4 Lecciones de Agustín sobre el cristiano y la mentira

No recuerdo quién fue, pero alguien dijo que el tiempo invertido en leer a san Agustín (354-430 d. C.) es mejor usado que el de estar en Twitter. Yo estoy de acuerdo. 

Aunque no siempre estaremos de acuerdo con él, por lo menos nos reta a pensar y a regresar a las Escrituras. Con respecto a la mentira, Agustín nos ayuda a formular respuestas a varias preguntas difíciles: ¿está justificada la mentira en algunos casos?, ¿deberíamos mentir para salvarle la vida a alguien?, ¿será que podemos mentir sin usar las palabras? 

Agustín escribió dos tratados acerca de la mentira: Sobre la mentira[1] en 395 d. C., y Contra la mentira[2] en 420 d. C. y también toca el tema de la mentira y el cristiano en varios otros escritos. Entre los dos tratados, Contra la mentira es más fácil de leer. 

Aunque no podemos hacer un estudio exhaustivo de este tema, podemos aprender cuatro lecciones sobre el cristiano y la mentira.

1. Debemos empezar con las enseñanzas claras de la Palabra de Dios sobre la mentira. 

Cuando pensamos en la relación del cristiano y la mentira, hay una tendencia de ir a las secciones narrativas de la Escritura para justificar la mentira en ciertas ocasiones. Los ejemplos más citados son las parteras hebreas (Ex 1:16-21) y Rahab y los dos espías (Jos 2), quienes mintieron pero sin embargo fueron aprobadas por Dios. 

Agustín examina estos dos pasajes, pero su punto de partida no son las secciones narrativas sino los pasajes didácticos. Aquí están los versículos que más usa para formular su posición:

«No hablarás contra tu prójimo falso testimonio». (Ex 20:16; Sobre la mentira, V,6)[3]

«Destruirás a los que hablan mentira». (Sal 5:6; Contra la mentira, I, 1)

«Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede». (Mt 5:37; Sobre la mentira, V,6)

«Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros». (Ef 4:25; Contra la mentira, VI, 15)

«No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad». (1 Jn 2:21; Contra la mentira, XV, 31)

2. Debemos pensar en la definición de la mentira.

Definir la mentira era una tarea importante para Agustín. ¿Lo es para nosotros? 

En su definición básica, Agustin dice:

«La mentira es la significación de una cosa falsa con la voluntad de engañar» (Contra la mentira XII, 26).

Según esta definición, se puede decir algo falso sin mentir, si se piensa que algo es como se dice aunque, en realidad, no sea así. Y se puede decir la verdad, mintiendo, si se piensa que algo es falso y se quiere hacer pasar por verdadero, aunque, de hecho, lo sea. Al veraz y al mentiroso no hay que juzgarles por la verdad o falsedad de las cosas en sí mismas, sino por la intención de su opinión. (Sobre la mentira, III,3).

Esta definición excluye las equivocaciones y las bromas de la categoría de mentira, ya que pueden comunicar elementos no verdaderos pero sin embargo su propósito no es el de engañar (Sobre la mentira, II,2).

Agustín enfatiza que la mentira va en contra del propósito de las palabras, el cual es la comunicación verdadera:

Todo el que miente habla con voluntad de engañar, pues dice lo que no siente. Y ciertamente, las palabras han sido formadas para que, por medio de ellas, nuestros pensamientos puedan llegar a conocimiento de los demás, no para engañarnos mutuamente; por tanto, el no usar de las palabras para lo que fueron instituidas, sino para la mentira, es lo que constituye el pecado. (Enquiridión, VII,22)[4]

Él menciona que uno además puede mentir por medio de los gestos o el silencio si el propósito es engañar (Sobre la mentira, III,3)

Matthew Puffer ha notado que Agustín evolucionó en su entendimiento de la mentira a lo largo de su vida[5]. En un sermón temprano sobre el Salmo 5[6], Agustín consideraba que bromear era una forma de mentir y que a veces mentir era necesario para algunos, pero después permitió las bromas y excluyó la posibilidad de mentir.[7] Puffer también explica que en La Trinidad Agustín desarrolla aun más sus ideas sobre la mentira y la verdad. De la misma manera que la encarnación del Hijo de Dios en carne fue la expresión perfecta del Verbo de Dios, así también nuestra palabra hablada debe corresponder a una palabra interna que «procede de la ciencia del bien obrar» (De Trin., XV,11,20).

Así que, para Agustín, la verdad de las palabras llegó a ser no solo un asunto ético, sino que uno que reflejaba la esencia de Dios y la encarnación del Hijo de Dios. 

