PRESENTADOR:
Un amigo del pódcast que desea permanecer en el anonimato escribe:
“Hola, pastor John. Soy un oyente en el Medio Oriente. Me acosté con mi novia hace dos días y ahora ambos estamos heridos y nos sentimos sucios, baratos y avergonzados. Ni siquiera podemos mirarnos a nosotros mismos. Ambos somos creyentes nacidos de nuevo en Cristo, pero fuimos atraídos a la tentación. ¿Hay alguna esperanza de que podamos volver a ser puros y ser sanados de nuestro pecado? Sé que la sangre de Jesús cubre cada pecado, pero ¿cómo podemos recuperar la pureza de nuestra relación nuevamente? ¿O eso se ha perdido permanentemente? ¿Qué hacemos ahora?”.
JOHN PIPER:
Algo perdido
Creo que este joven del Medio Oriente está comenzando en el lugar correcto. Él, al parecer, está apropiadamente quebrantado, lo que significa que entiende que algo se ha perdido irrevocablemente. Él y su novia nunca podrán retroceder detrás de este encuentro sexual y deshacerlo. Han perdido algo muy precioso.
Comienzo de esta manera, aunque pueda sonar duro, porque siento una tierna y celosa preocupación por aquellos que están escuchando y que no han perdido su virginidad. Es algo muy precioso para hombres y mujeres. El mundo lo ve como una debilidad; de hecho, como algo tonto.
Dios lo ve como una gran fortaleza y una belleza sin comparación. Estoy tan deseoso de ayudar a los oyentes a mantener su pureza sexual y su virginidad antes de que la pierdan como lo estoy de ayudar a aquellos que la han perdido a recuperar la pureza que Cristo hace posible. Por eso estoy comenzando de la manera en que estoy comenzando.
Creo que este joven está comenzando en el lugar correcto. Está quebrantado. Sabe que algo hermoso se ha perdido, y sabe que la sangre de Jesús cubre cada pecado. Este es un buen lugar para comenzar.
Aquellos que toman a la ligera sus pecados y tratan la sangre de Jesús como una especie de solución rápida nunca han visto el verdadero costo de lo que Jesús hizo para comprar su pureza. Así que, simplemente, quiero hacer algunas observaciones que podrían resultar redentoras y portadoras de esperanza para nuestro amigo del Medio Oriente y su novia.
Dios recompensa la fidelidad
Simplemente llamaría la atención sobre lo que él ya sabe, solo que lo pondría en palabras bíblicas. 1 Corintios 6:18 dice: “Huyan de la fornicación”. La voluntad de Dios para las personas no casadas es que se abstengan de las relaciones sexuales. Dios hace esto posible por el poder del Espíritu Santo mediante la fe en Sus promesas, y da dulces y especiales recompensas a las personas solteras que lo honran de esta manera.
El matrimonio tiene sus recompensas especiales por la fidelidad, y la soltería —casta, santa soltería— tiene sus recompensas especiales por la fidelidad. Las personas casadas pueden glorificar a Dios de algunas maneras en que las personas solteras no pueden, y las personas solteras pueden glorificar a Dios de algunas maneras en que las personas casadas no pueden. Esto no es cuestión de inferioridad o superioridad. La soltería y la castidad son un llamado muy alto en la mente de Dios. Eso es lo primero.
Dios perdona a los pecadores
Él ya sabe esto, pero, nuevamente, quiero ponerlo en las palabras de la Escritura para que pueda oírlo de Cristo y no solo de mí. Así que, le diría a nuestro amigo: “En verdad les digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias con que blasfemen, pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene jamás perdón, sino que es culpable de pecado eterno” (Mr 3:28-29). Ahora dejemos de lado por un momento lo que significa blasfemar contra el Espíritu Santo. Eso es para otro momento.
Que todos nosotros, con lágrimas de gratitud, con un gozo tembloroso, simplemente nos deleitemos en estas palabras: “Todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres”. Eso es asombroso. ¿Puedes imaginar algo más dulce para una persona como el ladrón en la cruz, que no conoció otra cosa que el pecado por quién sabe cuántas décadas?
En otras palabras, no hay un pecado específico, único o tipo de pecado que sea tan feo, tan repugnante, tan ofensivo para Dios que no pueda ser perdonado por la sangre de Jesús. Como lo dice Juan: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de [aquí viene] toda maldad” (1Jn 1:9). Así que, eso es lo segundo.
Trasladadores de culpa
Será un gran desafío para esta pareja, ahora en esta situación, perdonarse mutuamente: no solo recibir el perdón de Dios, sino recibir el perdón del otro. Efesios 4:32 dice: “Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo”. Eso no es algo fácil.
