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Esta hermana me dijo a los ojos: “Las suposiciones matan. Casi siempre se da por sentado que los solteros están muriendo de soledad o ardiendo de lujuria”.
Asintiendo con la cabeza y deseosa de oír más, pensé en las historias similares de los solteros en diferentes iglesias. Al tratar de escuchar y aprender de los solteros —jóvenes, viejos, hombres, mujeres, divorciados, viudos, trabajadores, estudiantes, seminaristas—, mi objetivo era obtener el detalle de su experiencia como solteros en la iglesia. Mientras mi amiga hablaba, me molesté por cuán ignorantes pueden ser las personas cuando oran públicamente por los solteros, basando sus peticiones en estos supuestos de lujuria y soledad. “¿En serio?”, pensé, y luego me felicité por nunca haber hecho algo tan insensible.
Pero mi aire de superioridad no duró mucho. A medida que seguí escuchando, mis suposiciones defectuosas salieron a la luz. Pensé en cómo he descartado la angustia de un soltero asumiendo que “él sólo necesita casarse”, o cómo he solicitado la ayuda de una hermana soltera para cuidar mis niños en el último momento, asumiendo que “su horario es flexible”. También he preguntado a hermanos y hermanas solteros qué piensan del nuevo chico o chica en la iglesia, asumiendo que tienen un deseo de casarse sin siquiera preguntarles. Me estremezco ahora al pensar cómo mis propias suposiciones me han llevado a la insensibilidad.
Quizás hemos sido sinceros, pero ignorantes. Muchos de nosotros hemos cometido imprudencias. Quizás no hemos orado públicamente por la lujuria ardiente de un soltero (o quizás sí), pero tanto tú como yo, inconscientemente, hemos hecho daño a hermanos solteros que están al cuidado de nuestra iglesia local. A pesar del afecto genuino, la ignorancia acerca de lo que realmente piensan, sienten y necesitan los solteros ha llevado a relaciones dañadas en la iglesia. Gran parte de estos errores podrían evitarse si tan solo dejamos de asumir y damos tiempo suficiente para escuchar.
Pero, en la práctica, ¿qué deberíamos hacer al relacionarnos con los solteros? Incluso, ¿de qué errores debemos cuidarnos? Quiero dar una lista de siete breves consejos que aprendí en mis conversaciones con mis hermanos solteros y que nos ayudarán a servirles con el amor de Cristo. Yo, una mujer casada, los he aplicado y he sido bendecida, y espero que más hermanos, incluyendo a líderes y pastores, puedan también aprovecharlos.
1. Conozcamos a la persona; no asumamos quién es
Nuestros hermanos solteros son personas brillantes, reflexivas, interesantes y piadosas, que están completas y de las cuales hay mucho que aprender. Conozcámoslos, preguntemos por sus vidas, hablemos con ellos, invitémoslos a un café y escuchemos su historia. No asumamos que son una especie de “media persona” solo por no estar casadas, como si necesitaran de un cónyuge para estar completas. Una hermana muy acertadamente me dijo: “Conóceme primero y comprende que la soltería es solo una parte de lo que soy, una parte… no es quien soy, no me define; Jesús me define”. Reconoce que “soltero” no es una declaración de identidad.
2. Iniciemos una relación de discipulado, no un programa
Los solteros quieren crecer en su relación con Jesús a nuestro lado, pero no quieren ser una carga de tiempo. Pensemos en el alivio que tendrían si nosotros iniciamos la relación. ¿Qué tal si nos reunimos con un hermano soltero una hora cada semana para leer Colosenses y orar juntos? ¿Qué tal si viene mientras los niños duermen para hablar y orar? Los solteros necesitan relaciones personales, no programas. Muchos “ministerios de solteros” se pueden sentir como un mercado donde hombres y mujeres son enviados a reunirse y casarse, o están diseñados como un lugar para que la gente solitaria se reúna y se centre en su soltería. Sin duda hay programas de solteros que son muy útiles, pero estos hermanos tienen un deseo de enfocarse en Jesús y crecer como discípulos en formas orgánicas, con gente en diferentes etapas de la vida.
