4 principios sobre el arrepentimiento

A continuación, algunos principios que hemos aprendido sobre el arrepentimiento del pecado.
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En nuestros devocionales familiares hemos estado agudizando nuestro conocimiento sobre algunas de las grandes creencias cristianas, aprendiendo grandes verdades.  Esto lo hemos llevado a cabo con la ayuda de David Helm, a través de su guía de la Confesión de Fe de Westminster, la cual jugó un papel muy importante en mis años de juventud pero que últimamente había descuidado. Ha sido un gozo regresar y aprender de ella nuevamente. Recientemente hemos estado aprendiendo acerca del pecado, y más específicamente sobre abandonar el pecado. Hemos visto juntos que nuestro primer deber como cristianos es odiar el pecado, luego confesar nuestro pecado y finalmente fortalecer nuestro propósito de huir del pecado con el objetivo de perseguir la justicia. La Confesión Westminster lo indica de esta forma (por favor lee esta frase despacio): «Cuando un pecador se arrepiente, le angustian sus pecados y los odia no sólo porque ve y siente su peligro, sino porque ellos mismos son viles y odiosos, contrarios a la naturaleza santa y a la justa ley de Dios. Al comprender la misericordia de Dios en Cristo hacia quienes se arrepienten, entonces el pecador se duele de todos sus pecados y los odia, de tal manera que se vuelve a Dios proponiéndose y esforzándose por andar con Dios en todos los caminos de sus mandamientos». ¡Esa es una frase! Esta frase resume acertadamente el gozoso deber de hacer morir el pecado y despertar hacia una vida de rectitud. Odiamos el pecado, confesamos el pecado, matamos el pecado. A continuación, algunos principios que hemos aprendido sobre el arrepentimiento del pecado.

Ningún pecado es demasiado pequeño para no confesarlo.

No hay pecados pequeños; aunque pecados diferentes provocan grados diferentes de culpa o consecuencia, cada pecado no importa cuán grande o pequeño sea, trae separación entre Dios y el hombre (Romanos 6:23, Gálatas 3:10). Cada pecado demanda nada menos que la sangre de Jesucristo si es que ha de haber reconciliación. Por esta razón, necesitamos rápidamente confesar nuestro pecado y debe ser rápidamente para que no olvidemos esos pecados que pueden parecer pequeños. Debido a esto, es necesario tener consciencias tiernas, para que no nos endurezcamos contra los pequeños pecados que eventualmente se convierten en grandes pecados.

Ningún pecado es demasiado grande para condenarnos.

Mientras no hay pecado tan pequeño que conlleve algo menor que la muerte, no hay pecado tan grande que traiga condenación sobre creyente. ¡Cuán gloriosa verdad, cuán gloriosa confianza! La Confesión Westminster dice: «Así como no hay pecado tan pequeño que no merezca la condenación, tampoco hay pecado tan grande que pueda condenar a quienes se arrepienten verdaderamente». Robert Shaw explica: «El más grande de los pecadores puede obtener misericordia; y aquellos que después de haber recibido gracia, han caído en un pecado grave, pueden verdaderamente arrepentirse y recibir el perdón» (Juan 21:15-19). Podemos arrepentirnos de todo pecado con confianza, sabiendo que nuestro pecado no puede obstaculizar nuestra relación con Dios.

Necesitamos arrepentirnos de los pecados de forma específica y no de forma general.

Por supuesto, no podemos recordar cada pecado que hemos cometido y a veces, ni siquiera reconocemos que lo que hemos hecho (o fallado en hacer) es pecado. Aun así, no es suficiente con vagamente reconocer que somos pecadores o que hemos pecado. Necesitamos reconocer pecados específicos. Cuando confesamos pecados específicos podemos arrepentirnos de esos pecados específicos y comenzar un nuevo andar de obediencia específica. Debemos en oración buscar dentro de nosotros mismos, pidiendo a Dios que revele hasta el último pecado de modo que podamos confesar todo ante Él; ningún pecado debe ser excluido. Shaw dice: «debemos mediante un examen estricto e imparcial de nuestros corazones y conductas, esforzarnos para descubrir esos pecados particulares a través de los cuales hemos ofendido y deshonrado a Dios y debemos clamar «afligido estoy a causa de mi pecado» (Salmo 38:18).

Necesitamos confesar nuestro pecado ante Dios, pero también ante cualquier persona que hayamos ofendido.

Por su puesto que debemos confesar nuestro pecado ante Dios, cuando hacemos esto honramos Su autoridad sobre nosotros y reconocemos Su omnisciencia, pues Él ya conoce nuestros pecados y ha sido profundamente afligido por ellos. Pero cuando hemos pecado públicamente, nuestra confesión y arrepentimiento deben ser públicos.  Cuando hemos pecado contra una persona en particular, nuestra confesión y arrepentimiento deben ser ante esa persona en particular. De esta forma preservamos relaciones y honramos a las personas hechas a la imagen de Dios; de esta manera protegemos la paz y la unidad, así como también obedecemos la Biblia (Mateo 5:23-24, Mateo 18:15-20). Estas son verdades básicas del cristianismo: arrepentimiento de pecado y un despertar hacia una vida de rectitud. Estas son verdades que mis hijos necesitan escuchar y creer; estas son verdades que sus padres necesitan escuchar de nuevo y creer en ellas otra vez.


Una publicación original de Challies.com | Traducida con permiso por Rudy Ordoñez Canelas

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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