¿Está mal si, como mujer, doy el primer paso en una relación sentimental?

En una relación cristiana, el hombre debe tomar la iniciativa y liderar con visión, pasión y propósito. ¿Cómo luce este liderazgo en la práctica?
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Si tienes veintitantos, es muy seguro que la historia de amor de nuestros abuelos se parezca mucho. El joven que se interesó en la jovencita le pidió permiso a su padre para poder invitarla a salir, pedirle que fuera su novia y eventualmente casarse con ella. Este era el común denominador de las historias románticas de antes, donde una pareja creía en el amor para toda la vida y el hombre era quien la iniciaba. Aunque es una generalización, esta era la costumbre.

Es evidente que este patrón se está borrando con el paso del tiempo. Hoy en día, vemos cómo las mujeres somos motivadas, tanto por otras mujeres como por los hombres, a ser quienes demos el primer paso. Si te has hecho alguna vez la pregunta: “¿Importa si yo, como mujer, doy el primer paso?”, por la gracia de Dios, contamos con una respuesta clara y llena de esperanza: sí importa, y mucho; a la luz de las Escrituras, no deberías hacerlo.

Las historias de amor de nuestros abuelos solían empezar con un joven pidiendo permiso al padre de su amada. Un romance donde el hombre tomada la iniciativa. / Foto: Envato Elements

Un llamado bíblico para los varones

Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne (Gn 2:24).

En la Biblia, las relaciones románticas giran en torno al matrimonio y las responsabilidades que este implica: compromiso, lealtad, fidelidad, amor y servicio para toda la vida. No se sugiere en la Escritura un proceder amoroso de acuerdo con las circunstancias, sino el asumir un pacto con intencionalidad. Entonces, si el matrimonio es serio, con la misma seriedad debe verse el noviazgo; no debe ser otra cosa que el estudio del carácter de alguien del sexo opuesto con el fin de decidir unirse para toda la vida.

En la Biblia, las relaciones románticas giran en torno al matrimonio y las responsabilidades que este implica. / Foto: Envato Elements

Dentro del matrimonio, existen roles diseñados por Dios para que Él sea glorificado y también haya genuino gozo en los cónyuges. Uno de estos es el del liderazgo sacrificial del varón, marcado por comprensión, ternura y entrega al punto de dar su vida por su esposa. En palabras de Pedro: “Ustedes, maridos, igualmente, convivan de manera comprensiva con sus mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor por ser heredera como ustedes de la gracia de la vida, para que sus oraciones no sean estorbadas” (1P 3:7).

Entonces, ¿cuál es el llamado de Dios para el hombre en este liderazgo —aún desde el noviazgo—, en el que debe tratar a su esposa como un vaso más frágil? El pastor Santiago Armel lo explica acertadamente en su contexto histórico original:

En el mundo grecorromano, los hombres no estaban llamados a cultivar una relación de compañerismo y ternura con sus esposas. Desde los gobernantes hasta la familia del común, el trato a la mujer era deplorable. Así que, esta era una instrucción revolucionaria para los lectores de Pedro. La idea de dar honor tiene relación con mostrar estima y valor a la mujer; agradecimiento por la labor que realiza. Es la clase de honor que da el esposo y los hijos a su madre en Proverbios 31.

Las iglesias que escuchaban esta exhortación de Pedro estaban expuestas a la influencia de la cultura. Las esposas vivían vidas difíciles y había un pensamiento general que enseñaba que las mujeres eran inferiores. Sin embargo, el mandato de Dios es tratar a las mujeres como a vasos delicados y frágiles. La condición de rudeza hacia la mujer es una actitud pagana y altamente pecaminosa. Dios definitivamente no ve con ligereza la manera en que un hombre trata a su esposa o a las mujeres en general. Este no es solo un planteamiento de Pedro; Pablo afirma lo mismo en Colosenses 3:19.

Cuando Pedro dice que la mujer es “vaso frágil”, no está diciendo que la mujer es inferior en su carácter, ni que es más débil intelectualmente, ni que es inferior al hombre en sentido espiritual u otro aspecto; simplemente está recordando la realidad de que la mujer físicamente es más frágil y debe ser protegida en todo sentido.