3. Debemos interpretar los pasajes narrativos a la luz de los pasajes didácticos. 

¿Cómo maneja Agustín los pasajes difíciles que mencionamos arriba? Su forma de interpretar es igual en los casos de Rahab y las parteras hebreas. Él dice: 

Y, sobre lo que está escrito que Dios benefició a las comadronas de los hebreos y a Raab, la ramera de Jericó, esto no lo hizo porque hubieran mentido, sino porque tuvieron misericordia de los hombres de Dios. No se les remuneró su falacia sino su benevolencia, su generosidad de alma y no su mentirosa iniquidad. (Contra la mentira, XV,32)

En el contexto de su examinación de estos pasajes, Agustín trae a colación su esquema sobre la gravedad de las mentiras. Para él, había ocho tipos de mentira (Sobre la mentira, XIV,25). La mentira más grave era cualquiera sobre la fe cristiana, la cual pone en peligro el destino eterno. La segunda más grave es «la que daña injustamente a alguno, de modo que daña a uno y a nadie aprovecha». Y así va en su descripción de la gravedad de las mentiras, de la peor hasta la que menos daño hace. Las últimas dos clases de mentira son las que no le hacen daño a nadie sino que salvan a personas inocentes de algún peligro.

Con ese esquema en mente, Agustín escribió sobre estas mujeres que mintieron que «más grave es el pecado que se comete con la intención de dañar que el que se hace con la intención de ayudar» (Contra la mentira, XV,32). 

4. Debemos evitar el «laberinto» de justificar los pecados.

En cualquier discusión sobre la ética de la mentira, surge el caso del «nazi en la puerta». ¿Qué debías hacer si un nazi llegaba a la puerta de tu casa durante la Segunda Guerra Mundial y tenías a judíos escondidos en la casa? ¿Debes mentirle? 

Entiendo que este tema es complejo, pero creo que Agustín nos ayuda aquí. Un versículo que cita varias veces es Romanos 3:8:

 «¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirma que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?» (Ro 3:8; p. ej. en Contra la mentira XV, 32) 

Agustín parte de la premisa de que Dios es soberano y de que no nos pone en una situación en donde cometer un pecado es necesario (Contra la mentira XVII,34). Hace varias preguntas qué nos ayudan a no meternos al «laberinto» de justificar los pecados a pesar de que los resultados nos parezcan positivos. 

Por ejemplo, si pudieras salvarle la vida a alguien al cometer el adulterio, ¿sería justificado el adulterio? La respuesta obvia es que no (Contra la mentira, VII,18). Seguiría siendo pecado. Según Agustín, el caso es igual con la mentira. Aunque pudiéramos salvarle la vida a alguien con nuestra mentira, no debemos mentir.

¿Qué aconsejaría Agustín entonces si un nazi estuviera en la puerta? Por un lado, él reconoce que «ocultar la verdad» no es mentir y que tampoco lo es callar (Contra la mentira, X,23). Si puedes ocultar la verdad sin mentir, hazlo; pero si crees que eso es imposible, Agustín te aconseja a ser valiente:

debes decir: «Sé muy bien dónde está, pero no lo mostraré». Porque, si no respondes al preguntarte por un lugar, y confiesas que no le descubrirás, es como si señalaras ese lugar con el dedo y confirmaras la sospecha como cierta. Pero, si primero confiesas que sabes dónde está pero que no lo dirás, quizá puedes apartar al inquisidor de aquel lugar y a ti te presionará para que declares dónde se encuentra. Todo lo que padezcas por esta fidelidad y sentido de humanidad no solamente no es algo culpable, sino que, incluso, será juzgado como digno de alabanza. (Sobre la mentira, XIII,24). 

Me encanta ver cómo Agustín razona con las Escrituras. No siempre estaremos de acuerdo con sus interpretaciones, pero casi siempre vale la pena leerlo y el tema del cristiano y la mentira no es ninguna excepción. 


[1] https://www.augustinus.it/spagnolo/menzogna/index2.htm

[2] https://www.augustinus.it/spagnolo/contro_menzogna/index.htm

[3] Uso la Reina-Valera 1960 para las citas bíblicas. 

[4] https://www.augustinus.it/spagnolo/enchiridion/index2.htm

[5] PUFFER, M. (2016). Retracing Augustine’s ethics: Lying, necessity, and the image of God. Journal of Religious Ethics, 44(4), 685-720. https://doi.org/10.1111/jore.12159

[6] https://www.augustinus.it/spagnolo/esposizioni_salmi/index2.htm

[7] PUFFER, p. 696-97.

Jonathan Boyd

Jonathan Boyd es un misionero norteamericano radicado hace 11 años en Colombia. Es pastor de la iglesia impacto Bíblico, ubicada en la ciudad de Santa Marta. Esta casado con Holly y es padre de cuatro hijos. Jonathan tambien tiene su licenciatura en Misiones, una maestría en Estudios Bíblicos (MA) una maestría en Divinidades (MDiv) de Faith Baptist Theological Seminary de Ankeny, Iowa, EE. UU y una maestría en religión de la Universidad de Birmingham (R.U.) Además es profesor de Idiomas Bíblicos en el Seminario Bautista de Colombia.

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