¿Cuándo las drogas no son una cuestión de disciplina, sino una señal del crecimiento espiritual?
Esta es la segunda parte de una serie de publicaciones sobre el tema delicado de la disciplina en la iglesia. Está basado mayormente en el trabajo de Jonathan Leeman y su libro: “La disciplina en la iglesia: cómo protege la iglesia el nombre de Jesús”.
Recapitulando
La iglesia local tiene la autoridad de declarar a las naciones quién es de Jesús, es un ciudadano del cielo; y quién no. Nosotros no podemos hacer cristianos, pero sí podemos declarar quiénes sí lo son. Una vez que se haya hecho la confesión adecuada, bautizamos a las personas y las invitamos a la mesa del Señor. En otras palabras, no somos solamente un edificio ni una organización de voluntariado. La Iglesia es el pueblo de Dios en la tierra. Estamos representando el reino de los cielos en la tierra. Esto significa que tenemos más autoridad que cualquier otra potestad sobre la tierra. Esto es lo que ocurre en Niddrie Community Church. En Niddrie representamos al Rey aquí en este rincón de la tierra.
Esto significa que nosotros, como cristianos individuales, no podemos decir si nuestra conversión es genuina o no, pues esa es tarea de la iglesia local. Ser un miembro de la iglesia local es afirmar que eres un seguidor de Jesucristo de buena fe. Entonces, el cristiano se somete a ese cuerpo local. Pero ¿qué significa eso, exactamente? Ciertamente, significa mucho más que hacer lo que dicen los ancianos. Significa someterse unos a otros, preocuparse unos por otros, cuidarse unos a otros, compartir la vida juntos. Lo vemos claramente en Hechos 2:44-45. Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común. Vendían sus propiedades y posesiones para darle a todo el que tuviera necesidad. Se sometían a la iglesia y vivían juntos. Así es como la iglesia debe funcionar.
Y aún queda la pregunta: La disciplina en la iglesia, ¿es realmente necesaria? ¿No es acaso algo exagerado y opresivo?
El problema con la disciplina en la iglesia es como lavar los platos. Podemos estar de acuerdo en que es necesario lavar los platos sucios, pero nadie quiere ser el que tenga que hacerlo. He aquí el problema. Todos somos pecadores y todos lo sabemos. Por eso, todos nos sentimos algo incómodos al sacar a relucir pecados ajenos frente a la iglesia; y así debería ser, eso es correcto. De hecho, la mayoría de los casos de disciplina deberían terminar en la conversación en privado entre creyentes donde se confrontar el pecado, se confiesa el pecado y se otorga el perdón. La reconciliación restaura el asunto y seguimos adelante. La disciplina en dicho asunto es un hermano /hermana caído/a ayudando a otro hermano/hermana caído/a a volver al camino del discipulado cristiano cuando éste/a se ha deslizado. La disciplina en la iglesia es, en su nivel más fundamental, ayudarnos unos a otros cuando nos desviamos hacia el pecado.
6 Razones por la que la iglesia debe practicar la disciplina eclesiástica
- Es bíblica.
- Es una aplicación del evangelio.
- Promueve la salud de la iglesia.
- Aclara y muestra el testimonio de la iglesia ante las naciones.
- Advierte a los pecadores de un juicio venidero aún mayor.
- Lo más importante, la disciplina eclesiástica protege el nombre y la reputación de Jesucristo en la tierra.
4 Maneras en que la disciplina eclesiástica muestra el amor
- La disciplina eclesiástica muestra el amor por el individuo, cuando al hermano o hermana se le advierte del pecado y se insta al arrepentimiento.
- La disciplina eclesiástica muestra el amor por la iglesia cuando se protege a las ovejas más débiles.
- La disciplina eclesiástica muestra el amor al mundo que observa, cuando éste puede ver el poder transformador de Cristo.
- La disciplina eclesiástica muestra el amor por Cristo cuando las iglesias defienden Su santo nombre y le obedecen.