Dentro del matrimonio, existen roles diseñados por Dios para que Él sea glorificado y también haya genuino gozo en los cónyuges. / Foto: Unsplash

Así, si queremos respetar este llamado bíblico para el hombre, debemos permitir que él dé el primer paso. Si nosotras lo damos, no haremos otra cosa que obstaculizar ese proceder santo del varón frente a una cultura —desde la grecorromana hasta la nuestra— que ignora la Escritura. Sin embargo, si no damos el primer paso, ¿debemos ser completamente pasivas? Creo que no.

El rol de la mujer previo al matrimonio

Hace un buen tiempo leí sobre las cualidades que toda mujer soltera cristiana debería buscar en un hombre que también sea su hermano en la fe. Por “buscar en un hombre”, no me refiero a que seas tú quien dé el primer paso, sino a asegurarte de que estas cualidades estén presentes en el hombre que se interese en ti y te lo exprese claramente. Creo que nuestro rol es el de analizar cuidadosamente, con la gracia necesaria para no esperar perfección, pero con la seriedad necesaria al considerar el compromiso tan alto que anhelamos.

De acuerdo con Bethany Beal, en su libro Amor definido, las mujeres solteras debemos buscar que un hombre tenga visión, pasión y propósito.

1. Visión

Recuerdo como si fuera ayer una conversación que tuve con unos hermanos que recién se habían mudado de país y habían empezado a asistir a mi iglesia actual. No llevaban mucho tiempo casados y tenían un hijo pequeño. Al preguntarles qué les había motivado a cambiar de residencia, él me respondió con seguridad: “Aranza, allá no teníamos una iglesia de sana doctrina a dónde asistir. Dios me ha llamado a ser el líder de mi hogar, y si no estamos plantados en una iglesia, no podré guiar a mi esposa y a mis hijos en los caminos del Señor”. Ahí tenemos un claro ejemplo de la visión espiritual.

2. Pasión

Al despertar cada mañana, ¿qué motiva a este hombre a ponerse de pie? Esta es una pregunta crucial que debes responder al analizar su comportamiento y testimonio de vida. Sin duda alguna, si un hombre se dice llamar cristiano, debe tener una pasión radical por Cristo. ¿Por qué no le apasionaría levantarse cada día al saber que su vida está en las manos de Dios después de haber sido perdonado y rescatado de la eternidad en el infierno? Si su pasión en la vida es algo o alguien que no es Cristo, claramente la Biblia nos enseña que nadie puede servir a dos señores, porque amará a uno y despreciará al otro (Mt 6:24). Asegúrate de que Cristo sea su pasión y prioridad.

Sin duda alguna, si un hombre se dice llamar cristiano, debe tener una pasión radical por Cristo. / Foto: Envato Elements

3. Propósito

¿Hacia dónde camina? ¿Sabe qué dirección están tomando sus pasos? ¿Cuáles son sus planes? Mujer, si quieres estar casada con alguien que ama realmente a Dios, él debe tener una idea clara de qué va a hacer cada día y de que su confianza esté puesta en Dios.

Piensa en el futuro

Finalmente, te animo un poco a que pienses en el futuro. Si eres tú quien decide dar el primer paso, ¿qué clase de matrimonio querrás tener? ¿Uno marcado por la pasividad de tu esposo? ¿Quieres ser tú quien esté todo el tiempo incentivando expresamente su actuar? La mejor forma en que puedes favorecer la masculinidad bíblica es practicando la feminidad bíblica desde antes de la boda. Piensa cómo tus acciones presentes pueden contribuir a un futuro en el que el liderazgo masculino traiga protección, cuidado y, sobre todo, honra a Dios.

Aranza Erazo

Aranza Erazo, es una joven mexicana que vive en Colombia desde temprana edad. Estudió Licenciatura en Lenguas Extranjeras y labora como docente de inglés de bachillerato. En el momento cursa el Certificado de Estudios para Mujeres en el Southeastern Baptist Theological Seminary y sirve también como traductora para Soldados de Jesucristo. Siempre está dispuesta a leer el siguiente libro, conversar junto a un buen café y apreciar la creación de Dios.

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