Recientemente cumplí 24 años en el ministerio a tiempo completo. En el año 1992 comencé oficialmente la plantación de una Iglesia en la víspera del Día de los Reyes (en mi país es la celebración del día en que los sabios ofrecieron presentes al niño Jesús). ¡Parece que fue ayer! Recuerdo que tenía una mezcla de emociones, sentía alegría al estar haciendo lo que el Señor me había llamado a hacer, pero al mismo tiempo temor por el peso de responsabilidad que tenía sobre mis hombros. Ya han pasado 24 años y muchas cosas han ocurrido en mi vida ministerial. Cada una de ellas ha sido utilizada por Dios para formar mi carácter y capacitarme para llevar a cabo la tarea para la cual me ha llamado. Esto no quiere decir que ha terminado conmigo, aún le queda trabajo y todavía queda mucho camino por recorrer. Sigo aprendiendo en la marcha ya que como dijo el Apóstol Pablo a los filipenses “el que comenzó la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). Hoy quisiera compartir con ustedes, especialmente con aquellos que están comenzando en el ministerio, algunas cosas que he aprendido en esta jornada:
1. La convicción del llamado de Dios en tu vida te ayudará a perseverar en los momentos difíciles
El ministerio es un privilegio y es motivo de gran gozo el servir a Dios. El ser testigo del poder del Evangelio transformando las vidas, el participar del crecimiento espiritual de las almas mediante la predicación, la enseñanza y el discipulado sencillamente no tiene precio. Pero al mismo tiempo enfrentamos luchas, tentaciones y desánimos que amenazan nuestro proseguir y avance en la obra. En esos momentos difíciles (que no han sido pocos) la convicción del llamado y respaldo de Dios me ha sostenido. Aquel que te llamó te sostiene, te respalda, te consuela y te da las fuerzas para seguir hacia adelante en la carrera de la fe. Como me dijo un experimentado pastor en mis inicios ministeriales “Dios no respalda buenas intenciones, El respalda al que EL ha llamado. Asegúrate Carlos que Dios realmente te llamó”. Esas palabras llegaron a lo más profundo de mi corazón y han sido motivo de ánimo en los momentos difíciles. Yo puedo dar testimonio de lo siguiente: Dios me llamó y ha sido Fiel. Si Dios te llamó nunca dudes de su respaldo.
2. La familia es el principal ministerio no lo descuides
En el servicio del ministerio siempre hay una tarea que realizar, muchas veces parece el nunca acabar. Siempre hay una consejería, una visita, una llamada, una invitación a predicar, una reunión, una emergencia, etc. Si no organizas bien tu tiempo todo el mundo será complacido pero la familia será sacrificada en el altar de los compromisos. No son pocos los casos de ministros que por estar excesivamente ocupados en los asuntos de la iglesia han descuidado a su esposa y sus hijos. Para algunos esto podría lucir muy espiritual y comprometido pero la realidad es que ante los ojos de Dios eso se llama pecado. Dios nos ha dado la bendición de tener familias y nuestra responsabilidad es atenderlas y cuidarla. Nuestro principal testimonio lo dan los miembros de nuestro hogar cuando exhibimos el amor y cuidado hacia ellos.
3. Agrada a Dios: Agradar a Dios es más fácil que agradar a los hombres
Una de las mayores trampas en el ministerio es la de buscar continuamente la aprobación de los hombres. Ciertamente servimos a las personas que están a nuestro cargo y debemos amarlos y estimarlos, pero cuando nuestro ministerio gira en torno a la aprobación nos corremos el riesgo de dejar de ser siervos de Jesucristo. Las personas tienen unas exigencias y expectativas del pastor que van desde lo absolutamente real y necesario hasta lo absurdo e irracional. Asegúrate de estar obrando de acuerdo a lo que Dios, no la gente, espera de ti, de ministrar de manera que Dios se agrade de tu trabajo. Aunque parezca ser más difícil, te aseguro que es más fácil agradar a Dios que agradar a los hombres. Recuerda que llegará el momento en que rendiremos cuentas al Señor, no a los hombres.
4. Las personas te pueden traicionar, pero Dios siempre es Fiel
Jesucristo fue traicionado por uno de sus discípulos, el Apóstol Pablo fue abandonado y traicionado por personas bien cercanas a su ministerio y nosotros no podemos esperar menos que eso. Recuerdo la primera vez que pasé por ese valle de aflicción, de hecho, también en mis inicios ministeriales. Invertí tiempo, amistad y confianza en una persona que me traicionó de forma inesperada para mí. La traición rompe el corazón, crea heridas e inseguridades que si no son llevadas al pie de la cruz nos pueden descarrilar del camino y dejarnos un mal sabor en el alma que nos impide continuar en el ministerio. Tengo que confesar que en 24 años de ministerio ese suceso se ha repetido en varias ocasiones y siempre causa dolor. Pero testifico también que Dios ha sido misericordioso y muestra su amor y respaldo en esos momentos difíciles. Una de las maneras que el Señor obra es revelando a nuestras vidas aquellas personas que son sinceras y que genuinamente nos aprecian y nos aman. A través de esas personas Dios muestra su respaldo, consuelo, amor y sobre todo gracia. Hermano que estás comenzando en el ministerio yo quisiera decirte que eso nunca le va a ocurrir, pero la realidad es que hay una alta probabilidad que sí, pero recuerda que Dios es fiel y Él le sostendrá en el momento de prueba. Luego de la misma saldrás más fortalecido y con mayor sabiduría.
5. Busca el consejo de siervos experimentados en el ministerio
Durante todos esto años he aprendido a valorar el consejo de hombres piadosos y experimentados en el ministerio pastoral. La educación teológica formal, los talleres, conferencias, educación continua, los libros, etc. son herramientas buenas y necesarias ya que nos pueden ayudar a llevar a cabo la tarea ministerial. Sin embargo, ninguna de ellas puede suplantar el crecimiento espiritual y ministerial que viene como resultado de la interacción y relación de caminar bajo la mentoría de un ministro veterano. Es triste ver jóvenes aspirantes al ministerio que piensan que estos recursos son todo lo que necesitan. Es bueno tener admiración por ciertos conferencistas o escritores, pero te digo de corazón que todo pastor, y en especial aquel que está comenzando en el ministerio, debe tener un mentor cerca de él. El pastor necesita de otro pastor que le anime, instruya y le amoneste en amor cuando sea necesario. Y preguntarás, ¿cómo debe ser ese pastor? Sencillamente debe ser un pastor que no busque tu veneración sino uno que se preocupe genuinamente por tu vida, familia y ministerio. Ese mentor no tiene que ser famoso sino piadoso y que lleve en su cuerpo y alma las marcas de Cristo. Muchos de los varones que Dios ha utilizado para edificar mi vida como ministro no son reconocidos por las masas, ni son celebridades, pero son conocidos y amados por Aquel que nos llamó.