Un amigo hizo la pregunta: “¿Cómo oro por los incrédulos? ¿Cómo oro eficazmente?”. Confío en que todo cristiano ora regularmente por familiares, amigos, colegas o vecinos que aún no conocen al Señor. Y aunque podemos y debemos orar por asuntos relacionados con sus vidas y circunstancias, el énfasis de nuestras oraciones debe ser siempre por su salvación. Aquí hay algunas maneras en que la Biblia puede guiar nuestras oraciones.
Oraciones por salvación
Comenzamos con oraciones por salvación. Cada una de estas oraciones busca lo mismo, pero de una manera diferente, desde un ángulo diferente o usando un lenguaje diferente. Cada una de ellas está basada en un texto específico de la Escritura.
Ora para que Dios circuncide sus corazones. La circuncisión era la señal del Antiguo Testamento de entrar en el pacto de Dios, de ser el pueblo de Dios. Tener un corazón circuncidado simboliza tener un corazón completamente unido a Dios, completamente sometido a Él. “Además, el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Dt 30:6).

Ora para que Dios les dé un corazón de carne. La Biblia contrasta un corazón de carne, un corazón que está vivo y es sensible a Dios, con un corazón de piedra, un corazón que es frío e inflexible. Ora para que Dios actúe dentro de estos incrédulos para cambiar sus corazones. “Yo les daré un solo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Y quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 11:19).
Ora para que Dios ponga Su Espíritu dentro de ellos. El gran gozo de la salvación es ser habitado por Dios mismo. Ora para que Dios conceda este honor a esos incrédulos, que Él elija hacer morada en ellos. “Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas” (Ez 36:27).
Ora para que vengan a Cristo. Si los incrédulos han de llegar a la salvación, solo hay un camino. Deben venir por medio de Cristo y solo Cristo. “Jesús le dijo: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí’” (Jn 14:6). Recuerda también que Él es quien los llama a venir y a ser aliviados de la carga de su pecado (ver Mt 11:28–30).

Ora para que Dios abra sus corazones para creer el evangelio. Una vez más, Dios debe iniciar y las personas deben responder. Así que ora para que Dios abra los corazones de estos incrédulos para que puedan creer, tal como hizo con Lidia. “El Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía” (Hch 16:14).
Ora para que Dios los libere de la esclavitud del pecado. Los incrédulos pueden creer que son libres, pero de hecho están esclavizados; son esclavos del pecado, atados por su pecado y su pecaminosidad. Ora para que Dios los libere por medio de Su evangelio. “Pero gracias a Dios, que aunque ustedes eran esclavos del pecado, se hicieron obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fueron entregados” (Ro 6:17).
Ora para que Dios elimine la influencia cegadora de Satanás. Los incrédulos han sido cegados por Satanás y solo podrán ver y apreciar el evangelio si Dios obra dentro de ellos. Así que ora para que Dios les dé vista: vista espiritual. “…en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios” (2Co 4:4).

Ora para que Dios les conceda arrepentimiento. Los incrédulos no pueden arrepentirse sin la gracia de Dios que los capacita para ello. Así que ora para que Dios les conceda arrepentimiento, para que este arrepentimiento los lleve al conocimiento de la verdad. Ora también para que entren en razón y escapen de la trampa del diablo. “Debe reprender tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivos de él para hacer su voluntad” (2Ti 2:25–26).
Oraciones por ti mismo
Has orado por los incrédulos usando diferentes palabras y acercándote desde diferentes ángulos. Pero también deberías orar por ti mismo.
Ora para que desarrolles relación con ellos. Para que las personas sean salvas, primero deben oír las buenas nuevas del evangelio. Para que oigan las buenas nuevas del evangelio, primero deben encontrarse con cristianos; cristianos como tú. Ora para que desarrolles relaciones más profundas y significativas con ellos, de manera que, a su vez, puedas hablar la verdad. “¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Ro 10:14).

Ora por oportunidades para ministrarles. Muchas personas llegan a la fe después de ver el amor de Cristo manifestado a través del ministerio de los cristianos. Ora por oportunidades para ministrar a los incrédulos para que tu ministerio pueda tener un efecto evangelístico. “Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mt 5:16).
Ora por ellos fiel y persistentemente. Nuestra tentación es desanimarnos en la oración, orar por un tiempo y, cuando no vemos resultados visibles, rendirnos. Pero Dios nos llama a perseverar en la oración. “Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4:2). (Ver también la parábola de la viuda persistente en Lucas 18:1–8).
Ora por una carga para rogar por sus almas. Pablo estuvo dispuesto a decirle a la iglesia en Roma su gran anhelo de ver la salvación de los perdidos. ¿Compartes este profundo anhelo? Ora para que Dios te dé una gran carga por las almas. “Hermanos, el deseo de mi corazón y mi oración a Dios por ellos es para su salvación” (Ro 10:1).

Ora por valentía para generar y aprovechar oportunidades para hablar del evangelio. Incluso Pablo anhelaba esta valentía y la confianza de estar diciendo las palabras correctas y mejores. Ora para que Dios te dé la valentía y, que cuando tomes las oportunidades, que Él entonces guíe tus palabras. “Oren también por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio” (Ef 6:19).
Ora para que otros creyentes los encuentren. Dios casi siempre usa una sucesión de personas para compartir el evangelio con alguien antes de que sea salvo. Ora, entonces, para que Dios guíe a otros cristianos hacia la vida de los incrédulos que amas, para que ellos también den un ejemplo de vida cristiana y para que ellos también hablen el evangelio. “Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento” (1Co 3:6).
Otras oraciones
Aquí hay algunos énfasis bíblicos más para guiar tus oraciones.
Ora para que Dios use cualquier circunstancia para hacer Su obra en ellos. Oramos a un Dios que es soberano y que obra soberanamente su buena voluntad. A menudo Él salva a las personas por medio de circunstancias difíciles, llevándolas hasta el final de sí mismas. Ora, entonces, para que Dios ordene las circunstancias, sean fáciles o difíciles, para guiarlos a la salvación. “Antes que fuera afligido, yo me descarrié, pero ahora guardo Tu palabra” (Sal 119:67). Al orar por los incrédulos que amas, ora siempre a Dios: “Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10).
Ora para que Dios extienda Su misericordia a ellos. Dios nos asegura que desea que todas las personas se vuelvan a Él en arrepentimiento y fe. No recibe gozo al ver perecer a las personas. Ora, entonces, para que Dios sea glorificado en la salvación de estas personas. “El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento” (2P 3:9).

Ora con confianza. Finalmente, ora con confianza. Dios espera que oremos, Dios nos invita a orar, Dios nos manda a orar. ¿Por qué? Porque a Dios le encanta oírnos orar y a Dios le encanta responder nuestras oraciones. Así que al orar por los incrédulos, ora con confianza de que Dios escucha tus oraciones. “La oración eficaz del justo puede lograr mucho” (Stg 5:16).
Este artículo se publicó originalmente en Challies.