Quizás no sea el pasaje clave del Nuevo Testamento sobre la crianza de los hijos, pero sin duda es uno de los más importantes: “Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor” (Ef 6:4). Hablemos al respecto.
No cabe duda de que esto de ser padres es muy difícil. Gratamente, el Señor no nos deja sin guía. De hecho, por medio de Su Palabra nos da todo lo que realmente necesitamos saber sobre la crianza de los hijos, y no hay área que no aborde de alguna manera y en algún momento.
Efesios 6:4 comienza con esta palabra: “Padres”. ¿Significa esto que este pasaje es solo para los papás? No. También es para las madres. Se aplica a todos los padres, pero Pablo está hablando aquí a los padres como cabeza de sus hogares, y dice: “…no provoquen a ira a sus hijos”.
Mira, hay una manera de provocar la ira de nuestros hijos. Podemos exasperarlos, podemos irritarlos, podemos tratarlos tan injustamente que su respuesta más apropiada sea la ira, que su respuesta airada a nuestro comportamiento o demandas injustos, sea en realidad una respuesta adecuada.

Si vamos al pasaje paralelo en Colosenses 3:21 Pablo añade esto: “Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se desalienten”. Mira, provocar a nuestros hijos puede causar que se desalienten (desanimen). Nuestros hijos tienen este deseo natural de honrar y complacer a sus padres, pero con el tiempo podemos exasperarlos a tal grado que simplemente se dan por vencidos. Se dan cuenta de que no se puede complacer a esta persona. No puedo hacer nada más. Así que, se rinden. Se desaniman.

Criarlos en la disciplina y la instrucción del Señor
¿Existe una solución para este desánimo y provocación? Sí, la hay. Criarlos en la disciplina y la instrucción del Señor. Disciplina e instrucción, estas son dos caras de la misma moneda. Disciplina, ese es el lado negativo de ser padres. La parte que no disfrutamos. La parte que no amamos, pero que es crucial. Es advertir a nuestros hijos que no se comporten mal. Es intervenir en su desobediencia, es hacerles enfrentar las consecuencias cuando nos desafían, cuando han hecho cosas que son dañinas o equivocadas. Pero luego está la instrucción. Esa es la enseñanza, ese es el entrenamiento, ese es el lado positivo de la crianza. Es estar a su lado para criarlos especialmente en los caminos del Señor, para enseñarles que hay un Dios. Que Él tiene exigencias en sus vidas. Que necesitan ir a Jesucristo en arrepentimiento y fe. Que hay una manera adecuada y buena de vivir en este mundo honrando a Dios. Esa es la tarea de todos los padres.

Ejemplos de exasperación y provocación de los hijos
Ahora bien, ¿cuáles son algunas de las maneras cómo los padres podemos exasperar y provocar la ira de nuestros hijos? Voy a darte tres ejemplos.
La primera manera, es cuando vivimos con hipocresía y no con autenticidad. Como padres, podemos vivir de forma hipócrita ante nuestros hijos y eso puede enfadarles, y con razón. Podemos mostrar esa hipocresía cuando tenemos una serie de exigencias para nosotros, pero otra muy diferente para ellos. Somos muy exigentes con su comportamiento, con sus arrebatos, con lo que ven, con lo que hacen, pero tenemos normas mucho menos estrictas para nosotros mismos. Eso es hipocresía. O puede ser que nuestros hijos vean que vivimos de una manera diferente ante otras personas. Vivimos de cierta manera en el trabajo o en la iglesia, pero de forma muy distinta en casa. De nuevo, eso es hipocresía, y nuestros hijos tienen razón al responder contra ello.

Otra manera en la que podemos provocar a nuestros hijos, es cuando nos mostramos distantes en lugar de involucrarnos. Los padres tenemos que luchar contra la tentación de mantenernos distantes de nuestros hijos. Lo que ocurre es que si somos distantes con nuestros hijos solo tendemos a involucrarnos cuando nos irritan, cuando han hecho algo mal, cuando nos han desafiado, cuando nos han avergonzado. Entonces, de repente, irrumpimos en sus vidas y les decimos cómo tienen que vivir. No. Tenemos que acompañar a nuestros hijos durante toda su vida. Enseñándoles, formándoles, haciéndonos amigos suyos, disfrutando con ellos. Y entonces, cuando llegue el momento en que tengamos que intervenir, estarán mucho más dispuestos, mucho más preparados para escuchar porque saben que estamos con ellos.

La tercera manera en la que podemos provocar la ira de nuestros hijos, es cuando vivimos con orgullo y no con humildad. Creo que, como padres, una de nuestras grandes tentaciones es ser orgullosos hacia nuestros hijos, especialmente, cuando los dañamos. Podemos tener esta idea en nuestras mentes de que nos debilitamos a los ojos de nuestros hijos cuando nos arrepentimos ante ellos. Que de alguna manera disminuimos a sus ojos cuando buscamos su perdón. Decimos: “Por favor, ¿me perdonas este pecado que he cometido contra ti?”. Nada puede estar más lejos de la realidad. Ciertamente, crecemos a los ojos de nuestros hijos. Los honramos y ellos nos honran cuando buscamos su perdón, cuando nos disculpamos, cuando vivimos en humildad delante de ellos.
“Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor” (Ef 6:4). Si haces esto te irá bien.
Publicado originalmente en Challies.