios es machista? ¿Dios estaba esperando el siglo XXI para desatar el poder de las mujeres y hacerlas propulsoras de sus derechos porque Él no podía antes? No, por supuesto que no. El problema es el pecado, la solución no es empoderar a la mujer, es magnificar a Cristo en sus corazones. Lo que el mundo llama empoderamiento está muy lejos del propósito de Dios para con las mujeres, su creación a Su imagen y Semejanza. El valor de la mujer no tiene raíces en ella y su perspectiva manchada de su propio pecado, sino en su Creador, Quien la adopta y llama para que vea claro a través de Su Palabra escrita. Si el problema más grande es el pecado, y la solución es creer en Cristo Jesús, no sólo un día, sino todos los días, entonces esa es nuestra mayor pelea, lucha y protesta interna. Peleamos contra nuestro pecado diariamente, renovamos nuestra mente que está siendo transformada o santificada a la Verdad de quién es Dios y quienes somos a la luz de Él. Y Dios nos da ese poder en Su Espíritu para que la imagen empañada sea transformada como hijas al Hijo de Dios (Hechos 1:8; 2 Corintios 4:10–11; Hebreos 5:7–9; Juan 15:2,8). El poder que necesitamos es el poder de Su Espíritu obrando dentro de nosotras para ser como Cristo (Romanos 8:29). Los nuevos lentes que Dios nos da no gritarán: “¡Yo decido que hacer con mi cuerpo, necesito una voz porque el hombre me la ha quitado!” “Dios no ha sido bueno, por eso ella velaré por mí misma”. Mientras el pecado impere, nada es justo. Pero podemos perseguir la justicia porque Cristo, es Señor Justo. Es cierto que las mujeres han sufrido a lo largo de la historia, pero quienes vienen a ser de Cristo no ven el sufrimiento o la negligencia de otros seres pecadores como una respuesta de Dios hacia ella, sino como la consecuencia de Génesis 3. La mujer no ha sido desfavorecida de parte de Dios, Él la creó en Su bondad, y en Su bondad le ofrece salvación, una salvación que no le quitará completamente el sufrimiento en esta tierra o tendrá la justicia que clama, pero sí será justa y verdaderamente amada delante del Dios Padre Creador, que es juez justo, que condena y salva según su voluntad, y en su juicio veremos su justicia completa. Nuestra satisfacción mayor no está en que nuestra voz sea escuchada, más bien en que la VOZ ESCRITA DE DIOS SEA ESCUCHADA, CREÍDA Y VIVIDA. Dios vela por nosotras, nos usa en el propósito que Él nos ha dado y expone en Su Palabra, que inicia en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestras iglesias locales para ser luz en este mundo golpeado por el pecado. Mucho más podríamos decir, pero no es el empoderamiento humano el que nos da voz o nos liberta; al contrario, nos esclaviza a nuestra razón y justicia. No es el empoderamiento de las mujeres sobre los hombres el que necesitamos ejercer; al contrario, es el testimonio de mujeres creyentes que reconocen que los hombres son sus compañeros de construcción y administración en este mundo. No es el empoderamiento que ellas mismas se dan en rebelión a todo lo que creen que merecen; al contrario, merecemos la muerte en el infierno separadas de Dios, pero Él envió a Cristo con poder para salvar. Los hombres y las mujeres son iguales en valor y dignidad delante de Dios, pero pecadores que pecan diferente, ambos necesitados de la Misericordia de un Dios Padre Creador. Si no lo ven, lucharán entre ellos, lucharán contra su diseño, lucharán con Dios y sin Cristo, perderán.
Conclusión
Para concluir este largo artículo que pretende recordarnos el evangelio para que él mismo nos responda, no hay empoderamiento de las mujeres fuera de Su Creador. El empoderamiento del mundo solo trajo una libertad que violenta incluso el diseño fisiológico de las mujeres. El empoderamiento del mundo trajo división en los hogares y ahora en las iglesias cristianas. El empoderamiento de las mujeres como una voz para decidir ellas ser independientes de Su Creador, solo les ha causado más dolor. Sí, dolor. ¿Cómo lo sé? Porque yo fui una feminista que pensaba que necesitaba una voz, que necesitaba “hacerme notar” para traer justicia y satisfacer mi corazón pecador. Yo no soy mejor que las feministas no creyentes, ni las feministas que se dicen creyentes, pues aún lucho con la pequeña feminista que hay dentro de mi corazón desde que escucho a la serpiente decirme: “con que Dios dijo que…” Pero lo que realmente mi corazón engañoso está gritando es la necesidad de un Salvador. Entonces, es la voz de Dios con poder que creó los cielos y la tierra quien salva, y regresará para hacer todo nuevo, la que necesitamos escuchar y leer. Es Su poder habitando en nosotras para transformarnos de adentro hacia afuera para ser como Él, multiplicarnos, administrar la tierra, relacionarnos con Él y con otros en amor, mientras esperamos Su regreso por nosotras para vivir eternamente en su morada de justicia, de paz, de amor y ciertamente de Igualdad como una gran familia. ¿Es bíblico el empoderamiento de las mujeres? No, mientras ese poder que claman las mujeres necesitar sea para su independencia de Dios y de Su Palabra. Las mujeres cristianas no somos un grupo desfavorecido, no somos independientes porque tenemos a Dios por nosotras, en Cristo.