¿Murió mi papá porque me faltaba fe?

“Si tuviera más fe, ¿estaría vivo mi padre hoy?”. 
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Un oyente anónimo del podcast, pero que no nos da su edad, escribe: “Hola, pastor John. ¡Bendiciones para ti! Tengo una pregunta acerca de la fe. Mi papá murió recientemente de un tumor cerebral”. Lamentamos mucho escuchar esto. “Oré con toda la fe que pude tener pidiéndole a Dios que mi padre no muriera. Pero murió. Me pregunto: si tuviera más fe, ¿estaría vivo mi padre hoy? En la Biblia veo que Jesús sanó personas que tenían fe, incluso sanó a algunas por su fe (Mateo 9:22; 15:28). Jesús Se negó a sanar a las personas en Su propia ciudad ‘a causa de la incredulidad de ellos’ (Mateo 13:58). E incluso conecta la probabilidad de ver milagros con el tamaño de la fe personal (Mateo 17:20) Entonces, ¿podría mi falta de fe ser un factor en la muerte de mi padre? ¿O fue simplemente la voluntad de Dios que él muriera? Estoy seguro de que esta es una pregunta de muchas personas que, como yo, son atacadas a menudo por la culpa”. Dirigiré mi respuesta considerando la última oración: “Estoy seguro de que esta es una pregunta de muchas personas que, como yo, son atacadas a menudo por la culpa”. Nuestro amigo dice que a menudo es atacado por la culpa. En este caso, es la culpa por la muerte de su padre, debido a la posibilidad que plantea de que si tuviera más fe, su padre podría no haber muerto. Y entonces, él es atacado por la culpa de que puede no haber tenido suficiente fe.

Lo que más importa

Quiero comenzar con esto. Supongamos que dijera: “Sí, tu padre estaría vivo hoy si tuvieras más fe”. Y supongamos que tuviera razón. Estoy solo suponiendo. Solo digo que pruebes estas suposiciones. Supongamos que tuviera razón, y supongamos que me crees. ¿Qué harías? Creo que la respuesta a esa pregunta es más importante que la pregunta de si tu padre hubiera muerto si tuvieras más fe. Porque mi pregunta tiene que ver con tu posición eterna en Dios y cómo vives en ella. Pero tu pregunta tiene que ver solo con la duración de la vida de tu padre en esta tierra y la calidad relativa de tu fe. Entonces, ¿qué harías si te dijera: “Sí, tu padre estaría vivo hoy si tuvieras más fe”? Espero que digas esto: Me pondría de rodillas y le diría a Dios lo mucho que lamento ser tan débil en la fe. Me lamentaría por mi falta de fe, y me lamentaría por la pérdida de mi padre. Clamaría a Jesús, que me ama y Se entregó por mí. Le diría que confío en Él, y recibiría de Él nuevamente Su perdón. Le pediría que sane mis recuerdos, que me proteja de las acusaciones destructivas y paralizantes de la culpa y de la maldad que siento con tanta frecuencia y que se enreda en mis pensamientos. Y determinaría poner mi fe en las promesas de la ayuda diaria de Dios nuevamente, que ahora tanto necesito en mi caminar para seguir adelante. Ahora, si esa es la forma en la que responderías si te dijera que tu padre estaría vivo si tuvieras más fe, entonces estás en una muy, muy buena posición, sea cual sea la respuesta a tu pregunta. En otras palabras, la pregunta sobre tu fe con respecto a la sanidad de su padre no es tan importante como tu fe con respecto a tu posición en la gracia de Cristo. Esto significa que puedes descansar firme y profundamente en Cristo, sea lo que sea que yo tenga que decir. Voy a decir más. Así que, aquí vamos.

Poca fe y gran fe

Tú preguntas: “Si tuviera más fe, ¿estaría vivo mi padre hoy?”. Aquí está mi respuesta: no lo sé. La razón por la que puedo decir eso, y seguir creyendo en la voluntad soberana de Dios de obrar todas las cosas de acuerdo con Su sabiduría infinita, incluida la vida y la muerte, es que Santiago dijo que no tenemos porque no pedimos (Santiago 4:2). No tenemos porque no pedimos. En otras palabras, cuando ciertas causas secundarias, como orar o pedir, en este caso, no están en su lugar, entonces algunos efectos de esas causas no se producen. Y dado que Dios gobierna sobre las causas y los efectos, esto no es una contradicción de Su gobierno soberano. Aquí hay una analogía. Yo me hago el mismo tipo de pregunta que tú haces. Estas son mis preguntas: ¿se hubiera convertido más gente a Cristo cuando predicaba si yo hubiera orado más durante la preparación de mi sermón? ¿Qué si hubiera predicado con mayor fervor y lágrimas? ¿Qué si hubiera preparado un mejor sermón y no hubiera distraído tanto a los oyentes por mis tropiezos en mi comunicación? ¿Qué si hubiera mirado a las personas a los ojos y hubiera comunicado una mayor compasión personal? ¿Qué si hubiera hecho morir más eficazmente mi pecado de orgullo y timidez? Si yo también hubiera tenido más fe, ¿se hubiera convertido más gente? Y mi respuesta es: no lo sé. No lo sé. Lo que sí sé es que me volvería loco si tuviera que resolver este asunto cada vez que predico. Me volvería loco tener que saber qué hubiera pasado si hubiera hecho las cosas de manera diferente. Y cuando predico, no se trata solamente de lo que está en juego aquí en la tierra; sino también de lo que está en juego por la eternidad. Cuando predico está en juego la vida eterna, no solo los pocos años de vida de mi padre en el planeta. No puedo soportar la carga, no puedo soportarla, de tener que responder la pregunta, ¿Qué si esto? ¿Qué si aquello? ¿Qué si esto otro? Lo mismo ocurre con nuestras oraciones por aquellos que amamos, ya sea la sanidad física o la salvación espiritual. ¿Sanaría a las personas tener más fe? ¿Salvaría a las personas tener más fe? Quizás sí, pero quizás no. Jesús sanó cuando no había fe, como en el caso del hijo de la viuda en Naín (Lucas 7:12-17), y el hombre en Juan 9 que ni siquiera sabía quién era Jesús después de que fue sanado (Juan 9:24-25). Sanó en respuesta a poca fe; sanó en respuesta a una gran fe; Él negó la sanidad por falta de fe. Pablo llamó a la fe un don (Efesios 2:8-9), y dijo que puedes tener fe para remover montañas, pero no tener amor, y eso equivaldría a un cero espiritual (1 Corintios 13:2).

Confía en la promesa de Dios

Entonces, creo que el camino a seguir es buscar crecer en la fe y crecer en el conocimiento del Señor Jesús, de acuerdo con 2 Pedro 3:18. Nunca, nunca, nunca te conformes con lo que ya tienes en la fe. Siempre quiero más de todo lo que Dios da. Pero date cuenta de que la fe es un regalo, y nunca puedes asumir que Dios te la debe. Santiago nos enseña a decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Santiago 4:15). Dios decide quién vive y quién muere, y decide cuándo. Nuestro trabajo principal es confiar en Su promesa. Y Su promesa no es sanar a todos los que queremos que se sanen. Su promesa es hacer el bien a quienes confían en Él (Romanos 8:28), y conformarnos a Cristo (Romanos 8:29), y darnos la gracia que necesitamos para perseverar en el amor y la santidad hasta el final (2 Corintios 12:9).

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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