Después de mi mensaje a los estudiantes de Liberty University hace un tiempo atrás, un estudiante perspicaz hizo esta pregunta aclaratoria: “¿Entonces no crees que los actos altruistas sean posibles o deseables?”.
Le pedí su definición de altruismo para poder responder lo que realmente estaba preguntando. Dijo: “Hacer un buen acto por los demás sin esperar ninguna recompensa”. Respondí: es correcto, independientemente de si es posible o no, no creo que sea deseable porque no es lo que la Biblia nos enseña a hacer, ni es lo que las personas experimentan como amor genuino. Porque eso no es amor genuino.
Cuando Dios es glorificado
Dije en el mensaje: “Hacer lo correcto por el simple hecho de hacerlo es algo ateo”. Los cristianos deben hacer lo correcto por amor a Dios, porque la Biblia nos enseña a hacer todo para la gloria de Dios (1Co 10:31). Pero Dios no es glorificado si lo dejamos fuera de la ecuación y decimos que hacer una buena acción se justifica por sí misma. Nada se justifica por sí mismo si Dios es excluido.

Los cristianos deben hacer lo que Dios dice que es correcto porque al hacerlo disfrutamos más de Dios. Jesús nos motivaba a ser generosos con los demás cuando dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch 20:35). Simplemente estoy diciendo que esta “bienaventuranza” prometida como motivación no es principalmente más dinero, sino más de Dios. A Dios le encanta revelarse más a los generosos que a los tacaños (Jn 14:23).
Este motivo glorifica a Dios. Dios es glorificado cuando es deseado como un tesoro. Si queremos una comunión más profunda con Él porque nos hace más felices que cualquier otra cosa, lo glorificamos. Así que estar motivados a hacer lo correcto por el deseo de tener más de Dios, glorifica a Dios.

Cómo motiva Jesús a las personas
Jesús dijo que cuando seamos calumniados como cristianos debemos regocijarnos (Mt 5:12) y amar a nuestros enemigos (Mt 5:44) “porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande” (Mateo 5:12) y “para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos (Mt 5:45). La motivación a la que apela es que el camino del amor sacrificial lleva a un aumento de gozo en nuestra relación con Dios como Padre.
Jesús nos motivó a “[llamar] a pobres, mancos, cojos, ciegos” a nuestro banquete porque “ellos no tienen para recompensarte”. Luego añadió: “Pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos” (Lc 14:13-14). En otras palabras: sé generoso; haz sacrificios en este mundo; porque grande es tu recompensa en los cielos.

Esta recompensa, por supuesto, incluye todo lo que está en la herencia de Dios. Serás “heredero del mundo” (Ro 4:13). “Todo es de ustedes” (1Co 3:21). Los mansos “heredarán la tierra” (Mt 5:5). Sí, la recompensa incluye cosas terrenales. Pero en ese día no habrá peligro de idolatría. La tierra y los cielos y todas las cosas declararán la gloria de Dios, y la esencia de nuestro gozo en ellas será el gozo en Él. Lo que hace que nuestra recompensa sea verdaderamente grande es la mayor plenitud de nuestra comunión con Dios: “En Tu presencia hay plenitud de gozo; en Tu diestra hay deleites para siempre” (Sal 16:11).
Esta “plenitud” y este “para siempre” son la motivación que tenían los primeros cristianos cuando hacían lo correcto y sufrían por ello. Visitaban a sus compañeros cristianos en prisión porque veían esta recompensa: “Porque tuvieron compasión de los prisioneros y aceptaron con gozo el despojo de sus bienes, sabiendo que tienen para ustedes mismos una mejor y más duradera posesión” (Heb 10:34, énfasis añadido). Se regocijaban en la persecución porque su recompensa era grande en los cielos. De allí obtenían el valor para arriesgar sus vidas: “Tiene gran recompensa” (Heb 10:35).
Así que vuelvo a responder: “Hacer un buen acto por los demás sin esperar ninguna recompensa” es antibíblico y ateo. Deshonra a Dios. Él ofrece más gozo en Su comunión a quienes hacen lo correcto “por amor a Él” que “por amor a lo correcto”. Si no aceptamos esta recompensa al hacer el bien, lo menospreciamos. Pero si aceptamos esta recompensa, mostramos que Él es nuestro tesoro supremo deseado, por encima de todas las recompensas de hacer lo incorrecto.

Nuestro gozo al amar a otros
Finalmente, le respondí a la buena pregunta del estudiante: “No solo tratar de hacer lo correcto por el simple hecho de hacerlo deshonra a Dios, sino que tampoco muestra amor hacia los demás”. Las personas no lo experimentan como amor. Pero ¿por qué experimentarían como amor el bien que hacemos por ellos si estamos buscando nuestro mayor gozo en Dios? ¿No estaríamos simplemente utilizándolos?
No. Es porque parte del mayor gozo que buscamos en Dios, al hacerles el bien, incluye incorporarlos en nuestro gozo. Nuestro gozo en Dios se expandiría al ver su gozo en Dios. No los estamos usando para alcanzar nuestro mayor gozo. Estamos atrayéndolos hacia nuestro mayor gozo y deseando que sean parte de él.
Pero hacer lo correcto por el simple hecho de hacerlo no tiene este efecto. Supongamos que voy a visitar a Ethel en el hospital, una anciana que acaba de sufrir un ataque al corazón. Pongo mi mano sobre su pequeño brazo, ella abre los ojos y dice: “Oh, pastor, no tenía que venir”. Supongamos que respondo: “Lo sé, pero era mi deber venir. Era lo correcto por sí mismo. Así que vine”. Esa respuesta no haría que Ethel se sintiera amada.
Pero supongamos que digo: “Lo sé, pero siempre me hace más feliz en Dios, Ethel, traerte algo de ánimo y levantarte hacia lo que el Señor ha prometido”. Ethel nunca diría: “Qué egoísta eres. Todo lo que piensas es en lo que te hace feliz”. Ella no sentiría esto, aunque yo haya dicho: “Siempre me hace más feliz…”. Y la razón por la que no lo sentiría es que mi búsqueda de un mayor gozo en Dios al hacerle el bien, y mi deseo de que ella sea parte de ese gozo, es lo que el amor genuino sí es.

Que Dios nos proteja de la noción atea de hacer lo correcto por el simple hecho de hacerlo. Y que nos transforme en ese tipo de amantes extraños y maravillosos que se niegan a los “placeres temporales del pecado” y “escogiendo más bien ser maltratado con el pueblo de Dios”, porque “tenía la mirada puesta en la recompensa” (Heb 11:25-26).
Publicado originalmente en Desiring God.