Cuando un pastor se ha descalificado de su ministerio, ¿queda descalificado del ministerio completamente? Si es así, ¿por cuánto tiempo? ¿Para siempre? ¿Puede alguna vez ser restaurado? De ser así, ¿qué tan pronto? Esta clase de preguntas no son nuevas, pero parecen más relevantes que nunca. Si bien existen muchos artículos que han sido publicados sobre «pastores caídos», me ha sorprendido descubrir que pocos de ellos abordan estas preguntas de una manera profunda. No pretendo ofrecer un tratamiento exhaustivo acerca de este delicado tema en esta publicación, pero sí quiero compartir algunas reflexiones bíblicas e implicaciones prácticas en las cuales he estado meditando durante un tiempo. Este tema me afecta de manera íntima y personal, así como creo que a muchos. Nos corresponde pensar cuidadosa y bíblicamente al respecto.

¿Qué descalifica a un pastor?

Lo que me parece interesante en estos días no es cuántos pastores han sido descalificados, sino cuántos no lo han sido. Vivimos en una época en la que cualquier hombre con talento para hablar y un espíritu emprendedor y creativo puede plantar una iglesia e incluso tener éxito en ello. Sin embargo, los dones no son sinónimo de calificación. Algunos parecen discutir este tema como si no tuviéramos directrices bíblicas claras acerca lo que califica a un hombre para el cargo de anciano/pastor. Pero no es así. He aquí una lista aproximada, un compuesto de los tres pasajes principales en materia de calificación (1 Ti. 3, Tit. 1, y 1 P. 5):

  1. Fiel sexual/maritalmente
  2. Buen jefe del hogar
  3. Humilde
  4. Amable
  5. Sobrio
  6. Apacible
  7. Responsable financieramente
  8. Hospitalario
  9. Controlado
  10. Honesto en su carácter
  11. Comprometido con la santidad
  12. Apto para enseñar
  13. Maduro espiritualmente (no debe ser un recién convertido)
  14. Respetable (debe tener buena reputación entre los que no son de la iglesia)
  15. Un buen ejemplo para el rebaño

Los cristianos evangélicos parecen discutir con mayor frecuencia la descalificación en relación al adulterio —lo cual, siendo claros, sí descalifica— pero son muy raras las veces en que abordamos la descalificación cuando se trata de pastores irascibles, contenciosos o que carecen de dominio propio. La «caída» de Mark Driscoll quizá sea lo más cerca que mi iglesia ha estado de reconocer de pleno derecho las (des)calificaciones para el ministerio, pero aún no es un concepto ampliamente comprendido en la era del ministro famoso. De hecho, creo que en muchos grupos y tradiciones, «las otras calificaciones bíblicas para el ministerio» han sido relegadas durante mucho tiempo. ¿De qué otra manera se explicaría que, por lo general, solo cuando un pastor autoritario, irresponsable financieramente y sin escrúpulos comete adulterio, finalmente es destituido de su cargo? La conclusión es que el estándar para ejercer el cargo de pastor queda bastante alto. No está abierto a todo aquel que «sienta el llamado». Además de los dones y la ambición, se requiere de madurez, pruebas y una larga obediencia en la misma dirección. Por esta razón, cuando un pastor queda descalificado, enfrentamos un problema en un nivel diferente que incluso el grave problema de los pecados dignos de disciplina entre los laicos. No es porque los pastores sean súper cristianos o cuenten con más favor de parte de Dios que los laicos, sino debido a que el cargo de liderazgo exige un estándar más alto.

¿Pueden los pastores descalificados ser restaurados?

Lo primero que deberíamos decir es que a menudo estamos hablando de dos clases diferentes de restauración sin saberlo. Muchos de los problemas de las iglesias evangélicas con los escándalos de pastores famosos que se autodescalifican se deben a una incapacidad, o falta de voluntad, de distinguir entre una restauración al ministerio vocacional y una restauración a la confraternidad. Respecto de lo último, la respuesta debe ser un sí indiscutible. Cualquier creyente que haya caído moralmente, sea pastor o no, debe ser restaurado completamente a la comunidad cristiana, dado su arrepentimiento y el proceso de restauración de su iglesia. Por eso también debemos tener cuidado con nuestras críticas. A veces, cuando discutimos en contra de la restauración de ciertos ministros al púlpito, parece que estamos negando su capacidad de volver a unirse a la comunidad de creyentes. Y en ocasiones, cuando estamos molestos por el alto estándar establecido para el púlpito, calificamos a otros de despiadados cuando, de hecho, están listos para dar la bienvenida a cualquier pecador arrepentido a la calidez de la comunidad cristiana. De lo que estamos hablando aquí es más específicamente esto: ¿puede un pastor que se haya descalificado de alguna manera ser restaurado al cargo pastoral? En otras palabras: ¿puede un pastor descalificado volver a estar calificado? Esta es una pregunta bastante controversial. Para muchos, el cómo y el cuándo son imposibles porque su respuesta es un «no» a esta primera consideración. Por ejemplo, John MacArthur escribió en un artículo en el año 1991:

Hay algunos pecados que destruyen irremediablemente la reputación de un hombre y lo descalifican de un ministerio de liderazgo para siempre. Incluso Pablo, siendo el hombre de Dios que era, dijo que temía tal posibilidad. En 1 Corintios 9:27 dice: «golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado». Al referirse a su cuerpo, Pablo obviamente tenía en mente la inmoralidad sexual. En 1 Corintios 6:18, la describe como un pecado contra el propio cuerpo: el pecado sexual está en una categoría aparte. Ciertamente descalifica a un hombre del liderazgo de la iglesia, ya que pierde permanentemente una reputación irreprensible como marido de una sola mujer (Pr. 6:33; 1 Ti. 3:23).

Aquí procedo con cautela, pero debo discrepar del pastor MacArthur. En primer lugar, si un pecado anterior descalificara para siempre a un hombre, Pablo ya habría sido descalificado por su vida de persecución asesina contra los cristianos. Ciertamente el pecado cometido después de estar unidos a Cristo de cierta manera es mucho más grave que el pecado cometido antes de la conversión. No es grave como condenable, por supuesto, pero sí como contrario a la nueva naturaleza, si alguien podría ser considerado culpable eternamente, eso parecería excluirlo incluso de la comunidad. La gracia cubre todos los pecados arrepentidos, o no cubre ninguno. Tampoco encuentro convincente el caso exegético de MacArthur. Él pone 1 Corintios 9:27 en el contexto de 1 Corintios 6:18 para alegar que Pablo tiene en mente la inmoralidad sexual. Pero eso no parece ser en absoluto de lo que Pablo está hablando en el contexto inmediato del capítulo 9. El versículo 27 encapsula un extenso pasaje explicativo sobre la filosofía misional de Pablo, indicando su preocupación de «hacerse todo para todos» (v. 22). Por supuesto, habla del dominio propio, pero está relacionado con la disciplina. Esto no excluye ninguna consideración sobre protegerse de la inmoralidad sexual, claro está, pero la descalificación a la que hace referencia en el versículo 27 no parece estar conectada a una falla moral sino misional. En otras palabras, según la trayectoria de su razonamiento a lo largo del capítulo, la «calificación» en cuestión consiste en dedicarse tanto a judíos como a griegos (vv. 19-23). Pablo no quiere dejar alcanzar la versatilidad misional. Por esta razón, escribió extensamente acerca del pago de los servidores de Cristo al inicio del pasaje. Luego continúa discutiendo su disciplina en relación con la ley ceremonial como una consideración misional. Está refiriéndose en gran medida a la contextualización y al grado en que él puede ser útil. Con esto en mente, de nuevo, no excluimos totalmente la propiedad sexual de la ecuación, pero parece que la descalificación que tiene en mente tiene más que ver con descalificarse a sí mismo de acceder a predicar a grupos de personas (como menciona en el versículo en cuestión), que la descalificación por completo del ministerio. Considero que el contexto inmediato es de mayor orientación para comprender 1 Corintios 9:27 que un versículo que se encuentra tres capítulos atrás. Dicho eso, obviamente sabemos que la inmoralidad sexual descalifica a los pastores debido a las referencias más directas que nos dan los requisitos bíblicos para el ministerio. Una de estas se encuentra, como menciona MacArthur, en 1 Timoteo 3:2. Pero la pregunta que realmente estamos haciendo es, si esta descalificación es permanente. Incluso si tomamos 1 Corintios 9:27 para referirnos a una falla moral, no dice nada sobre la permanencia de tal descalificación. MacArthur añade la palabra «permanentemente» a su exposición, pero no se encuentra en el texto. En lo que podemos estar de acuerdo, supongo, es que aquellos que buscan estar calificados para el ministerio pastoral, según 1 Timoteo 3, Tito 1 y 1 Pedro 5, deben tener una reputación bien establecida y una afirmación generalizada de los requisitos enumerados en ellos. (Volveré a esa última oración en un minuto, así que no la olvides). Sobre este tema, otro pastor, John Piper, dijo en una entrevista en el año 2009:

¿Es posible restaurar a un pastor que pecó sexualmente, pero que está arrepentido? ¿O dicho pastor queda descalificado porque ya no cumple con el requisito de ser «irreprensible»? Me temo que si contesto esta pregunta de la forma como debería, estaría abriendo demasiado la puerta a restaurar a pastores antes de tiempo. Aún con los riesgos me atrevo a dar mi respuesta. A final de cuentas, creo que la respuesta es un «sí». Un pastor que ha pecado sexualmente puede volver a ser pastor. Lo digo simplemente por causa de la gracia de Dios y la realidad de que el «ser irreprensible» puede ser restaurado, quizás.