5 Propósitos de la disciplina eclesiástica tomados de 1 Corintios 5
- El objetivo de la disciplina es exponer. Al pecado le encanta esconderse, al igual que el cáncer. La disciplina expone el cáncer para que pueda ser extirpado rápidamente (ver 1 Co. 5:2)
- El objetivo de la disciplina es advertir. La iglesia no promulga el castigo de Dios mediante la disciplina. En cambio, representa una pequeña muestra del gran juicio venidero (v. 5). La disciplina es una advertencia compasiva.
- El objetivo de la disciplina es salvar. Las iglesias procuran la disciplina cuando ven que un miembro toma el camino hacia la muerte, y ninguna de las súplicas ni las advertencias le hace volver. Este es el último recurso para hacer que tal persona proceda al arrepentimiento (v. 5).
- El objetivo de la disciplina es proteger. Así como el cáncer se esparce de una célula a otra, el pecado se esparce rápidamente de una persona a otra (v. 6, 7). La levadura es un trocito de masa de pan que se mantiene alejado de una hornada de panes al momento de hornearla. Se le permite fermentar para que se pueda usar en el próximo lote y esto ayuda a que el pan se pueda crecer. Básicamente, el proceso de fermentación es el proceso de descomposición. Es un proceso peligroso y puede salir mal. Si se descompone demasiado, puede echar a perder el próximo lote. La iglesia necesitaba deshacerse de la levadura espiritual que la estaba infectando, y no sólo del hombre, sino del orgullo pecaminoso y de la arrogancia de la iglesia. Eso es lo que dice en el versículo 7. El orgullo y la arrogancia de la iglesia eran tan pecaminosas como el pecado sexual del hombre. Todos conocemos el dicho de que una manzana podrida echa un ciento a perder. Eso es verdad en la iglesia. Debemos ser rápidos para condenar el pecado y exhortarlo pues contamina el cuerpo. Primera de Corintios 15:33: “No os dejéis engañar: Las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. La iglesia es la nueva masa que necesita seguir purificándose. Si no quitamos la maleza de nuestro jardín, ¿qué va a pasar? Tarde o temprano, la maleza lo invadirá. Será un desastre. Jesús ha hecho de ti una nueva criatura, así que asegúrate de deshacerte de todo lo que te manche y te arruine como iglesia. No debemos tolerar el pecado entre nosotros. Tampoco debemos tolerar el orgullo y la arrogancia espiritual.
- El objetivo de la disciplina es presentar un buen testimonio de Jesús. La disciplina eclesiástica, aunque sea extraño decirlo, es verdaderamente buena para los no cristianos, pues ayuda a preservar la singularidad atractiva del pueblo de Dios (ver v. 1). Iglesias, recuerden, debemos ser sal y luz. “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombresas re” (Mat. 5:13.).
¿Cuál es el propósito principal de la disciplina en la iglesia? La restauración espiritual y la salvación. El punto del castigo es tratar de hacer que el hombre vuelva en sí. Cuando el hombre es entregado a la corrección, él vuelve en sí y es salvo. El hijo pródigo volvió en sí en el chiquero. La gangrena es una enfermedad agresiva que se debe tratar agresiva y decisivamente. El pecado espiritual se debe tratar de la misma manera.
Entonces, ¿debemos exhortarnos unos a otros cada vez que caemos en pecado?
Sí. Cuando vemos una brecha entre la confesión de Cristo de una persona y su comportamiento, debemos exhortarlo, primeramente, en privado. Aquí tenemos una mala concepción de la disciplina eclesiástica: que son problemas “grandes” y en público. Eso no es verdad. La mayoría de los problemas no se harían tan “grandes” y se acabarían a los pies de los ancianos si practicáramos Mateo 18 con mayor regularidad. La mayoría de nosotros solo nos conformamos con amistades superficiales en las que no nos exhortamos unos a otros el pecado no arrepentido. Lo hacemos por falta de valentía o de convicción. Por ejemplo, cuando alguien está chismeando y sabemos que está mal hacerlo, en vez de preocuparnos por eso, lo dejamos que se deslice o le echamos leña al fuego.
