Navidad: un tiempo para recordar la enemistad

Más allá del compañerismo entre personas, la Navidad nos recuerda una gloriosa historia de enemistad con el pecado y la condenación, de la cual Cristo salió victorioso.
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Pondré enemistad

Entre tú y la mujer, Y entre tu simiente y su simiente;

Él te herirá en la cabeza,

Y tú lo herirás en el talón (Gn 3:15).

Canción de Navidad, escrita en 1843 por Charles Dickens, cuenta la historia de Ebenezer Scrooge, un avaro solitario que desprecia la Navidad. Durante una noche, es visitado por el fantasma de su antiguo socio, Jacob Marley, y por los espíritus de la Navidad Pasada, Presente y Futura, quienes le muestran su vida, las consecuencias de su egoísmo y la tragedia que podría venir si no cambia. Impactado, Scrooge abraza el espíritu navideño: se vuelve generoso con los necesitados y se reconecta con la humanidad.

Nuestra sociedad concibe la Navidad como una época llena de amor y compañerismo, en donde prima un espíritu comunitario. Para muchos, el propósito de esta temporada es borrar todo tipo de enemistad y diferencia entre las personas, para conseguir objetivos más elevados, como la igualdad y la caridad. Diciembre se presta para grandes campañas de recolección de alimentos y donaciones para quienes no tienen hogar.

Sin embargo, muchos ignoran que el mensaje principal de la Navidad no comenzó por el compañerismo, sino por la enemistad. ¿Por qué fue necesario que el Hijo de Dios naciera como hombre en un pesebre? Porque Dios había prometido enemistad, y Jesús vino a cumplir la promesa.

Aunque la Navidad se asocia con amor y compañerismo, su mensaje original no surgió del compañerismo, sino de la enemistad. / Foto: Envato Elements

La importancia de la enemistad

Los primeros dos capítulos de la Biblia nos muestran una creación maravillosa en donde “Dios vio todo lo que había hecho; y era bueno en gran manera” (Gn 1:31). El pináculo de la creación fue el hombre, varón y hembra, a quienes se les dio la misión de multiplicarse, ejercer dominio sobre el resto de las criaturas y guardar el Edén en santidad (Gn 1:26-28).

Sin embargo, el hombre desobedece al tomar del fruto prohibido. El Señor les había dado una orden muy clara: “De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás” (Gn 2:16-17). La serpiente los engaña al hacerles creer que desobedecer será bueno para ellos, por lo que finalmente ceden (Gn 3:5-7).

Este hecho parte la historia de la Biblia y de la humanidad en dos. Al comienzo hay una creación hermosa en la cual el Creador y Su criatura más importante pueden habitar juntos. Pero, después de la caída, esa comunión perfecta se rompe. La pregunta que el resto de la Biblia responde es la siguiente: ¿cómo es posible que nuevamente el hombre habite en la presencia de Dios? Allí mismo, en Génesis 3, Dios le dice a la serpiente cómo es que la humanidad volverá a estar en Su presencia: “Él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el talón” (Gn 3:15). El Señor promete que se librará una batalla en la que la descendencia de Eva acabará con la serpiente.

Al comienzo hubo una creación hermosa en la cual el Creador y Su criatura más importante podían habitar juntos. Pero, después de la caída, esa comunión perfecta se rompió. / Foto: Lightstock

Victoria en la batalla

¿Cuál fue el cumplimiento de esa promesa? La descendencia de la mujer es Jesús de Nazaret, el Verbo que se hizo carne en el nacimiento virginal del vientre de María (Jn 1:1). Cuando fue a morir a la cruz, ganó la batalla contra Satanás, hiriéndolo de muerte en “la cabeza”. No hablamos aquí de una guerra espiritual abstracta, sino del poder tentador, engañador y acusatorio del diablo.

Ahora, no pretendemos aquí darle a Satanás más poder del que tiene; el diablo no es nuestro juez ni estamos bajo su ira. Es Dios ante quien la humanidad rendirá cuentas por sus pecados. Con todo, la condenación acusatoria que Satanás representaba ha sido vencida definitivamente por Cristo. Eso tiene, al menos, tres gloriosas implicaciones para nosotros:

1. En el pasado, ya no hay condenación

Si bien el diablo nos acusaba, la cruz asegura que nada amenaza la justificación de los que creen. Romanos 8:33-34 dice:

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

La cruz asegura que nada amenaza la justificación de los que creen. / Foto: Lightstock

En otras palabras, ya que Dios justifica en base a la muerte y resurrección de Cristo, nadie puede acusar a los escogidos. Entonces, en esta Navidad, podemos gozarnos de que nadie puede condenarnos; nuestro perdón es irrevocable.

2. En el presente, no estamos esclavizados

A veces creemos que el diablo tiene la autoridad de dominarnos. Sin embargo, el apóstol Pablo deja claro que Cristo ya nos ha capacitado para vivir en santidad. Romanos 6:22 dice:

Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por su fruto la santificación, y como resultado la vida eterna.

Nuestros miembros ya no le pertenecen al pecado ni a Satanás. Quizás él puede tentarnos, pero eso no significa que nos domine.

3. En el futuro, ya no hay más enemigos

El poder tentador del diablo no durará para siempre. Un día, ya no habrá más enemigos que pongan obstáculos a nuestra relación con nuestro Dios. Apocalipsis 20:10 dice:

Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta. Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Mientras los creyentes viviremos en la Tierra Nueva con Jesús por la eternidad, el diablo sufrirá condenación. ¡Todo el mal que nos ha hecho a lo largo de la historia no quedará impune!

Así, en esta Navidad, recordemos la enemistad que fue instituida en el Edén; el nacimiento de Cristo implicó la victoria definitiva del pueblo de Dios contra la acusación y el poder del pecado.

David Riaño

David Riaño es editor general de BITE Project. Es parte del equipo plantador de la Iglesia Familia Fiel en Cajicá, donde también sirve en ministerios de enseñanza. Es Licenciado en Filología Inglesa y Magíster en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Disfruta tomar café y ver series con su esposa Laura.

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