Estoy de acuerdo con Piper en esto, y creo que hay muchas implicaciones en el «probablemente» que deberíamos desentrañar. Pero primero, ¿tenemos algún precedente bíblico para la restauración de un pastor caído? Bueno, de hecho, en cierta manera sí.

¿Qué nos dice la restauración de Pedro acerca de la restauración de pastores descalificados?

Aclaremos aquí que no estamos discutiendo conflictos relacionales o «riñas» ministeriales. Algunos hablan de esta manera acerca de la negación de Cristo por parte de Pedro y la posterior reunión con su Señor, pero esto no justifica el terrible pecado que Pedro había cometido. Por otro lado, tenemos algunos ejemplos en Hechos y en algunas de las epístolas de Pablo, que se refieren a debates internos y conflictos relacionales que ocasionan la separación de los ministros del evangelio, pero Pablo no menciona que dichos hombres están descalificados del ministerio. (Por supuesto, sí habla de esa manera de aquellos ministros que adoptaron herejías, o que de otra forma «se alejaron» de la fe). Por tanto, tenemos que colocar la negación de Jesús por parte Pedro en la categoría correcta. Jesús ha advertido: «Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos» (Mt. 10:33). Esto hace que la negación pública de Jesús (por cualquier creyente) sea una negación con un impacto eterno. Para agravar esto, Jesús incluso le dijo a Pedro que lo haría, y Pedro le prometió que no lo haría (Mt. 26:35), así que ahora tenemos una confianza traicionada sobre un testigo traicionado. ¿Podemos estar de acuerdo en que cualquier ministro que niegue siquiera conocer a Jesús cuando es puesto en aprietos ha entrado en el territorio de la descalificación? Con esto en mente, revisemos la escena de la restauración que se encuentra en Juan 21:15-19: Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme. ¿Es esta escena instructiva de alguna manera para considerar la restauración pastoral? Aunque no es un pasaje didáctico sino una narrativa, creo que sí.

En primer lugar, el punto más importante es que es posible que los pecadores sean restaurados.

¡Aleluya! Esto es simplemente, para todos los creyentes, una ilustración maravillosa del evangelio. ¿Por qué Jesús hizo la pregunta tres veces? No hay ningún significado en la diferencia lingüística de los «amores» (ágape, fileo), ya que parece ser una inclinación literaria de Juan. En cambio, Jesús repite y, por tanto, cubre la triple negación de Pedro. ¿La esencia? El pecado no puede superar a la gracia de Dios. Sin importar cuán lejos llegue tu pecado, el evangelio va aún más lejos.

En segundo lugar, me parece obvio que la restauración aquí vista no trata simplemente de una restauración a la comunidad, sino también al liderazgo.

Algunos defensores de la descalificación permanente pasan por alto la importancia de lo que está ocurriendo en este hermoso momento. La interjección entre cada pregunta y respuesta de «apacienta/pastorea mis ovejas» parece indicar que Pedro no está simplemente siendo restaurado a los «buenos cuidados» de Jesús sino también al cargo ministerial. Ciertamente no es destituido de su apostolado y, por supuesto, continúa predicando y escribiendo con autoridad. Esto es después de que ha negado públicamente conocer a Jesús.

En tercer lugar, más allá de esos dos hechos principales, que la restauración es completamente por gracia y que es posible volver a estar calificados para el ministerio, todo lo demás que deduzcamos sobre la restauración en este pasaje debe ser una inferencia.

Por ejemplo, algunos argumentan partiendo de la escena de la restauración de Pedro que la restauración al ministerio puede ser, nos atrevemos a decir debería ser, inmediata. Es a esta pregunta a la que me dirijo.

¿Qué tan pronto pueden ser restaurados los pastores caídos?

