5 mitos sobre Galileo 

Nota editorial: Esta artículo pertenece a una serie de 21 artículos relacionados con los mitos acerca de los temas más relevantes de la teología y la vida cristiana. Puedes leerla en este enlace. Esta serie fue publicada originalmente en inglés por Crossway. A continuación 5 Mitos sobre Galileo:

Mito #1: El mayor enemigo del Papa después de Lutero fue Galileo 

Permítenos presentarte a Paolo Sarpi, un contemporáneo de Galileo. Los protestantes leían ávidamente los escritos del veneciano Paolo Sarpi (1552–1623), quien alguna vez fue amigo de Galileo. La obra más importante de Sarpi es su “Istoria del Concilio Tridentino” (Historia del Concilio Tridentino). Esta obra monumental estableció a Sarpi como el adversario más formidable de la Contrarreforma en Italia.   ¿Por qué el Concilio de Trento? Como lo señaló Frances Yates:   En los primeros años del siglo XVI, muchos esperaban ansiosamente que se llevara a cabo un Concilio General de la Iglesia en el cual se resolvieran las cuestiones entre los católicos y los reformadores… Había dos conceptos totalmente diferentes en cuanto a la función de un Concilio General: una parte sostenía la opinión de que los protestantes debían ser representados en él, y que era necesario llegar a una fórmula bajo la guía del Espíritu Santo, por la cual se debía restablecer la unidad con la iglesia; la otra parte se negaba a considerar las concesiones a los reformadores y se concentraba en reforzar una intensa disciplina bajo el Papa [Yates, “Paolo Sarpi’s History of the Council of Trent” (1944): 133].  Esto no debía suceder; y finalmente, el Concilio de Trento se convirtió en el estatuto de la Contrarreforma. Yates señala:  Si se hubiera buscado seguir el camino correcto en Trento, según sugiere Sarpi indirectamente, toda la Iglesia se habría reformado en cierto modo, siguiendo el modelo de la reforma anglicana (el matrimonio de los sacerdotes, la comunión bajo las dos especies y la liturgia en lengua vernácula son, desde luego, características de la Iglesia Anglicana). Pero se siguió el camino equivocado y la Iglesia, lejos de ser reformada, fue deformada con nuevas usurpaciones papales [Yates, Paolo Sarpi’s History of the Council of Trent”].  El escritor David Wootton hace la siguiente reflexión:  Sarpi presenta cuidadosamente todas las propuestas para la reforma de la Iglesia y examina las opiniones contradictorias de los teólogos… Especialmente, por supuesto, expresa su opinión de que un verdadero concilio debe ser superior al Papa, que el concilio debe determinar su propia agenda en vez de tener una impuesta por los legados papales y que no debe depender de la ratificación papal para sus decretos” [Wootton, “Paolo Sarpi: Between Renaissance and Enlightenment”, (1983), 106].  Wootton señala que Sarpi consideró al Concilio de Trento como “la trágica historia de la derrota de las esperanzas y las expectativas, y del triunfo de la corrupción y el abuso de poder”. Voltaire citó la perspectiva de Sarpi sobre el Concilio de Trento de esta manera:  Finalmente, tenemos al Gran Concilio de Trento,— pero el dogma es indiscutible, ya que el Espíritu Santo solía venir semanalmente desde Roma hacia Trento en el arcón del correo, [según] dice el Fray Paolo Sarpi; sin embargo, el Fray Paolo Sarpi estaba casi cercano a la herejía [Voltaire, Oeuvres complètes de Voltaire, vol. 7, Dictionnaire philosophique I (Paris: Furne, 1847), 363].  John Milton se refirió a Sarpi como el “gran desenmascarador”, mientras que Wootton escribe que el historiador católico Hubert Jedin describió a Sarpi “como el mayor enemigo del papado después de Lutero”.   Los escritos de Sarpi provocaron un enojo y un odio tan intensos, a tal grado que los asesinos le infligieron quince heridas de estilete en su cuerpo el 5 de octubre de 1607, y lo dejaron morir; mas él se recuperó. Alexander Robertson recoge la historia:  “[Sarpi] no se refería a menudo a sus enemigos, salvo una o dos declaraciones que han llegado hasta nosotros. Cuando Acquapendente, el cirujano, examinó una de las heridas más graves, expandida en su “stravaganza” (o aspereza), Fray Paolo dijo: “Y todavía el mundo dice que se hizo ‘al estilo de la Curia Romana’.” [Robertson, “Fra Paolo Sarpi: The Greatest of the Venetians” (1911), 186–87].  El Concilio de Trento determinó que la Iglesia es la máxima autoridad para interpretar las Escrituras y le otorgó a la Biblia y a la tradición de la Iglesia la misma autoridad. Al escribir sobre “el oficio de los teólogos serios y sabios de interpretar los pasajes”, Galileo asentía con la perspectiva de que la iglesia era la autoridad final de interpretación e instaba a proceder con integridad en la interpretación de las mismas. En cambio, deberíamos hacer un mayor énfasis en el papel del Espíritu Santo en la revelación personal de Dios por medio de las Escrituras y menos en la interpretación escritural por medio de los “teólogos serios y sabios”. La decisión de Trento en cuanto a este tema tendría serias implicaciones en los asuntos científicos.  

