Es fácil amar cuando las personas nos corresponden con afecto. Pero ¿realmente amamos a quien está a nuestro lado, a quienes nos rodean en lo cotidiano? Para amar al prójimo como Dios nos manda, primero debemos amarlo a Él sobre todas las cosas. Necesitamos experimentar Su amor en nuestras vidas, sabernos amadas por Él. Solo entonces estaremos capacitadas para amar a otros con autenticidad. Quiero que reflexionemos aquí sobre diez formas prácticas de demostrar amor al prójimo, informadas por el amor del evangelio.
1. No hables en su contra
No andarás de calumniador entre tu pueblo; no harás nada contra la vida de tu prójimo. Yo soy el SEÑOR (Lv 19:16).
Una de las maneras más sencillas, y a la vez más ignoradas, de amar a alguien es no hablar mal de él. No difundas chismes, no exageres errores ni descargues tus frustraciones en redes sociales. Esta forma de hablar revela el estado de nuestro corazón y da mal testimonio del evangelio. Si otros hablan mal de ti, guarda silencio y no respondas de la misma manera. En cambio, ámalos y bendícelos.

2. No codicies sus bienes
No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo (Ex 20:17).
Codiciar es fácil, especialmente cuando vemos que otros reciben aquello por lo que hemos orado tanto tiempo. La envidia y el resentimiento pueden crecer en silencio y dañar nuestras relaciones. Eso solo muestra que no tenemos contentamiento con lo que Dios nos ha dado; quizá nos estamos quejando y no nos hemos percatado. Amar al prójimo significa alegrarnos sinceramente por las bendiciones que reciben y confiar en que Dios también tiene cuidado de nosotras.
3. Devuelve lo que te han prestado
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol (Ex 22:26).
Muchas veces fallamos en devolver lo que nos prestan. No solo se trata de dinero: también hablamos de libros, utensilios, ropa, etc. Si por alguna razón no puedes devolver algo, habla con quien confió en ti, explícale tu situación. No te ocultes, sino expón tu situación de manera honesta.

4. No le robes
No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. El salario de un jornalero no ha de quedar contigo toda la noche hasta la mañana (Lv 19:13).
Ni en especie, ni en tiempo. En México hay un refrán que dice: “Llegando tarde como buen mexicano”, y es triste que eso sea ya una costumbre, pues constituye una forma de tomar lo que no nos pertenece. Otra forma de robo es retener lo que no nos corresponde (un objeto perdido, cambio extra en una compra, ganancias deshonestas en un negocio, etc.). Seamos diligentes y justas, tanto en nuestras responsabilidades como en los pequeños detalles cotidianos. El amor también se manifiesta en la integridad.
5. No reveles sus secretos
Discute tu caso con tu prójimo
Y no descubras el secreto de otro (Pro 25:9).
Debemos ser sabias al decidir en quién confiamos. Lastimosamente, hay personas que se enojan con nosotras y, como resultado, revelan nuestros secretos, así que debemos ser cuidadosas con nuestras amistades. Sin embargo, también debemos ser dignas de confianza. Si alguien se acerca a nosotras con algo íntimo, respetemos esa confidencia. No justifiquemos contar secretos ajenos diciendo que es “para pedir oración”.

6. Consuélalo en todo momento
Para el abatido, debe haber compasión de parte de su amigo;
No sea que abandone el temor del Todopoderoso (Job 6:14).
Si tu prójimo está pasando por un mal momento, enfrentando pruebas o ha dejado de buscar a Dios, no lo ataques ni juzgues su situación. Si ves que ha errado en algo, acércate a él con amor, ora por su vida y ayúdalo a reencontrarse con el Señor; no contribuyas con críticas que puedan llevarlo a blasfemar o maldecir.
7. Ora por él
Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen (Mt 5:44).
Orar por quienes amamos es fácil. Pero ¿qué hay de quienes nos han herido? Amar al prójimo incluye interceder por ellos. La oración es una de las expresiones más poderosas del amor cristiano.

8. No lo engañes
Falsedad habla cada uno a su prójimo;
Hablan con labios lisonjeros y con doblez de corazón (Sal 12:2).
Si tu prójimo es tu esposo, sé íntegra con él: no le mientas, no juegues con sus sentimientos ni busques sacar ventaja de las circunstancias. No le ocultes información para tu propio beneficio ni pongas trampas para hacerlo tropezar. Confía en él y habla siempre con honestidad. De la misma manera, trata a los demás con sinceridad: no les hables amablemente solo para luego traicionarlos a sus espaldas.
9. Guíalo
El justo es guía para su prójimo,
Pero el camino de los impíos los extravía (Pro 12:26).
Este llamado es, en primer lugar, para los padres de familia. Nuestro prójimo más cercano en casa son nuestros hijos, y debemos guiarlos tanto en la vida cotidiana como en el camino de Dios. Si no les enseñamos la verdad de la Escritura ni los instruimos para que amen a Dios y Sus mandamientos, el mundo se encargará de enseñarles a rechazarlos.
10. No lo menosprecies
Un mandamiento nuevo les doy: “que se amen los unos a los otros”; que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros (Jn 13:34-35).
Dios es amor, y Él nos ha amado primero. Si hemos experimentado ese amor en nuestra vida, entonces estamos llamados a extenderlo a nuestro prójimo. Cuando fijamos nuestra mirada en Cristo, dejamos de enfocarnos en los errores, las fallas o las heridas que otros nos han causado, y comenzamos a verlos a través de los ojos llenos de gracia y compasión con los que Dios nos ha mirado a nosotros.

Conclusión: una decisión diaria
Amar al prójimo no es algo que sucede de forma automática; es una decisión que debemos renovar cada día. Recordemos constantemente el inmenso amor con el que Dios nos ha amado, enviando a Su Hijo unigénito para rescatarnos cuando nada en nosotros lo merecía. Que esa gracia inmerecida sea el impulso que nos lleve a amar sinceramente a quienes nos rodean, mostrando en nuestra vida diaria el amor de Cristo y reflejando así el corazón de nuestro Salvador ante el mundo.