Si no es que nunca, ¿cuándo? Algunos dicen que, citando la restauración de Pedro por parte de Jesús, inmediatamente. No lo creo. Discernir de la restauración de Pedro un enfoque de «Jesús y yo» para la calificación pastoral es pasar por alto la eclesiología sólida incorporada en Juan 21 y proporcionada a lo largo de las Escrituras. Hay dos elementos importantes en Juan 21 que son los prerrequisitos menos necesarios para la restauración de pastores caídos: (1) el dolor piadoso (Jn. 21:7) y (2) el veredicto de la congregación como representante de Cristo en la tierra (Mt. 16:19). Para decirlo sin rodeos, Jesús no está aquí en persona para decirnos: «Sí, este hombre está listo». Entonces, ¿qué tenemos? Tenemos Su Palabra (la Biblia), y tenemos Su cuerpo (la iglesia). La respuesta a la pregunta: «¿Qué tan pronto puede ser restaurado un pastor caído?» realmente no se puede responder categóricamente en términos de tiempo. Puede tardar un poco más en unos que en otros. Algunos nunca podrán ser restaurados. El punto es que no depende realmente de ellos. La restauración es llevada a cabo, como en todos los casos de disciplina, por la iglesia donde se produjo la descalificación. Hay demasiados factores que pueden estar involucrados en diferentes casos. Pero creo que podemos decir «no inmediatamente», por estas razones:

Es necesario discernir el dolor piadoso

El dolor de Pedro es especialmente evidente. ¿Cómo podemos saber que este dolor es un dolor piadoso (2 Co. 7:10), y no simplemente un dolor por haber sido descubierto (o «atrapado»), o peor, una sinceridad fingida para engañar? Bueno, Jesús no puede ser engañado. Él podía mirar directamente al corazón de Pedro y ver su arrepentimiento. La iglesia, como representante de Cristo en asuntos de disciplina, por supuesto, no es omnisciente. Determinamos el arrepentimiento creíble en una variedad de formas y actuamos en consecuencia. Normalmente, los procesos de disciplina de la iglesia involucran pasos a los que los miembros deben someterse para mostrar su cooperación y demostrar su tristeza por su pecado. Para los adúlteros arrepentidos, esto puede implicar mostrar sus teléfonos y correos electrónicos a sus cónyuges heridos, cortar todo contacto con la otra persona, y así sucesivamente. Para los usuarios habituales de la pornografía, puede implicar la instalación de un software de seguridad. Para los miembros disciplinados por todo tipo de pecados, puede implicar reunirse regularmente con un compañero de rendición de cuentas responsable y/o un consejero. Las condiciones varían, pero se toman pasos hacia la restauración. Algunos pueden decir que no es muy misericordioso, pero la disciplina bíblica de la iglesia no es punitiva ni condenatoria. Es, de hecho, una gracia aplicada. La mayoría de las personas reconoce que no restauramos a los miembros que no se arrepienten a la comunidad. Entonces, una vez que hacemos que el arrepentimiento sea un requisito, necesariamente estamos preguntando: «¿cómo saber si alguien se arrepiente?». Obviamente, hay maneras de crear una interminable sucesión de aristas legalistas para que alguien las atraviese. No hay gracia en eso. Simplemente discernimos el arrepentimiento. Eso es bíblico, y hay gracia en ello porque hay más partes en juego que simplemente el pecador en cuestión: está el cuerpo, la reputación de la iglesia y la credibilidad de nuestro testimonio de Cristo. Ningún pecador está por encima de todas estas consideraciones, y tratarlas así es negar la gracia a los demás. No, la disciplina administrada adecuadamente es un acto de gracia (He. 12:11).