La disciplina eclesiástica se hace pública cuando el pecado se ha vuelto tan consistente, habitual y público que no se nos deja otra opción que confrontarlo públicamente. Es únicamente en ese caso que la iglesia expulsa a la persona y le niega su declaración de fe, pues esa persona dice ser cristiana, pero nosotros como iglesia en este lugar estamos diciendo que su comportamiento está negando tal afirmación.
¿Cuál es la diferencia entre un cristiano que peca y alguien cuyos pecados indican que no lo es?
¿Y qué pecados esperamos ver como “normales” en la vida cristiana? Veamos una mentira. A veces sale de nosotros. Puede ser embellecer una historia u olvidar convenientemente algún detalle de una conversación. Te sientes confrontado en el momento en que sale de tus labios y lo confiesas. ¿Pero qué tal si mientes consistentemente, cuando haces declaraciones falsas sobre los beneficios de tu hijo, por ejemplo? Has hecho falsas declaraciones y eres exhortado por eso. Pero te justificas y no ves razón alguna para cambiar tu comportamiento. Uno es un pecado normal y el otro puede indicar que no eres un cristiano o que ciertamente, no estás viviendo como tal.
El primer caso, es una lucha continua entre el viejo y el nuevo hombre y el otro, es el viejo hombre sucumbiendo ante el pecado. No hay ningún problema en tu conciencia y si lo hubiera, no sientes la necesidad de cambiar. Si alguien verdaderamente ha nacido de nuevo, no puede estar cómodo con su pecado pues el Espíritu Santo no se lo permite. Él lo provoca, lo confronta y lo hace en un grado tal que la persona ni siquiera puede dormir ni tener paz hasta que se resuelva el asunto. Nos impulsa a hacer lo correcto sin importar el costo.
Por tanto, la disciplina eclesiástica en público debe llevarse a cabo si el miembro de la iglesia continúa viviendo abiertamente de una manera pecaminosa sin ningún signo de arrepentimiento ni de cambio, si no hay evidencia alguna de la convicción del Espíritu Santo. Es posible que se sientan culpables o avergonzados por haber sido humillados, pero eso no es más que una tristeza que es según el mundo. Se sentirán mal durante un tiempo, pero pronto, ese malestar desaparecerá. En el caso eventual de un patrón continuo de desobediencia consistente, esto hará que la iglesia pierda la confianza en la confesión de esta persona, pues su vida contradice su profesión. Esta es una situación muy seria. A estas alturas le quitamos su pasaporte espiritual y declaramos que no es un representante fidedigno del reino de Dios.
Ahora bien, esto puede verse excelente en el papel. Tenemos todos los principios bíblicos alineados. Pero luego nos golpeamos con el desorden de la vida real y el caos de nuestro mundo caído. Debemos ser cuidadosos y sensibles a las diferentes necesidades pastorales y a los entornos de nuestros miembros. ¿Cómo es eso? Tomemos el siguiente ejemplo.
Dos miembros de la iglesia son descubiertos tomando metadona. Uno de ellos es causa de celebración por la evidencia del obrar del Espíritu en su vida. El otro es causa de disciplina eclesiástica. ¿Por qué?
Debemos ser cuidadosos con nuestras expectativas como creyentes. Algunos son nuevos creyentes, algunos son maduros, algunos tienen problemas mentales. Es de esperar que tengamos una lucha continua entre el viejo y nuevo hombre cuando se trata de un pecado continuo en nuestras vidas. Por eso, en algunos casos, una mentira dicha por un cristiano maduro es causa de una mayor preocupación que el abuso de heroína en un nuevo creyente. Por consiguiente, no podemos ejercer disciplina eclesiástica sobre la base de una lista de pecados de malos a muy malos. Hay una suma de otros factores que entran en escena.
Es por esa razón que hay pasos a seguir para ejercer la disciplina eclesiástica en la Biblia. ¿Han sido confrontados individualmente, frente a testigos o se han acercado a los ancianos y a la iglesia? Estos pasos brindan mecanismos y equilibrio para garantizar y asegurar la equidad aun en las mejores de nuestras capacidades. No somos perfectos. Cuando un asunto de disciplina llega a la congregación en Niddrie, significa que hemos agotado todas las demás medidas.
Entonces, ¿cómo discernimos cuándo intervenir y exhortar a una persona y cuándo no?
