Al escribir estas palabras, han pasado varias semanas desde la última vez que dí por sentado todo lo que era una vida en paz. Vivo en Cali, la ciudad más grande del suroccidente colombiano. Una ciudad que ha estado en el ojo de la prensa al reportar enfrentamientos violentos, destrucción del transporte público, disparos, desapariciones, muertes, calles cerradas y escasez de alimentos, gasolina y productos de primera necesidad. Han pasado semanas desde la última vez que la iglesia se congregó presencialmente para alabar a Dios, escuchar la predicación de la Palabra, orar en conjunto, ofrendar y celebrar la cena del Señor. Sin embargo, al pensar en todo lo que acabas de leer, los cristianos podemos tener esperanza gracias a las verdades que Dios ha dejado en la Biblia para nuestra perseverancia aún en tiempos de guerra:
El corazón del hombre ha sido violento desde el principio
Aunque la guerra asusta y llega a turbar nuestro corazón, la verdad es que no debería de extrañarnos: El Señor ha mirado desde los cielos sobre los hijos de los hombres para ver si hay alguno que entienda, alguno que busque a Dios. Todos se han desviado, a una se han corrompido; no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno. Salmo 14:2-3 Pasó poco tiempo para que ocurriera el primer asesinato en el mundo. Aún más sorprendente, se trató de un hombre asesinando a su hermano por envidia. Sí, la maldad del corazón del hombre ha existido desde el Edén, y no tuvo nadie que aprender a envidiar o matar. La verdad es que, desde el principio, el hombre nace en pecado y es culpable delante de Dios por su maldad. Desde mentir hasta matar, nada es nuevo. Las guerras han sido parte de la historia y lo seguirán siendo. Eclesiastés 1:9 lo deja claro: Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol.
La necesidad del evangelio
La guerra deja expuesto el corazón y la maldad del hombre y por tanto, lo deja en una necesidad aún mayor a preservar su vida: la salvación de su alma. Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente (Lc. 13:3). No te asombres de que te haya dicho: «Os es necesario nacer de nuevo]» (Jn. 3: 7). Aunque la guerra cause estragos irreparables y consecuencias catastróficas, hay aún una necesidad muchísimo mayor: la reconciliación del hombre con Dios. En la cruz de Cristo vemos cómo el hijo de Dios muere, pero también encontramos esperanza y vida en su resurrección para el perdón de nuestros pecados y una nueva vida. No obstante, cuando alguien rechaza este mensaje, el del evangelio y no se arrepiente tendrá que enfrentar la ira de Dios por la eternidad. Aunque la paz entre los hombres sea un fin loable, hay una reconciliación aún de mayor importancia: la del hombre con Dios.
La fidelidad de Dios
Es demasiado fácil caer en desesperación al ver tanto sufrimiento a tan pocos metros de distancia: qué comer, cómo abastecerse de alimentos, cuándo y cómo salir de casa y demás. El Señor Jesús no fue ajeno al tratar este tema. Si quedaron por escrito en la Biblia las instrucciones y consuelo del Señor, es porque necesitamos prestar atención. En su soberanía y omnisciencia, Él conocía de antemano que sus discípulos y seguidores se enfrentarían a la guerra y a sus consecuencias. Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? Por tanto, no os preocupéis, diciendo: «¿Qué comeremos?» o «¿qué beberemos?» o «¿con qué nos vestiremos?». Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis de todas estas cosas. (Mt. 6:30-32). El Señor Jesucristo también dijo que cielo y tierra pasarán, pero no sus palabras. Cuan gloriosa verdad. Que Dios en su bondad nos conceda pensar bíblicamente aún en tiempos de guerra.