3. Oremos por sus necesidades, no por supuestos
Los solteros anhelan nuestras oraciones. Al igual que nosotros, ellos necesitan oración por todas las cosas reales de la vida que los agobian: trabajos difíciles, oportunidades emocionantes, relaciones estresantes, crecimiento en la piedad, puertas abiertas para compartir el evangelio, etc. La próxima vez que nos reunamos con solteros, preguntémosles: “¿Cómo podemos orar por ustedes?”. No oremos de acuerdo con nuestros propios supuestos. Es posible que alguien nos pida oración por una lucha con la pornografía o la soledad. Pero asumir que cada soltero está ardiendo de lujuria o muriendo por la soledad es simplista y, francamente, ofensivo. Debemos tener cuidado con esto, particularmente a la hora de orar en público.
4. Animémoslos a servir; no los sobrecarguemos
Los solteros, al ser parte del pueblo de Dios, son recursos indispensables para el reino. Una persona explicó: “Debido a la naturaleza de la soltería, tenemos una flexibilidad de horario que se presta a ser capaz de hacer todo tipo de ministerio, como ayudar a los ancianos o dar a una nueva madre unas pocas horas de descanso”. Así, animémoslos a servir en diversas oportunidades en la iglesia. Sin embargo, no los convirtamos en la “fuerza motriz” de la iglesia, por así decirlo, aprovechándonos de ellos. Los solteros no son necesariamente niñeras ni pasantes de tiempo completo. Hay quienes usan a los solteros como voluntarios por defecto y, si bien tienen libertad y deseo de servir a la iglesia, también tienen responsabilidades.
5. Reconozcamos su necesidad de relaciones profundas, no de un matrimonio
Los solteros no están exentos de la profunda necesidad humana de intimidad, tanto con Dios como con los demás. El cuerpo de Cristo debe ser un lugar donde los solteros puedan encontrar una conexión humana profunda. En términos prácticos, debemos involucrar a los solteros en nuestras vidas cotidianas, desde reír con videos en YouTube hasta batallar con el pecado. No asumamos que el matrimonio y los hijos son la única manera de satisfacer esta necesidad relacional. Sin duda la familia es algo maravillosos, pero no todas las personas necesitan casarse y tener hijos para florecer en sus relaciones personales. Jesús, el humano más verdadero, nos mostró lo que es ser una persona soltera en profunda relación con Su Padre y Sus amigos.
6. Hagamos de ellos líderes solteros, no potenciales líderes casados
Los solteros dotados y calificados deben servir en roles de liderazgo adecuados. Recientemente el pastor principal pidió a una seminarista entrenada que comenzara un estudio bíblico para mujeres en nuestra iglesia. Es una mujer dotada, calificada y soltera, y asumió perfectamente su rol. El estado civil no determina las capacidades para servir y liderar, y por eso no hay que esperar hasta que se casen. Lastimosamente, muchos solteros temen que no serán tomados en serio para servir en la iglesia hasta que estén casados. Si no empoderamos a un soltero talentoso y calificado, reforzaremos ese miedo. Recordemos que el más grande misionero, el apóstol, Pablo, fue soltero.
7. Acerquémonos a ellos; no los convirtamos en un proyecto
Seamos intencionales al sentarnos con los solteros los domingos por la mañana. Compartir un café a la entrada de la iglesia es una forma sencilla y fácil de amarlos y recordarles que su presencia los domingos es importante para todo el cuerpo. También debemos estar atentos a sus necesidades prácticas a lo largo de la semana. Muchas mujeres solteras necesitan que alguien las ayude a armar muebles, reparar sus autos o ayudarlas a mudarse, mostrándoles así el amor de Cristo. Lo que no debemos hacer es convertirlos en un “proyecto personal”, por así decirlo. Muchas personas escanean la iglesia en busca de posibles parejas para los solteros durante el servicio. Aunque la soltería tiene sus desafíos, no es un problema que arreglar o una enfermedad que curar. No hagamos que nuestros hermanos solteros sientan que jugamos a “cupido” en la iglesia.
Grandes dividendos
He ocupado estos últimos meses construyendo relaciones con solteros, discutiendo con ellos las cosas de Dios, y disfrutando de buenas comidas en su compañía. Aunque he cometido algunos errores últimamente, han sido graciosos e increíblemente útiles. Me siento honrada de conocer más de sus vidas. ¡Qué gran regalo son para la iglesia! Hermanos, animémonos a relacionarnos con los solteros de la iglesia, haciendo pequeños cambios en nuestra forma de tratarlos, los cuales, con el tiempo, cosecharán grandes dividendos en la vida de nuestra iglesia.