No puedes tenerlo todo

Lo que es verdad en la iglesia también lo es en las familias. Un esposo puede ser diligente en cuanto a liderar y proveer, pero negligente en sus disciplinas espirituales.

Lo dijo Charles Spurgeon. Lo dijo Billy Graham. A pesar de que ya no es tan gracioso, la mayoría de nosotros probablemente lo hemos dicho también. Decimos algo como esto: «No te molestes en buscar la iglesia perfecta, porque en el momento en que te unes a ella, ya no lo será». ¡Guau!  Desde luego, hay algo de verdad detrás de esa frase. Sería poco práctico y, francamente, ridículo esperar que un puñado de pecadores se uniera para crear una comunidad sin pecado, imaginar que la perfección podría surgir de la confluencia de cien vidas tan imperfectas como la tuya y la mía. Sin embargo, aunque sabemos que la perfección es imposible, ¿no nos sentimos frustrados a veces por el desorden de los individuos y las iglesias cristianas? ¿No sentimos a veces la tentación de dar un paso atrás y marcharnos cuando nuestros queridos hermanos actúan como los pecadores que son?  Hace un tiempo estaba hablando con un joven que es un fanático de los juegos de rol por computadora. Me explicó que lo que lo atrae a estos juegos es la capacidad de crear un personaje a la medida, para luego descubrir cómo ese personaje único interactúa dentro del mundo del juego. Cuando él crea un nuevo personaje, se le da una cantidad finita de puntos que puede asignar de una cantidad casi infinita de maneras, algunos se los asigna a la fuerza, algunos a la inteligencia, algunos al carisma, algunos a la agilidad, y así sucesivamente. Al final, siempre crea un personaje que tiene fortalezas y debilidades, todo dependiendo de la forma en que ha asignado los puntos. Lo que nunca puede hacer es crear un personaje que sea únicamente fuerte sin ninguna debilidad.  Aunque la comparación entre una iglesia y un juego corre el riesgo den ser trivial, en realidad la he encontrado útil y, francamente, alentadora. Parece haber una ley en este mundo quebrantado de que cada fuerza está templada con algún tipo de debilidad, casi como si hubiera una cantidad finita de «puntos» que se pueden asignar a cualquier individuo o iglesia. Un pastor que es un poderoso predicador puede ser un débil consejero; los ancianos que son habilidosos y vociferantes en defender la verdad pueden quedarse cortos en gracia y amor; una iglesia que se toma seriamente los servicios de adoración puede ser descuidada cuando se trata del evangelismo. Ninguna de estas debilidades son defendibles ni correctas; sin embargo, alguna clase de imperfección resulta siempre inevitable en este lado de la gloria.  Lo que es verdad en la iglesia también lo es en las familias. Un esposo puede ser diligente en cuanto a liderar y proveer, pero negligente en sus disciplinas espirituales. Una esposa puede tener ideas profundas sobre la Palabra, pero puede no estar comprometida en brindar hospitalidad. Los niños pueden ser obedientes, pero holgazanes, o trabajadores, pero bocones. Nosotros mismos tenemos que admitir que a pesar de todas nuestras virtudes, estas siguen siendo templadas por una multitud de vicios.  Siendo este el caso, es irracional esperar que cualquier iglesia, cualquier pastor, cualquier esposo o esposa, amigo o hijo, pueda ser excelente en todos los aspectos. Esto nos enfrenta a un desafío: ¿Podemos aprender a tolerar sus deficiencias? ¿Podemos aprender a vivir con la forma en que sus «puntos» les han sido asignados? Aunque ciertamente no necesitamos abrazar el pecado ni aceptar la impiedad con apatía, debemos aceptar que algunas fallas, algunos defectos, algunas áreas que siempre serán una gran decepción son inevitables. Y siendo realistas, tenemos que saber que incluso si hubiera alguna fortaleza en un área que lamentamos, probablemente significaría que habría debilidad en un área que admiramos. Ningún individuo ni ninguna comunidad de individuos viene con el paquete completo. Simplemente, no funciona así.   Por lo tanto, el camino al gozo en la iglesia, en el matrimonio y en la vida es aceptar que siempre habrá imperfecciones, que siempre habrá áreas de decepción, pero aun así, estar dispuestos a celebrar las fortalezas al mismo tiempo que toleramos las debilidades. Así como es la gloria del hombre pasar por alto la ofensa, es la gloria de un cristiano pasar por alto una debilidad, a fin de encontrar mayor gozo en lo que anima más que en lo que decepciona.  

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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