¿Cómo mides el éxito en tu vida? Como artista, soy tentado a evaluarme de maneras distintas y equivocadas.
«¿Por qué no estoy vendiendo más álbumes?» «¿Por qué a ese artista le va mejor que a mí?» «¿Por qué no fui llamado para participar en ese evento?»
Probablemente, tus preguntas no son iguales a las mías, pero el origen detrás de ellas, es el mismo.
«¿Por qué no tengo más seguidores en las redes sociales?» «¿Por qué él o ella consiguió el ascenso y yo no?» «¿Por qué sus hijos se comportan mejor que los míos?» «¿Por qué no he podido traer más gente a la fe en Cristo?»
En nuestra cultura, todo se mide en base a números. Cada vez es más difícil no considerar el crecimiento como una señal evidente del favor de Dios. Como cristianos, las preguntas pueden ser incluso más frustrantes, pues nuestros motivos son frecuentemente por causas nobles como el hacer que el reino de Dios avance y que Él sea conocido en todo el mundo. ¿Por qué Dios diría que no a una ambición tan desinteresada? Pues al parecer, Él dice no a estos deseos “desinteresados”, y lo hace todo el tiempo. Para comprender la razón de Su negativa, la mejor ayuda es Su Palabra.
¿Me amas?
En la escena final del evangelio de Juan, Jesús resucitado está en la playa, hablando a sus confundidos discípulos. Él ve a Pedro y le pregunta: “¿me amas más que éstos?” (Juan 21:15). “Sí Señor, tú sabes que te quiero.”Entonces Jesús encomienda a Pedro la misión, que posteriormente se convertiría en el objetivo ministerial en la vida de cada discípulo: “Apacienta mis ovejas”. Jesús pregunta lo mismo dos veces más y dos veces más, le indica a Pedro que cuide del pueblo de Dios. Luego, en un instante, la conversación cambia por completo cuando Jesús le muestra a Pedro como su propia historia acabaría:
“En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo: Sígueme”. (Juan 21:18-19)
Imagina la confusión de Pedro al escuchar: serás crucificado. Previamente ha sido comisionado por su líder para cuidar del pueblo de Dios, le encomendó enseñarles, y de pronto, ese mismo líder termina su asignación con, ah por cierto, serás ejecutado de forma horrible y dolorosa. Acaso ¿no sabía Jesús que la crucifixión podría abruptamente inhibir la habilidad de Pedro para enseñar y cuidar de la iglesia? La conversación parece contradictoria.
Una falsa dicotomía
Encontramos una suposición peligrosa en la clase de desconcierto que sospechamos Pedro habría experimentado (ciertamente, nuestro corazón también habría estado desconcertado). Sutilmente comenzamos a asumir que mientras más grande mejor. El éxito y el sufrimiento son incompatibles para la mente humana y natural. Pensamos que, ¡si Dios me ama, me bendecirá (bendecirá mi trabajo y mi misterio)! La ausencia de bendición debe significar ausencia de amor. Esta es la pieza central en el evangelio de la prosperidad, sin embargo, se puede encontrar en el interior hasta del cristiano más doctrinalmente sano. ¿Cómo podemos tener gozo cuando nuestra labor para el Señor parece no tener fruto? ¿Cuál debe ser la medida del éxito en nuestra vida y ministerio? La Palabra de Dios nos da al menos cuatro verdades que nos permiten escapar de una definición errada del éxito.
1. Confía en el plan de Dios
Cuando nuestro corazón está segado por la falta de éxito, la verdad de la soberanía de Dios sobre todas las cosas nos ayuda a restaurar nuestra vista. Cuando vemos que Dios está detrás del avance y dificultades de nuestro ministerio, somos capaces de experimentar una nueva y predominante clase de gozo y gratitud, incluso en el dolor, la aflicción y la pérdida de un ser querido. ¿Has considerado que los contratiempos en el ministerio podrían ser por la misericordia de Dios? ¿Podría ser que tu Padre omnisciente te está ahorrando 10,000 lamentos al no darte algo? Una visión correcta de la benevolente soberanía de Dios en nuestras vidas, fortalece nuestra fe al hacernos saber que Dios está obrando más allá de lo que podemos ver, y todo lo está haciendo para nuestro bien y Su gloria suprema.
2. Pasión por la gloria de Dios
A. W. Tozer escribió en “The Pursuit of God” (La Búsqueda de Dios), “Promoverse a sí mismo bajo el disfraz de promover a Cristo, es tan común como para pasarlo por alto.” Me avergüenza como esto es frecuente en mí. Constantemente enmascaro mi ambición de ver mi nombre engrandecido, presentándolo como un deseo de glorificar a Dios. Esta es la ambición egoísta que golpea todo lo pequeño, normal o extraordinario que Dios me llame a hacer. Nuestros corazones con frecuencia se detienen en pensamientos no menores a los de fama y cuentos de hadas. Si percibes una sensación de injusticia cuando tu historia no se está desarrollando como pensabas, podría ser tiempo de que investigues si deseas crecer para la gloria de Dios o para el beneficio tuyo.
3. Permanece en tu camino
Después de profetizar la muerte de Pedro, Jesús le ordena, “Sígueme”. Inmediatamente leemos esto, Pedro gira, mira en dirección al apóstol Juan y pregunta: “Señor, ¿y éste qué?” (Juan 21:21). ¡Cuán prestos somos para envidiar la historia otros! En cierta ocasión, Theodore Roosevelt llamó a esta comparación como “el ladrón del gozo”. Tristemente muchos de nosotros dejamos la puerta de nuestro corazón abierta para que el ladrón entre y nos robe el contentamiento en Cristo. Con la orden de seguirlo, Jesús nos está diciendo que nos ocupemos en nuestros propios problemas, que permanezcamos en nuestro propio camino y coloquemos nuestra vista en Él, no en nuestro prójimo. Cuando hacemos esto, podremos con libertad celebrar el éxito de otros y encontraremos descanso en la ruta que Dios ha trazado para nosotros.
4. Muere a ti mismo
En esa conversación final entre Cristo y Pedro, el autor introduce una frase que revela la verdad central del pasaje y la clave del misterio: “Esto dijo, dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios” (Juan 21:19). Para la mayoría, no hay gloria en la muerte. El mundo se burla del fracaso. Los trofeos siempre van a los artistas más populares, a los directores ejecutivos y a las empresas de la lista Fortune 500. Pero no para el cristiano. La muerte es una de las muchas cosas que Dios posee y usa. Él está en el negocio de convertir la muerte en algo bueno para Su pueblo. Cuando Cristo fue colgado del madero en el Gólgota, sus seguidores veían el fin de Su reino, cuando realmente era la inauguración. ¿Cuál es nuestra medida de éxito? Es esta: Seguir a Cristo donde quiera que nos lleve, incluso si Él nos conduce a la muerte. Al final, el ministerio más modesto pero hecho con fidelidad en medio de la oscuridad, causará que el Maestro se vea glorificado. Mi frase favorita fuera de la Biblia es una de las oraciones de Tozer, te la recomiendo mientras buscas vivir de la forma en la que Dios verdaderamente ve el éxito para ti.
Se Tú exaltado sobre mi reputación. Has que mi ambición te agrade a Ti, incluso si como resultado yo deba caer en la oscuridad y mi nombre sea olvidado como un sueño.
Una publicación de DesiringGod.org | Traducido al Español por Rudy Ordoñez Canelas