La oración es una ofrenda de nuestros deseos a Dios, por las cosas que son agradables a su voluntad, en el nombre de Cristo, con la confesión de nuestros pecados, y el reconocimiento en gratitud de sus misericordias. Catecismo Menor de Westminster, Pregunta 98 ¡Amo esa definición! Es breve, y nos recuerda que hay varios tipos de oración. Algunas veces nuestras oraciones son peticiones, donde solicitamos de Dios las cosas que queremos o necesitamos. Otras oraciones son confesiones, donde le dejamos a Dios la carga de nuestro pecado y recibimos Su perdón. Y otras, son simplemente oraciones de alabanza, momentos en los que nos perdemos en adoración a medida que meditamos en la bondad de Dios. La oración es una de las principales formas en las que podemos experimentar la gracia de Dios en nuestras vidas. Pero si eres como yo, no siempre tienes deseos de orar. Jesús nos ha dado una línea directa al Padre en oración, y aún así muchos de nosotros luchamos con levantar el teléfono. ¡Cuando finalmente nos sentamos para un tiempo de concentración en la oración, las palabras nos evaden, o somos interrumpidos por alguna distracción! Aquí hay tres estrategias que me han sido útiles cuando tengo dificultades al orar:
Primero, si no tienes un diario de oración, ¡Consigue uno!
Hay muchos beneficios en esto, pero solamente voy a resaltar un par:
- Escribir tus oraciones te ayudará a mantener tu ejercicio de pensamiento mientras oras. ¿Alguna vez te has sentado intentando orar, y a medio camino te has olvidado de lo que le estabas hablando a Dios? ¡Me ha ocurrido a mí! Me he dado cuenta que escribir mis oraciones me ayuda a mantenerme concentrado, a llegar desde “Querido Señor” hasta “Amén” sin ser interrumpido por mis pensamientos.
- Tu diario de oración puede convertirse en un monumento que te recuerde de la fidelidad de Dios en tu vida. Amo volver atrás en oraciones anteriores sobre las que me había olvidado completamente y quedar anonadado al darme cuenta de que Dios ha contestado una oración específica que ni siquiera recordaba haber hecho. Algunas veces olvidamos nuestras oraciones, pero Dios no lo hace. Un diario de oración te recordará sobre ello.
Segundo, no dependas solamente de tus propias oraciones.
El hecho es que, algunas veces vamos a nuestro lugar de oración completamente vacíos. Puedes tener tiempo para orar, pero puede que no tengas las palabras. En lugar de orar solamente cuando siento que tengo algo para decir, me dí cuenta que usar las oraciones escritas de otros puede resultar en un tiempo de comunión con Dios muy productivo. El Valle de la Visión es un muy buen libro de oraciones puritanas del que se que muchos se han beneficiado. También tenemos un libro entero de oración en la Biblia, conocido como los Salmos. Los Salmos contienen oraciones para cada ocasión. Algunos son lamentos para esos momentos en los que Dios parece estar distante, o te sientes aplastado por el pecado. Otros son himnos de alabanza para cuando no puedes contener tu gozo por la grandeza de Dios. ¡No subestimes el valor de usar las oraciones que otros hombres y mujeres de Dios han escrito!
Tercero, pasa tiempo leyendo la Biblia.
Cuando sientes que no tienes nada para decir a Dios, ¡Déjalo hablar primero! He conocido muchos casos de “bloqueos de oración” curados por la lectura de la Escritura. A medida que la abro y la estudio, me encuentro respondiendo a lo que Dios dice: confesar el pecado cuando soy convencido, alabarle cuando estoy deslumbrado, o hasta pedirle entendimiento cuando estoy confundido. Lleva tu Biblia al cuarto de oración para que cuando te encuentres sin palabras, puedas meditar en algunos versículos de la Escritura y dejar que la palabra cree la respuesta en oración en tu corazón.