Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a los que practican hechicería y a los adivinos, pero a ti el SEÑOR tu Dios no te lo ha permitido. Un profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará el SEÑOR tu Dios; a él oirán… Un profeta como tú levantaré de entre sus hermanos, y pondré Mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que Yo le mande (Dt 18:14-15, 18).
En diciembre de 1914, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, ocurrió la famosa e histórica “Tregua de 1914”: soldados alemanes y británicos en el Frente Occidental dejaron de combatir en la víspera de Navidad. Comenzó con gestos sencillos, como villancicos y decoraciones, que llevaron a intercambios de saludos, regalos y hasta partidos de fútbol improvisados. Este evento es recordado como un símbolo de paz y esperanza.
Entre creyentes y no creyentes, la Navidad representa un tiempo para la reflexión. Después de tener un ritmo frenético de trabajo en los primeros 11 meses del año, diciembre nos presenta una oportunidad para detenernos y preguntar por las motivaciones más profundas de nuestro corazón. ¿Cómo tener paz y unidad con mi familia y amigos? ¿Cómo puedo ser una mejor persona el próximo año? ¿Lo que estoy haciendo con mi vida tiene sentido?
Sin embargo, aunque todos busquen respuestas, solo hay un lugar seguro en dónde encontrarlas.
Israel: un pueblo en busca de respuestas
En esa búsqueda de respuestas, nosotros nos parecemos bastante al pueblo de Israel. Cuando escucharon la voz de Dios en el Monte Sinaí, quedaron aterrorizados y decidieron que no quería volver a hablar con Él por miedo a morir. Sin embargo, como necesitaban a alguien que les diera el conocimiento divino para llegar a la Tierra Prometida, le dijeron a Moisés: “Habla tú con nosotros, y escucharemos; pero que no hable Dios con nosotros” (Ex 20:18-19). En otras palabras, ellos esperaban que este profeta les diera las respuestas que necesitaban.
Ahora, Moisés sabía que en el mundo había otras personas ofreciendo respuestas. Por eso, justo antes de entrar a Canaán, él les da una fuerte exhortación contra el ocultismo, la hechicería y la adivinación, formas en las que evidentemente las naciones paganas los tentarían para encontrar conocimiento sobrenatural: “Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a los que practican hechicería y a los adivinos, pero a ti el SEÑOR tu Dios no te lo ha permitido” (Dt 18:14).
Ahora, si Moisés iba a morir, ¿quién los iba a guiar con el mensaje divino? El Señor les da la respuesta a sus necesidades de revelación y profecía: “Un profeta como tú levantaré de entre sus hermanos, y pondré Mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que Yo le mande” (Dt 18:18). Ellos recibirían a un profeta como Moisés.
La respuesta definitiva: Jesús
Aunque Dios envió a muchos profetas a lo largo de la historia del pueblo de Israel, es claro que ninguno cumplió perfectamente las expectativas mesiánicas. Quienes estamos del lado de la historia del Nuevo Testamento, sabemos que Jesús es ese Profeta perfecto. El mismo apóstol Pedro predicó sobre esta verdad en su sermón en el Pórtico de Salomón:
A [Jesús] el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de Sus santos profetas desde tiempos antiguos. Moisés dijo: “El Señor Dios les levantará a ustedes un profeta como yo de entre sus hermanos; a Él prestarán atención en todo cuanto les diga” (Hch 3:21-22).
Gracias a este Profeta, ya no necesitamos del ocultismo y la hechicería; Él mismo nos ha revelado las realidades más elevadas y sublimes. Tampoco necesitamos que el mundo nos enseñe acerca de cómo vivir en paz y unidad, pues Cristo no solo nos dejó el mayor ejemplo de humildad (Fil 2:5-8) y amor servicial (Jn 13:12-15), sino que eliminó la barrera de separación que dividía a pueblos enteros, uniéndolos bajo un solo mensaje de salvación (Ef 2:14).
Además, Jesús respondió la pregunta más fundamental: ¿cuál es el sentido de nuestra existencia? Nosotros fuimos creados para disfrutar de nuestro Creador y adorarlo en Su presencia. Sin embargo, por causa de nuestros pecados, ya no podemos conocer ni habitar con un Dios santo. ¡Cristo ha venido a abrir ese camino de vuelta al Padre! Jesús, en Su discurso del Aposento Alto, les dice a Sus discípulos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí” (Jn 14:6). Solo en Él podemos tener vida y llegar a Dios.
La Navidad: un tiempo que no es para nosotros
Considero que nuestra sociedad ha hecho bien en usar el mes de diciembre para hacer un alto y reflexionar. En donde ha fallado es en buscar respuestas en lugares equivocados, como Israel lo hizo múltiples veces al dejarse llevar por la hechicería y el ocultismo de las naciones paganas. Así pues, aprovechemos esta Navidad para encontrar respuestas para nuestras más profundas preguntas en el Profeta definitivo.
Sin embargo, quiero concluir con una advertencia: una vez que encontremos respuestas en Cristo, tendremos que asumir el costo de ellas. Pablo les dijo a los corintios que la cruz implicaba una vida de entrega: “Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos” (2Co 5:15). Entonces, a medida que en diciembre busquemos más y más del evangelio, poco a poco iremos perdiendo nuestra vida, de manera que Él gobierne sobre nosotros.