A veces oro que Dios me haga humilde. De manera inevitable, pronto comienzo a sentirme orgulloso por pedirle a Dios algo tan noble. Es realmente patético y embarazoso. Yo creo en la humildad. Yo creo que la humildad es suprema sobre todas las virtudes. Pero la pura bondad de la humildad hace que sea difícil de alcanzar, y mi profunda depravación la hace imposible de dominar. La humildad no es algo natural para mí. No es algo natural para ninguno de nosotros. Pero he intentado buscarla. La he buscado en la Palabra de Dios y la he ido buscando en el pueblo de Dios. Estoy convencido que se puede aprender a ser humilde, y lo creo porque la humildad no es un sentimiento o una actitud: es una acción. Aprendes humildad viendo humildad y luego actuando con humildad. He aquí cuatro observaciones que he hecho sobre el aprendizaje de esta virtud. Para aprender a ser humilde, encuentra personas piadosas que muestren humildad y pasa tiempo con ellas. Obsérvalas. Aprende de ellas. Aprende a comportarte como ellas. Aprende cómo Dios las hizo humildes. Dios nos llama a estar en comunidad cristiana, en parte, para que tengamos ejemplos vivientes de la virtud en acción. Busca a la gente humilde de tu iglesia y en tu vida, y hazlos tus maestros. Para aprender a ser humilde, sé voluntario en las tareas más humildes. No pidas estar al frente, frente a todas las miradas; pide servir en la parte de atrás, donde estarás fuera de la mente y de la vista de los demás. A todo pastor le vienen personas diciéndole cómo ellos podrían transformar la iglesia si tan solo tuvieran acceso al púlpito y a la gente. Pero en casi todos los casos, estas personas podrían servir mejor y transformar la iglesia a través de hacer gozosamente los trabajos más humildes donde serán vistos solamente por Jesús. La mayoría de nosotros dejaremos una huella más grande en el mundo cambiando pañales y sacando la basura, que predicando grandes sermones o escribiendo grandes canciones. La gente que sirve al frente debe ser aquella que primeramente ha dado testimonio trabajando en la parte de atrás. Para aprender a ser humilde, debes servir hasta que duela. Tal vez esa no es la frase correcta, porque servir no hace daño. Realmente no. Pero prepárate para servir libremente, voluntariamente y sin quejarte. Sirve en esos momentos en los que la vida es atareada y sirve en esos momentos en los que la vida es tranquila. Sirve en esos momentos en los que te apetece y en aquellos momentos en los que no. Sirve en aquellas posiciones en las que recibes gratitud y sirve en aquellas posiciones en las que a nadie se le ocurre decir ni una palabra. Sirve y luego sirve un poco más. Aprende la humildad como un estilo de vida. Para aprender a ser humilde, conoce a Jesús. Sobre todo, esto: fue Jesús quien dijo: “Y cualquiera que se ensalce, será humillado, y cualquiera que se humille, será ensalzado” (Mt. 23:12). Fue Jesús quien mostró esa humildad perfecta y completamente. De acuerdo a Él, tienes la opción delante de ti: humíllate o sé humillado. Mengua o sé reducido. Si te elevas, eventualmente serás echado abajo. ¿Por qué? Porque Dios se opone a los orgullosos y da gracia a los humildes. Conoce a Jesús, y sé como Jesús, el único hombre que ejemplifica lo mejor de todas las virtudes de manera perfecta. Estoy convencido de que la humildad puede ser aprendida, y con la ayuda de Dios estoy determinado a crecer en ella. También sé, que hasta el día en que vaya a estar con Jesús, nunca seré lo suficientemente humilde. Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com