Mito #2: Galileo merece el crédito por la historia del telescopio 

Paolo Sarpi también fue un científico experimental, un defensor del sistema copernicano y amigo de Galileo. No debemos subestimar su papel en la historia y el perfeccionamiento del telescopio en la República de Venecia.  En julio de 1609, nuestra historia cambia del invento del anteojo en Holanda a la República de Venecia. La figura principal de este interludio es el veneciano Paolo Sarpi. En su libro titulado “Galileo’s Telescope” (El telescopio de Galileo), los escritores Massimo Bucciantini, Michele Camerota y Franco Giudice presentan a Sarpi de la siguiente manera:  Este es el Sarpi que nos intriga: el hombre que, antes de convertirse en totus historicus y politicus—director y protagonista de la lucha contra el Interdicto Papal (1606–1607) y luego el famoso autor condenado de la “Istoria del Concilio Tridentino” (1619)— investigó incansablemente sobre los asuntos científicos y que, en la historia del anteojo, estuvo destinado a jugar un papel fundamental que con frecuencia ha sido subestimado en los estudios sobre la historia del telescopio y en algunos casos, completamente ignorado [Bucciantini, Camerota y Giudice, “Galileo’s Telescope: A European Story” (El telescopio de Galileo: una historia europea), (2015), 34].  La República de Venecia estaba en conflicto con el Papa y Sarpi argumentaba radicalmente contra la autoridad Papal en asuntos de estado. Él ya había recibido noticias sobre el telescopio en noviembre de 1608. En aquel momento, solo se trataba de un rumor; Sarpi no contaba con una muestra para examinar a fin de descubrir el secreto del anteojo. Al año siguiente, ya no era un rumor en Venecia. El 21 de julio de 1609, Sarpi escribió estas palabras:  Ha llegado un anteojo, que hace que las cosas lejanas sean visibles. Lo admiro en gran manera dado a la belleza del invento y la maestría de su fabricación, mas me parece inútil para fines militares, sea en la tierra o en el mar [Ibid, 35]  En poco tiempo, se descubrió el secreto:  Gracias al trabajo de los hábiles artesanos que entendieron al instante que había dinero por ganar, las lentes en un tubo o trompeta se convirtieron en un secreto a voces y se podían comprar en numerosas ciudades, lo que demostraba su amplia circulación, pero también la baja calidad de muchas muestras [Ibid, 37].   He allí la clave. Las lentes eran de baja calidad, pero el instrumento era una gran novedad.  Sarpi era el interlocutor científico de Galileo. Pero el tiempo fue la esencia para que Galileo fabricara sus propios anteojos. Leemos que:  La semana del 22 al 29 de septiembre de 1609 fue fatídica para Galileo, pues no sólo marcaría el inicio de un nuevo comercio, el de fabricante de anteojos, admirado y perseguido por toda Europa, sino también de una nueva vida. Casi a sus cuarenta y seis años de edad, estaba a punto de ver que su vida cambiaría drásticamente. La perfección de los anteojos holandeses y su nuevo uso como instrumento astronómico transformaría por completo su rutina y su trabajo… La gente de la ciudad no hablaba de otra cosa [Ibid, 38].  Galileo presentó un anteojo al senado de Venecia el 24 de agosto de 1609; tenía un tubo de aproximadamente 70 centímetros de largo y 42 milímetros de diámetro, con un poder de aumento de 8. Todos “vivían hablando” de la capacidad que tenía Galileo de superar la calidad de los anteojos que se habían fabricado en Holanda. No sabemos con exactitud cuándo Galileo comenzó a trabajar en su primer anteojo. Pero sí sabemos que Sarpi no solo estaba bien informado acerca del anteojo, sino que además había estado involucrado activamente en su fabricación, como veremos a continuación, gracias a una carta suya con fecha del 16 de marzo de 1610.   Paula Findlen detalla: “Sarpi utilizaba su extensa red política para recolectar la información del anteojo; a él se lo veía a menudo con Galileo debatiendo sobre los problemas técnicos, identificando a los mejores materiales y artesanos, y observando el cielo” (énfasis nuestro).  

