Nota editorial: Este es el noveno artículo de la serie devocional titulada: Amor hasta el extremo del pastor John Piper, publicada también en inglés.
«Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de mi Padre”. (Juan 10:17-18)
¿Por qué dice esto Jesús? ¿Por qué insiste en que su muerte es voluntaria? Porque si no fuera cierto -si su muerte fuera forzada, si no fuera libre, si su corazón no estuviera realmente en ello- entonces supondría un gran signo de interrogación sobre su amor por nosotros.
La profundidad de su amor está en su libertad. Si no murió voluntariamente por nosotros -si no eligió el sufrimiento y lo aceptó-, ¿cuál es la profundidad de su amor? Por eso lo subraya. Lo hace explícito. Sale de mí, no de las circunstancias, no de la presión, sino de lo que realmente anhelo hacer.
Jesús nos recalca que su amor por nosotros es gratuito. Le parece escuchar alguna calumnia del enemigo que dice: «Jesús no te ama de verdad. Es un mercenario. Está en esto por alguna otra razón que no es el amor. Está bajo algún tipo de restricción o compulsión externa. No quiere realmente morir por ti. Simplemente se ha metido de alguna manera en este trabajo y tiene que someterse a las fuerzas que lo controlan». Jesús parece escuchar algo así, o anticiparlo. Y responde: «Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo«. Así que nos está presionando para ver si creemos su gesto de amor, o si creemos lo contrario: que su corazón no está realmente en esto.
Cualquiera que haga una declaración como esa, o está mentalmente trastornado, o miente, o es Dios. Tengo autoridad desde dentro de la muerte, como hombre muerto, para volver a tomar la vida, cuando me plazca. Ahora, ¿cuál es el punto aquí? Bueno, ¿qué es más difícil: controlar cuando mueres, o darte vida de nuevo una vez que estás muerto? ¿Qué es más difícil, decir: «Doy mi vida por iniciativa propia»? ¿O decir: «Volveré a tomar mi vida después de muerto?»
La respuesta es obvia. Y esa es la cuestión. Si Jesús pudo -y lo hizo- volver a tomar su vida de entre los muertos, entonces sí era libre. Sí controló cuando salir de la tumba, ciertamente controló cuando entrar en ella.
Así que este es el punto. La resurrección de Jesús se nos da como la confirmación o evidencia de que Él fue realmente libre al entregar su vida. Y así la resurrección es el testimonio de Cristo de la libertad de su amor.
El significado de la Pascua
De todas las cosas que significa la Pascua, lo siguiente se resalta: es un poderoso «¡lo dije en serio!» detrás de la muerte de Cristo. ¡Lo dije en serio! Fui libre. ¿Ves lo libre que soy? ¿Ves cuánto poder y autoridad tengo? Era capaz de evitarlo. Tengo poder para sacar mi vida de la tumba. ¿Y no podría, entonces, haber devastado a mis enemigos y escapar de la cruz?
Mi resurrección es un grito de amor por mis ovejas: ¡Fue con libertad! ¡Fue con libertad! Yo lo elegí. Lo abracé. No fui atrapado. No estaba acorralado. Nada puede obligarme a hacer lo que no elijo. Tuve el poder de quitarle mi vida a la muerte. Y lo hice. ¡Cuánto más, entonces, podría no haberlo hecho!
Estoy vivo para mostrarte que te he amado de verdad. Te he amado libremente. Nadie me obligó a ello. Y ahora estoy vivo para pasar la eternidad amándote con un amor de resurrección omnipotente por los siglos de los siglos.
Venid a mí, todos los pecadores que necesitáis un Salvador. Y os perdonaré, os aceptaré y os amaré con todo mi corazón para siempre.