La restauración a la comunidad no es lo mismo que la restauración al pastorado

Para cualquier persona que haya caído en un pecado digno de disciplina, la restauración a la comunidad puede ser relativamente inmediata. Digo «relativamente» debido a las consideraciones anteriores. Pero pagar penitencia no es una virtud bíblica. Al igual que el padre de la parábola del hijo pródigo, buscamos con amor la restauración de cada miembro rebelde, pastor o no, y corremos a recibirlos cuando muestran interés en regresar a la familia. Pero, nuevamente, la restauración a la comunidad no es lo mismo que la restauración al pastorado. ¿Recuerdas esos requisitos? Pedro no se restauró a sí mismo. La iglesia, como representante de Cristo, debe confirmar los requisitos de cualquier persona para el cargo de pastor. Cristo en persona puede calificar a un hombre inmediatamente o restaurar inmediatamente a ese hombre una vez que ha caído. La iglesia de Cristo, sin embargo, tiene más instrucciones acerca de cómo hacer estas determinaciones. Para volver a un afirmación anterior: los que buscan estar calificados para el ministerio pastoral, de acuerdo con 1 Timoteo 3, Tito 1 y 1 Pedro 5, deben tener una reputación bien establecida y una afirmación generalizada de las cualidades enumeradas en dichos pasajes. Y esas calificaciones no son cosas que puedan determinarse de manera inmediata. No se determinan rápidamente cuando establecemos un pastor en primer lugar, y no deben ser pasadas por alto cuando consideramos la restauración de un pastor que se ha descalificado. No puedes decir si alguien es un buen cabeza del hogar la primera vez que lo conoces. Ves el testimonio de su vida familiar con el transcurso del tiempo. De la misma manera, cuando un hombre engaña a su esposa, no puedes determinar que es un buen hombre de familia poco después de la revelación. Tomará más tiempo, dada la ofensa, para verlo caminar en arrepentimiento, para recuperar su reputación. Este es el caso con cualquier punto de descalificación, aunque algunos niveles de discernimiento pueden ocurrir más rápido que otros. No es algo inmediato para un pastor que ha sido descalificado por un largo patrón de abuso verbal o bromas groseras, ganar una reputación como un hombre amable y apacible. Es probable que sea aún menos inmediato para un pastor que ha sido descalificado por un patrón de alcoholismo o inmoralidad sexual, ganar una reputación como un hombre sobrio y «marido de una sola mujer». Esto es paralelo al requisito bíblico de «ser un nuevo convertido». Obviamente, nos referimos a una persona (presumiblemente) cristiana que recién se arrepintió, pero el principio fundamental es el mismo. El arrepentimiento produce una reinserción inmediata a la comunidad, pero la reinserción al pastorado requiere de la prueba del tiempo. Esto es un acto de gracia. Así es cómo Cristo protege a Su iglesia y, casualmente, cómo protege a los pecadores arrepentidos para que no se precipiten demasiado pronto a la misma presión que reveló su carácter no desarrollado. Incluso si un pastor a la luz de la restauración planea asumir el púlpito de otra iglesia o plantar una nueva iglesia, su restauración al ministerio aún debería ser confirmada por su anterior comunidad. Existen algunos casos extremos en los que esto no puede ser posible, pero debería ser normativo para líderes descalificados que se someten en humildad a la disciplina. Entonces, ¿qué tan pronto? No lo sé. No nunca. No inmediatamente. En algún punto intermedio, dado el tiempo de la iglesia para discernir y confirmar la calificación de uno. Coincido, otra vez, con John Piper:

El perdón viene pronto, es costoso e inmediato, en el momento que la persona se arrepiente. Pero, la confianza no se restaura de un momento a otro.

Simplemente no puede ser restaurada de un momento a otro. Si un pastor ha traicionado a su congregación, y ha herido de gravedad a una iglesia local y a su propia esposa, puede ser perdonado, tal cual. El pecado es lavado. La sangre de Jesús lo cubre. Pero el restablecer la confianza, que es esencial para la relación oveja-pastor y esposa-esposo, ¿cuánto tiempo requerirá? ¿Una década? Toma mucho tiempo —bastante tiempo— hasta que los recuerdos sean sanados.

En términos prácticos, pienso que esto es lo que diría: un hombre que comete adulterio, dentro del ministerio, debe renunciar de inmediato y buscar otro trabajo. No debe tomar injerencia alguna dentro de la congregación. Debe buscar otra clase de trabajo y seguir su vida de forma humilde sometiéndose a la disciplina y al ministerio de la iglesia, sea en su iglesia anterior o en otra. Y luego la iglesia debería revertir eso si así lo considera, no él. Recordemos, amigos, que ninguno de nosotros que disfrutamos del privilegio de ministrar el evangelio es mayor que la iglesia de Cristo, local o universal. Es posible que hayamos recibido una plataforma, pero somos servidores a su disposición. Debemos estar sujetos a la iglesia. El evangelio no es prescindible. Nuestros ministerios sí lo son. Si eres un pastor caído que anhela la restauración al ministerio, te insto a no ver tu tiempo fuera o la disciplina entretanto como un acto carente de gracia. Quizá sea tu próxima lección sobre cuán grande realmente es la gracia de Dios. Puedes abaratar la gracia al regresar a ese púlpito, asumiendo que solo puedes ser validado por un regreso a la plataforma, aunque solo sea porque no estás dispuesto a ver cuán grandemente la gracia puede sostenerte y satisfacerte fuera del centro de atención. Él es lo suficientemente bueno como para suplir todas tus necesidades.


Jared C. Wilson es escritor, Director de Estrategia de Contenido en Midwestern Seminary y es el director editorial del sitio en Internet For The Church. Traducido por Nazareth Bello. Nota del editor: este artículo apareció originalmente en el e-book Porn and the Pastor [La pornografía y el pastor].

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