Mito #3: Galileo era diligente en dar el crédito a sus compañeros 

El 13 de marzo de 1610 marcó un hito en el nacimiento de la astronomía moderna: la publicación en Venecia de la legendaria obra de Galileo, “Sidereus Nuncius” (El mensajero sideral). Fue la primera obra científica publicada, basada en las observaciones que Galileo había hecho a través de sus telescopios; dicho tratado contenía las primeras observaciones que él realizó de una luna montañosa, una miríada de estrellas de nuestra galaxia Vía Láctea que se encontraba más allá del alcance del ojo humano, y cuatro lunas medíceas que orbitaban el planeta Júpiter.  El 16 de marzo de 1610, solo tres días después de la publicación del “Sidereus Nuncius”, Sarpi le escribió una carta a Jacques Leschassier, que hacía alusión a los anteojos que él había fabricado. Dicha carta, en parte, dice lo siguiente:  Como ya sabes, este instrumento está compuesto por dos lentes (que tú denominas lunetas), las cuales son esféricas, una con superficie convexa y la otra, cóncava… Nosotros [Sarpi y su entorno] fabricamos una con una esfera con un diámetro de seis pies, y la segunda de otra esfera de un diámetro más pequeño [Citado en Bucciantini, Camerota y Giudice, “Galileo’s Telescope”, 43].  Y ahora, una nota de estrategia e intriga. Al escribir su sección en la historia de los anteojos utilizados para sus observaciones en el “Sidereus Nuncius”, todo el crédito le pertenece al mismo Galileo. A Sarpi se lo excluye de cualquier mención.   Galileo marcaba agresivamente su territorio con respecto a su papel en el perfeccionamiento del telescopio, y no tenía ningún deseo de reconocer los nombres de otros. El objetivo era elaborar la idea de que el mismo Galileo desarrolló heroicamente semejantes instrumentos en un aislamiento total, pero eso es falso. En este respecto, Bucciantini, Camerota y Giudice nos proporcionan una perspectiva valiosa. Las omisiones son evidentes, y estos autores lo destacan cuidadosamente: “El “Sidereus” es, además, una obra en la cual hay una carencia intencional de reconocimientos… Cuando la leemos con una actitud de desencanto y, por así decirlo, ex parte veneta, lo que surge es un intento tan sistemático como consciente de ocultar personas, palabras y acontecimientos”.   Aquí encontramos a Sarpi, quien había compartido casi veinte años de interminables conversaciones sobre la naturaleza y la humanidadcon Galileo, siendo traicionado por él. ¿Acaso no era Sarpi el interlocutor científico más cercano de Galileo mientras éste se encontraba en Padua? Qué giro tan dramático de los acontecimientos, según lo expresan Bucciantini, Camerota y Giudice:  “No hay duda alguna de que la colaboración de Sarpi y de su entorno fue decisiva, aunque Galileo nunca lo reconoció públicamente”.   En resumen, el veneciano Paolo Sarpi fue el que jugó el papel más importante:  Queda ampliamente demostrado… por el hecho de que él llevó a cabo las observaciones celestiales en el Monasterio de Santa María de Servi… La realidad es que la historia del anteojo no circula únicamente por un solo vector o por un camino unidireccional, pero como Venecia lo demuestra, es un archipiélago de acontecimientos humanos e intelectuales que se superponen: una historia colectiva que se debe relatar en su simultaneidad a fin de que sea reconstruida y restaurada pieza por pieza (énfasis nuestro) [Frost, “Kitty Hawk”, Atlantic Monthly, noviembre de 1957, 52–56]. 

