¿Cómo respondemos a las afirmaciones de que el cristianismo es peligroso?

Desde el principio, los cristianos han sido calumniados, y una de las peores calumnias es considerar peligroso nuestro amor.
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Tenemos una pregunta sobre cultura de un pastor que dice así: “¡Hola, pastor John! En un podcast reciente de The Gospel Coalition, Sam Allberry dijo lo siguiente acerca de un ministerio de alcance de la iglesia: Las personas a menudo han considerado al cristianismo como algo lindo, ¿sabes? “Sí, sí, allí tienes tu jueguito de la fe”. Pero, cada vez más, lo que estamos viendo en un contexto más secular es que la gente nos dice: “Tu fe es un peligro para la sociedad”. Y es algo nuevo para nosotros. Estamos acostumbrados a que se nos menosprecie y se nos hable con un poco de condescendencia. Y no creo que estemos acostumbrados a sentirnos el enemigo. La gente solía decir: “No me gusta el cristianismo porque es demasiado moral”. Ahora están diciendo: “No me gusta el cristianismo porque es demasiado inmoral”. Y ya sea que la gente diga que el cristianismo es responsable por los suicidios de adolescentes gay o por promover la intolerancia, estos argumentos llevan una carga moral más fuerte de lo que llevaban la mayoría de las objeciones a las que nos enfrentábamos hace unos diez o quince años. “Así que, esta es mi pregunta, Pastor John. El cristianismo comenzó como una voz minoritaria poderosa en la cultura. Pero en ocasiones en la historia y hoy día en Estados Unidos, los evangélicos somos una voz cultural mayor y un posible factor determinante en las elecciones presidenciales. Así que, ¿cómo respondemos a medida que la marea cambia y que escuchamos críticas de que el cristianismo estadounidense es un bravucón que utiliza medios políticos y sociales para objetivos que el mundo denomina malos, inmorales e incluso de odio?”.

La vida como exiliados

No pretendo tener la última palabra en este tipo de asuntos complicados, pero también me doy cuenta de que no tengo el lujo de poder decir nada o pensar nada. Vivo en este mundo combativo como cristiano; mi ciudadanía está en los cielos y mi lealtad está primero que nada con el Rey Jesús; la escritura constitutiva de mi vida es la Biblia, no la Constitución de los Estados Unidos; he muerto ya y mi vida está escondida con Cristo en Dios. Y, aun así, vivo una vida física aquí como extranjero y peregrino. Así que no me siento con el lujo de decir nada. Sin embargo, debo hablar como extranjero. Así que, tengo tres cosas que decir, tres respuestas a este tipo de pregunta y a esta situación en que nos encontramos.

  1. Lo que parece una experiencia nueva para el cristianismo no lo es. Es decir, el pastor, en un sentido, dijo que (y lo subrayo): lo que estamos experimentando como un nuevo cambio de actitud hacia el cristianismo en realidad no es algo nuevo.
  2. La posición bíblica en temas controversiales de sociedad y cultura no es inmoral, no es dañina y no es poco amorosa, sin importar que la cultura diga lo opuesto.
  3. Nuestra voz política debe estar tan saturada de los anuncios de los horrores de la ira divina sobre la humanidad y de las glorias del rescate divino en el evangelio y de las insondables riquezas de Cristo, el gobernante de las naciones, y del llamado al arrepentimiento y a la fe para cada ciudadano y político, tan saturada de todo esto que resulte evidente que, para el creyente, todas las preocupaciones políticas palidecen en comparación con estas realidades supremas.

Así que estas son las tres cosas que quiero decir. Permíteme regresar y añadir algo más sobre cada una de estas.

1. Calumniados desde el principio

Para el pueblo de Dios, ser vistos como inmorales y peligrosos no es algo nuevo. Tenemos la impresión de que es algo nuevo porque, por aproximadamente trescientos años, hemos vivido en un fenómeno anormal en la historia universal llamado “Estados Unidos”. Lo más normal si hablamos bíblicamente es lo que leemos en el Nuevo Testamento. Los líderes judíos decían de Jesús: “Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en Él, y los romanos vendrán y nos quitarán nuestro lugar y nuestra nación” (Juan 11:48). En otras palabras: “Este hombre es muy peligroso. No podemos dejar que continúe hablando así”. Y esto mismo se dijo sobre los primeros cristianos. La acusación pública en Tesalónica fue que “Esos […] han trastornado al mundo” (Hechos 17:6). La gente de Tesalónica estaba diciendo que estos hombres actuaban en contra de los decretos de César, lo que significaba que llamaban a lo alto, bajo y a lo bajo, alto, a lo bueno, malo y a lo malo, bueno. Terminarán por destruir nuestro lindo mundo romano. Eso no es nuevo. Jesús fue llamado el diablo y Mateo alertó que si llamaron diablo al señor de la casa, nos llamarían a nosotros cosas peores (Mateo 10:25). Al final de la vida de Pablo, los judíos en Roma decían: “Bueno, lo que sabemos de esta secta, el cristianismo, es que en todas partes se habla contra ella” (ver Hechos 28:22). No solo aquí y allá, sino en todas partes. “Oímos que en todas partes se habla contra esto llamado cristianismo”. Y Pedro nos advirtió que, aun por hacer buenas obras, hablarían contra nosotros como malhechores (1 Pedro 2:12). Así que torcerán nuestras buenas obras y las harán sonar como malas obras. Eso no es nuevo; es normal. Desde el principio, los cristianos han sido calumniados, y una de las peores calumnias es considerar peligroso nuestro amor.