Solo quiero ayudarles a darse cuenta de lo difícil que esto va a ser para que no se rindan demasiado pronto. Lo que hace difícil perdonarse mutuamente en esta situación en particular no es solo que todos somos personas orgullosas y egoístas que no nos gusta humillarnos ante otros, sino también porque, en esta situación, hay una tentación sutil de trasladar la culpa a la otra persona, culpa que pertenece (al menos en parte) a uno mismo.
Mientras que este joven puede sentir vergüenza y convicción de que no asumió más responsabilidad por la castidad como líder e iniciador masculino, puede estar diciéndose sutilmente a sí mismo que ella fue algo seductora: ella podría haberle ayudado a detenerse, y no lo hizo. Así, comienza a trasladar la culpa hacia ella.
Y ella puede estar haciendo exactamente lo mismo. Puede sentir vergüenza y convicción de que fue demasiado complaciente, o tal vez incluso seductora, y que no resistió cuando debía haberlo hecho. Pero podría comenzar a trasladar más culpa hacia él y encontrarle falta porque él no la protegió en ese momento de tentación.
Perdón arriesgado
En otras palabras, el perdón mutuo no es un asunto simple, porque para que el perdón sea pleno, completo y real, debe haber confesión y arrepentimiento que sean auténticos y duraderos. Ambos deben asumir completamente su propia culpa en esto, y ambos, de hecho, tienen culpa en esto. Sí, la tienen. Ambos deben estar dispuestos a confesar su parte en esto, incluso con el riesgo de que la otra persona se aproveche de ellos y les ponga más culpa de la que deberían tener.
Puedes ver que lo que se necesita aquí no es solo la gracia del perdón, sino la gracia para arriesgarse a que se aprovechen de ti, la gracia para arriesgarse a soportar más acusación de la que consideras apropiada, la gracia para tratar a otra persona mejor de lo que piensas que te están tratando, la gracia para permanecer humillado ante la cruz cuando la tentación es levantarse y sentirse superior (incluso superior porque tu arrepentimiento es mejor). El perdón mutuo es muy complejo, y se necesita gracia en cada paso.
Perdonar y soportar
En vista de todas las imperfecciones de la vida humana y de todas las ambigüedades que rodean el perdón mutuo, será necesario experimentar grandemente la realidad detrás de la palabra “soportar”, ya pasada de moda.
Soportar es lo que haces cuando el perdón no ha remediado todas las tensiones entre ustedes: piensas que la otra persona debería haber hecho más. Piensas que debería haber cambiado más. Piensas que debería haberse arrepentido más. No ha hecho lo que tu instinto dice que debería hacer.
Así que, puedes apartarte de esa relación (lo cual ha destruido un millón de matrimonios), o puedes soportar —es decir, aguantar o resistir—. La Biblia habla de esta manera. Pablo dice en 1 Corintios 13:7 que el amor: “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. De hecho, lo dice dos veces: “todo lo sufre… todo lo soporta”.
El pasaje clave sobre este asunto de la paciencia es Colosenses 3:12–13. Dice así: “Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros”. Podrías traducirlo como resistir o soportar unos a otros. “Y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro”, y así continúa. Perdonar y soportar. Perdonar y soportar.
Reconstruir la confianza, ladrillo por ladrillo
Lo quinto que diría a nuestros amigos que luchan en el Medio Oriente con este error que han cometido es esto: la restauración de la confianza lleva tiempo. Es posible perdonar a alguien y, aun así, no confiar plenamente en esa persona. La confianza se gana. El perdón no.
Confiamos en alguien porque ha demostrado ser digno de confianza, no porque diga que lo es. Esto significa que cuando hemos roto la confianza (lo cual ellos han hecho, los dos), tomará tiempo establecer confianza en nuestro carácter.
Así que, tengan paciencia el uno con el otro, y sean honestos acerca de esto. Es muy doloroso mirar a una persona a los ojos y decir: “No sé si puedo confiar plenamente en ti todavía”. Eso es suficiente para destruir una relación, pero ser deshonesto para tratar de preservar la relación causará estragos a largo plazo.
Báñense en la esperanza del evangelio
Lo último que diría es simplemente una gran palabra de esperanza del evangelio. Sí, la pureza es posible otra vez. Sí, el perdón es posible. Sí, la paciencia es posible. Sí, la confianza es posible. Aquí está el texto clave, hermoso —¡hermoso!—: 1 Corintios 6:9-11.
¿O no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se dejen engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.
Y aquí viene: “Y esto eran algunos de ustedes”. Eran. Eso se puede decir sobre ustedes. Les hablo a ustedes —esta pareja que tal vez está escuchando esto juntos—. Eso se puede decir sobre ustedes: “Eran”. Eran inmorales sexuales. “Y esto eran algunos de ustedes, pero fueron santificados, pero fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios”.
Publicado originalmente en Desiring God.