Mito #4: La ciencia no es territorial y es completamente transparente 

Las personalidades y los propósitos a veces pueden impulsar los resultados científicos, y el proceso no siempre es objetivo. En la vida de Galileo, algunos de los hombres hicieron alardes de su gloria; la historia de la astronomía, también, está llena de ejemplos de los que buscaban ser los primeros y, en el proceso, procuraban recibir la gloria por sus descubrimientos. Pisotear al compañero de alguien sólo por razones personales era un crimen. En este contexto, recordamos un pequeño fragmento de un poema de Robert Frost [Bucciantini, Camerota y Giudice, Galileo’s Telescope, 44, 52]:   De todos los crímenes, el peor  Es robarle la gloria a otro Es aún más culpable que aquel Que le roba la tumba al otro.  La Iglesia en los tiempos de Galileo tenía un propósito, el de preservar su poder a toda costa. El poder que ejercía la iglesia lo abarcaba todo, incluso en los asuntos de la ciencia.  Los juegos de poder y los intereses personales de los opositores de Galileo prevalecieron.   Galileo reconocía que la verdad científica existe fuera del observador y que no está en el poder de éste hacer que las cosas sean verdaderas o falsas. El libro de la naturaleza trasciende el poder humano: los individuos no tienen influencia alguna sobre los satélites que giran alrededor de piter ni sobre las manchas de la superficie candente de nuestro sol.  Galileo afirmaba:Hacer [proposiciones] verdaderas o falsas va más allá del poder de los seres creados, en contra de lo que son de facto por su propia naturaleza.  Aunque existen muchas preguntas en la astronomía, la maravillosa calidad del libro abierto de la naturaleza es su transparencia. Va más allá de la imaginación que un ser humano pueda “instruir” a Dios sobre cómo crear Su universo. Como afirmara Tagore tiempo atrás: “‘El instruido dijo que algún día ya no habrá más luz’ le dijo la luciérnaga a las estrellas. Las estrellas nada respondieron a esto”. La mayoría de las preguntas tienen respuestas, como ya era evidente para Galileo. Aún hay verdades que descubrir, y si las buscamos, podremos hallarlas.  Galileo planteó un asunto clave: el de los propósitos y los intereses personales. Es probable que muchos lectores piensen que los intereses personales de la actualidad se encuentran fuera de la ecuación con respecto a los asuntos científicos, ¡pero nada podría estar más lejos de la verdad!  

Mito #5: Los muertos no cuentan cuentos 

Sarpi murió el 15 de enero de 1623, habiendo sobrevivido a dos intentos de asesinato. En cuanto a la estatura de Sarpi, según las palabras de Robertson, leemos:  En el terreno de la astronomía, Galileo lo llamaba “Mi padre y mi maestro”. Como matemático … “No había ningún hombre en Europa que pudiera superar al Maestro Paolo Sarpi en su conocimiento de la ciencia de la matemática [Robertson, “Fra Paolo Sarpi: The Greatest of the Venetians”, 1911].  Y la lista sigue:  Acquapendente, el famoso cirujano de Padua, lo llamaba “El oráculo de este siglo”. Como experto en la magnética, detalla Porta de Nápoles y Gilbert de Colchester, reconocieron que su aprendizaje, como reza el viejo dicho: “No me ruborizo, pero me considero honrado de confesar que muchas de las cosas que he conocido de los fenómenos magnéticos las he aprendido del Fray Paolo, un verdadero ornamento de luz no sólo de Venecia, sino de Italia y de todo el mundo [Ibid].  ¿Qué dignidad se le puede otorgar, en la muerte, a un personaje de tal conocimiento y estatura? Alexander Robertson D.D. ambienta la escena:  Durante más de doscientos años, el cuerpo de Sarpi no tuvo un lugar seguro de descanso, sino que hubo que construir lugares en las paredes o en los altares, tuvo que ser escondido en casas privadas como “contenido desconocido”, en seminarios y bibliotecas, a fin de ocultarlo de la caza feroz de sus enemigos [Ibid].  La novena profanación de los restos de Sarpi ocurrió en 1846, “…cuando aquel 1 de noviembre –el “día de los muertos”– día en que los venecianos se agolparon en la puerta grande de San Michele (que habitualmente se mantenía cerrada) para visitar las tumbas de sus amigos en el Campo Santo, quedaron asombrados al descubrir que había desaparecido todo vestigio de la tumba de Fray Paolo. La lápida había desaparecido y el pavimento del atrio había sido restaurado a su estado original… Entonces, tuvo que hacerse una investigación minuciosa para descubrir quiénes habían sido los autores de este atropello… El resultado de dicha investigación, como aparece registrado en los libros de la policía austríaca, fue que tuvo su origen en los monjes de San Michele, quienes recibieron las órdenes del Patriarca de Venecia, quien a su vez recibió el mandato del Papa Gregorio XVI”, según escribe Robertson.   La lápida fue encontrada intacta, aunque escondida, y el cofre de piedra aún se encontraba en su lugar, con fuertes cuerdas de metal. La ceremonia del décimo y último entierro tuvo lugar el 19 de noviembre de 1846; Sarpi había muerto en 1623. Los muertos no cuentan cuentos, pero sus cuerpos, la mayoría de las veces, . 


Por David L. Block, Kenneth C. Freeman  Utilizando fragmentos de una carta escrita por el famoso astrónomo Galileo en 1615, dos astrónomos modernos exploran la relación que existe entre la ciencia y la fe, alegando que nuestro conocimiento de la verdad final debe incluir tanto el terreno físico como el espiritual. 

David L. Block

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