2. Hablar la verdad en amor

La posición bíblica en temas controversiales de sociedad y cultura no es inmoral, no es dañina y no es poco amorosa. Decir en voz alta que no existe el mal llamado matrimonio gay porque Dios ha creado y definido el matrimonio como un pacto entre un hombre y una mujer para unir sus vidas; decir esto en voz alta no es inmoral. No es poco amoroso. Es verdadero, es moral y es amoroso porque Dios sabe lo que es mejor para el mundo. Por tanto, es autodestructivo y traidor decirle a Él o a la gente que Él no sabe de lo que está hablando y tratar de celebrar lo que es: una abominación. Lo mismo es verdad de hablar en voz alta de hombres biológicos que tratan de ser mujeres o de mujeres que tratan de ser hombres. Y los niños y las niñas no deben ser llevados a ser lo que no son ni pueden ser. Y lo mismo es cierto de decir en voz alta que Dios ha dado mandamientos en contra del racismo y de matar a niños en el vientre y del orgullo político y de una docena de otras características del Estados Unidos moderno. No es dañino ni poco amoroso ni inmoral levantarse y decir: “Los mandamientos de nuestro Creador son buenos para nosotros, no dañinos. Y el camino del arrepentimiento y de la fe en Cristo en obediencia a Su Palabra es el camino hacia la vida y el gozo”. Así que no es inmoral, sin importar lo que diga el mundo. Lo que importa es la verdad.

3. Esperanza en tu verdadero hogar

Y este es el último. Creo que esto es lo más importante y lo más difícil de tratar: que nuestra voz política (yo diría que en especial la de los pastores) debe estar tan saturada de los anuncios de los horrores de la ira divina sobre la humanidad y de las glorias del rescate divino en el evangelio y de las insondables riquezas de Cristo, el gobernante de las naciones, y del llamado al arrepentimiento y a la fe para cada ciudadano y político, tan saturada de todo esto que resulte evidente que, para el creyente, todas las preocupaciones políticas palidecen en comparación con estas realidades supremas. Y creo que una de las fallas de la mayoría del cristianismo estadounidense, en especial en estos últimos tiempos, es que nos hemos conformado al mundo, incluyendo el mundo político y el del entretenimiento y el de la educación y el de los negocios. Nos hemos acoplado con tanta comodidad, con tanta inocencia que le parece al mundo que estamos en casa aquí, que hemos puesto nuestra esperanza en las mismas cosas y en los mismos procesos y en los mismos productos y en los mismos políticos que ellos.

Su reino es para siempre

Así que mi punto es que, digamos lo que digamos sobre política (no estoy diciendo que no debemos decir nada), siempre debemos hacerlo en este tono: Nosotros los cristianos hemos muerto con Cristo y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3:3). Nuestra ciudadanía está en el cielo; no en la tierra, y esperamos a nuestro Rey Jesús quien vendrá y erradicará toda incredulidad y toda impiedad del planeta. Cada candidato político que no confíe en Jesús perecerá en el tormento eterno, ya sea Republicano o Demócrata. Dios odia el orgullo, incluyendo el orgullo político, y el alardeo que se exalta a sí mismo será destruido por el Rey Jesús y solo Dios será exaltado en su debido tiempo. Estados Unidos no es la Nueva Jerusalén y la política no es la salvación. Podríamos lograr establecer cada política fiscal, cada sabia política social y cada política internacional y, aun así, Estados Unidos seguiría siendo un pueblo malvado. Los cobeligerantes que callan el llamado al arrepentimiento son anticristianos y antiamor. Clamar por justicia sin clamar por justicia hacia Dios (y lo que debemos hacer para Él que es correcto y lo agrada) es ceder ante la injusticia. Con base en esta orientación radical hacia Cristo y Su reino es que votamos. Y esperamos muy poco de consecuencias eternas de nuestro voto. En la presencia de Dios, un día es como mil años y mil años como un día, dice el apóstol (2 Pedro 3:8). Eso significa que aproximadamente dos días han pasado desde que Jesús subió al cielo. Y Estados Unidos, mientras dure, tiene apenas unas ocho horas de existir. Nuestra política debe ser saturada por lo real, no por lo completamente efímero.

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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