Para muchos, el trabajo es el sitio en el cual permanecemos más tiempo durante la semana, es el lugar en donde los pecados contra los que luchamos suelen saltar ante la menor provocación, dentro de las pareces de la oficina se puede traer gran honra o tremenda deshonra al nombre de Cristo. Los compañeros de trabajo suelen ser testigos de las más bondadosas obras en nosotros, también pueden dar fe de las más horribles palabras y acciones que un ser humano pueda cometer, siendo hechas por un hijo de Dios. Esto puede suceder en una oficina de gobierno, un taller de mecánica, un campo agrícola, una oficina empresarial, una iglesia, etc. Diariamente los cristianos nos esforzamos por cumplir nuestras responsabilidades laborales, mientras lo hacemos estamos en una batalla interna contra un enemigo que nos acompañará hasta el último día de nuestras vidas: el orgullo. Sí, ese que frecuentemente acusamos en otros, pero que negamos en nosotros.

Algunas manifestaciones del orgullo en el trabajo

En nuestros trabajos se congrega una diversidad de personas, distintas idiosincrasias convergen procedentes de varias zonas geográficas, estudios académicos, clases sociales, creencias religiosas, etc. Todos estos individuos se distribuyen en una variedad de puestos en la empresa: guardias de seguridad, gerentes, personal de aseo, operadores de maquinaria, secretarias, etc. Sumado a esta diversidad de origen, se tienen los roles que cada uno desempeña ya sea como jefe, colaborador y/o compañero. La combinación de todos estos elementos se convierte en la caldera perfecta para hervir a fuego lento nuestro orgullo, el que se puede manifestar de las siguientes formas:

Soy superior a todos por mi posición

Sentirse superior a otros es una muestra de orgullo, siendo algo que acontece más frecuente de lo que creemos. Suele suceder que los jefes se llenan de orgullo por su posición de autoridad, esto los lleva a no aceptar sus equivocaciones en una decisión errada, una medida disciplinaria inadecuada, una asignación de trabajo injusta, un comentario fuera de lugar o un arranque de ira; y ni hablar de un jefe pidiendo disculpas a un colaborador. Otro aspecto del orgullo por la posición es cuando a las personas que un ocupan puestos en los rangos bajos de la empresa como el personal de aseo, conserjes o guardias de seguridad no se les respeta, ni siquiera nos tomamos la molestia de conocer sus nombres o algo sobre sus familias. No se respeta la autoridad que tienen por su puesto de trabajo pues el orgullo dicta que no es posible sujetarse a personas inferiores. ¿Pero qué dice la Palabra de Dios sobre este tema? La respuesta se encuentra en Filipenses 2:3 No hagáis nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. El Señor manda que todo creyente vea a los demás como más importantes que él mismo. Eso significa que la posición que se ostenta en el trabajo no es motivo para creerse mejor que los demás. Es posible aprender de aquellos que están bajo nuestra autoridad. Es necesario que un creyente pida perdón a sus colaboradores cuando ha actuado de forma incorrecta. Esto mostrará la gloria de Cristo en la vida diaria.

Soy superior a los demás por mis habilidades

Otro motivo de orgullo suele ser el conocimiento o una habilidad única. Podemos llegar a ser esa persona que sabiendo que sobrepasa a los compañeros en un tema o tarea específica, se cree superior a los demás. Esa capacidad superlativa nos lleva a ver a los colegas como mediocres o dependientes de nosotros. Dios nos muestra en Santiago 1:17 que no hay motivo para sentirnos superiores a los demás, pues toda habilidad que tenemos procede de Él. Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. Todo hijo de Dios debe entender que no hay razón alguna para llenarse de orgullo por lo que Dios en Su misericordia le ha brindado, esa habilidad o conocimiento mayor es un don del Señor.

Soy superior a los demás por mis conexiones

Los humanos somos seres que viven en conexiones, esa es una virtud hermosa que el Señor nos ha otorgado. Pero cuando el pecado toca algo bello dado por nuestro Dios, toda la hermosura se vuelve fealdad. Es así que cuando alguien cree que, por tener acceso al dueño de la empresa, a uno de los accionistas, a un cliente que deja mucho dinero u otra persona de autoridad o renombre, es superior a los demás. Basa su orgullo en su red de contactos, creyendo que esto le da una posición de ventaja sobre otros. Ese orgullo que se alimenta de buenas conexiones de trabajo lleva a ver a las personas como medios, objetos o herramientas; se pierde de vista que cada ser humano es la imagen de Dios, de este modo, la única razón para acercarse a alguien es por su utilidad para nosotros. La búsqueda de relaciones solidas de forma desinteresada desaparece. En Proverbios 21:1 se nos dice que: Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del SEÑOR; Él lo dirige donde le place. Cuando gozamos del favor de personas «importantes», se debe a la bondad del Señor, quien ha permitido que a pesar de nuestra maldad haya personas que tienen aprecio por nosotros. No es nuestro carisma lo que nos abre puertas para relacionarnos con las personas, es Dios abriéndolas. Entonces ¿Por qué tener orgullo?

Soy superior a los demás por mis logros

Otro origen del orgullo en el trabajo son los logros, esos éxitos que nos hacen creernos superiores a los demás: un ascenso, un proyecto finalizado en tiempo y forma, la mejor venta del año, el mejor sueldo del área, el reconocimiento público como el mejor empleado del mes, títulos académicos colgados en la pared, los diplomas de cada curso aprobado, etc. Es tal el deseo de portar con orgullo estas insignias, que se vuelve una obsesión obtener una más, muchas veces sin considerar los medios para lograrlo y sin importarnos a quien se aplasta en el camino a la cumbre. Aunque sin duda obtener triunfos implica esfuerzo de nuestra parte, eso es posible únicamente por la fortaleza y capacidad que el Señor nos da, esto lo vemos claro en Su Palabra: Pero acuérdate del SEÑOR tu Dios, porque Él es el que te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar Su pacto, el cual juró a tus padres como en este día. Deuteronomio 8:18 Si no fuera por la bondad de Dios, ningún ascenso, nuevo sueldo u otro logro en el trabajo hubiera sido posible. Así que en lugar de llenarnos de orgullo debemos abundar en agradecimiento y humildad.

Remedio a las manifestaciones del orgullo en el trabajo

El remedio ante cualquier pecado, especialmente el orgullo en el trabajo es el evangelio. Si alguien se atreve a creer que por tener muchos años de «conocer» a Dios ya no necesita el evangelio, está en graves problemas. No importa cuánto tiempo tengamos de estar en el camino del Señor, siempre necesitaremos del evangelio, esas buenas nuevas que nos dicen que estamos unidos a la Trinidad por medio de Cristo. Vivir bajo la verdad de la comunión constante con la Divinidad, en quien habita y es la santidad perfecta, nos lleva a comprender que: Todos nosotros somos como el inmundo, y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas. Todos nos marchitamos como una hoja, y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran. Isaías 64:6 Nada en nosotros debe ser fuente de orgullo, todo en Cristo debe ser motivo de humildad.

Rudy Ordoñez

Rudy Ordoñez, sirve en la Iglesia Presbiteriana Gracia Soberana, en Tegucigalpa, Honduras. Director Editorial en Volvamos al Evangelio. Editor y traductor en diversos proyectos. Apasionado de la iglesia local. Le gusta leer mucho y escribir un poco de todo. Casado con Ehiby y papá de Benjamín y Abigail.

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