Algunas consideraciones:
- ¿Por cuánto tiempo han sido cristianos?
- ¿Qué tanto de la Biblia entienden?
- ¿Admiten el pecado?
- ¿Parecen afligidos por su pecado o se sienten enojados porque lo sacaste a la luz?
- ¿Confesaron su pecado o fue encubierto?
- ¿Parecen ser enseñables?
- ¿Están abiertos a la corrección?
- ¿Defienden o justifican sus acciones o las ven tal cuáles son?
- ¿Hay factores en su entorno que hacen que el pecado sea más propenso a ocurrir?
- ¿Otros les han inducido a pecar o han hecho que otros pequen?
Sin importar el contexto, debemos reprender los pecados graves
Primera de Corintios 5:12-6:5 deja en claro que debemos juzgar las disputas de unos con otros. A veces, los pecados públicos ocurren y tenemos que prescindir de los primeros pasos. Un ejemplo de esto es cuando un miembro es arrestado, o una borrachera en público, o por violencia fuera del matrimonio. No hay mucho que podamos hacer cuando esto sucede repentina e inesperadamente. Tenemos que tomar acciones rápidamente como congregación, en aras de nuestro testimonio público. Sin embargo, debemos ser cuidadosos si la persona se ha arrepentido de su pecado. No podemos excomulgar a quienes se han arrepentido de su pecado. El criterio para la disciplina eclesiástica es el arrepentimiento y la fe, y no el arrepentimiento, la fe y el no cometer pecados.
No disciplinamos a la gente por pecar en Niddrie Community Church. Lo hacemos por no arrepentirse de manera habitual y consistente.
Leeman dice que la disciplina se debe imponer cuando el pecado es externo, grave e impenitente. No disciplinamos a la gente por ser orgullosos o avaros. Necesitamos verlo u oírlo. No podemos disciplinar a la gente por sus pensamientos, pero si éstos se vuelven visibles, necesitamos tratar con ello. El amor sí cubre una multitud de pecados, pero no cubre los que son persistentes. No podemos ir de acá para allá disciplinándonos unos a otros o de lo contrario, tendremos problemas. Si tienes dudas, debes preguntarle a un cristiano maduro o a uno de los ancianos. Si la gente no responde a la confrontación y no quiere arrepentirse y cambiar, entonces vamos por el camino de la excomunión.
El arrepentimiento es la clave
El arrepentimiento es la clave para determinar con cuánta rapidez se debe proceder a la disciplina eclesiástica. ¿La persona lucha con su pecado continuamente o no? Aquí se aplica 1 Tes. 5:14 y Mateo 18:9. Los que se arrepienten son celosos a la hora de apartarse de sus pecados. Están dispuestos a hacer lo que sea necesario: terminar relaciones, tratar con sus finanzas, rendir cuentas públicamente, van a todas las reuniones que organizas, aparecen y estudian la Biblia, ya no posponen sus responsabilidades ni se inventan excusas.
Mantén las cosas en privado el mayor tiempo posible
La disciplina eclesiástica debe mantenerse lo más privada posible. Únicamente debe tratarse en la iglesia como un último recurso. ¿Por qué? Para proteger el nombre de Cristo y al(los) individuo(s) involucrados y a cualquier otra parte inocente. A la gente siempre se le debe dar el beneficio de la duda. A veces, a la gente se la acusa falsamente. Esto ocurre en Niddrie con frecuencia. No podemos disciplinar a la gente sin evidencias y por un presentimiento. Hazles preguntas en vez de acusaciones. No presumas con la idea de conocer todos los rincones más profundos del corazón . Los líderes deben llevar adelante el proceso e instruir a la congregación. El pecado es engañoso y complejo. Gálatas 6 dice que los espirituales son llamados a restaurar al hermano con mansedumbre. Las ovejas más jóvenes pueden ser engañadas fácilmente a pecar o a aceptar el pecado como algo que no es tan malo. Necesitamos enseñar a las ovejas acerca del peligro del pecado al cuerpo más amplio.
Continuará en la tercera parte…
Artículo original de 20Schemes | Traducido por Natalia Armando