La muerte según los puritanos

Para el cristiano, la muerte ya no es castigo, sino puerta al cielo. Morimos en Cristo para vivir en Él, y así verlo cara a cara.
Obra: “Los puritanos”, de Edgar Bundy

Cristo verdaderamente resucitó porque verdaderamente murió para nuestra salvación. Debido a la certeza de estos dos hechos, centrados en la persona de Cristo, nuestra fe no puede de ninguna manera ser falsa. La salvación y el consuelo de nosotros, los cristianos, están seguros, porque en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a nuestro fiel salvador Jesucristo. La centralidad de la victoria de Cristo, en Su persona y obra, destruye todo temor a aquel enemigo que ya está muerto: la muerte. Así, solamente en Cristo, el cristiano tiene vida.

¿Cómo podemos vivir el día de hoy para que, en el día de nuestra muerte, podamos vivir por siempre? Para responder a esta pregunta, quisiera brevemente desarrollar los siguientes tres puntos de acuerdo a unos escritos de dos puritanos: William Perkins (1158-1602) y Thomas Watson (1620-1686).

Vivir en Cristo para morir en Cristo

William Perkins es considerado uno de los padres del puritanismo reformado. En 1597 escribió un tratado sobre “el morir bien” (Treatise on Dying Well o también conocido como A Salve for a Sick Man). Este pequeño libro estaba dirigido para instruir espiritualmente a marineros que emprendían viajes por el mar, a soldados que se disponían a ir a la batalla y, por último, a mujeres que estaban prontas a dar a luz.

De acuerdo con Perkins, “así como el alma de la vida es la vida del cuerpo, así Dios es la vida del alma, y Su Espíritu es el alma de nuestras almas, y la falta de comunión con Él no trae más que interminables e indescriptibles horrores y dolores de muerte”.

William Perkins / Imagen: Dominio público

La muerte es algo totalmente extraño a la naturaleza humana. El hombre fue creado para glorificar a Dios y gozar de Él para siempre. Así, podemos ver que la vida eterna está relacionada con el disfrute eterno del amor de Dios. Por otro lado, la muerte eterna está relacionada con el padecimiento eterno de la ira de Dios. En este punto, vemos la gloria del evangelio. Dios mismo, Cristo, toma nuestra naturaleza humana para vivir la vida perfecta por nosotros y también para morir por nosotros.

William Perkins nos dice: “La muerte deja de ser una plaga o castigo, y de una maldición se convierte en una bendición, y [ella] se convierte para nosotros en un pasaje (o vía intermedia) entre esta vida y la vida eterna, y (por así decirlo) una nueva compuerta (o puerta) por la que pasamos de este mundo y entramos en el cielo”. Al comprender la gloriosa obra de Cristo por su pueblo, el cristiano no puede hacer otra cosa sino vivir en Cristo para morir en Cristo.

William Perkins habla de “deberes” a la hora de prepararnos bien para la muerte. Algunos de los motivos que nos llevan a prepararnos para ese momento son la certeza y la incertidumbre. Tenemos la certeza de que, si Cristo no regresa antes, todos moriremos. Al mismo tiempo, tenemos incertidumbre sobre cuándo moriremos, el lugar de nuestra muerte y el tipo de muerte que experimentaremos. Por lo tanto, debemos prepararnos para ese día. Ahora, la mejor manera para prepararnos para la muerte es viviendo verdaderamente. Debemos, en esta vida, entrar a la vida eterna. En otras palabras, hoy día debemos abrazar a Cristo por medio de la fe. La vida eterna comienza aquí. 

William Perkins es considerado uno de los padres del puritanismo reformado. / Christ’s College, University of Cambridge

Vivir en Cristo para morir en Cristo y así, ver a Cristo

La doctrina que hace referencia a ver a Dios al momento de morir recibe el nombre de visión beatífica. El ser humano fue creado para la felicidad (beatitud) en Dios. Piensa en el gozo que tenemos ahora, aun en medio de las tribulaciones. Ese gozo proviene de saber que Dios nos ha adoptado como sus hijos por medio de su Hijo Jesucristo. Sabemos esto porque la Palabra de Dios lo dice y lo hemos creído por medio de la fe. No obstante, ninguno de nosotros ha visto al Hijo. Pero un día, lo veremos.

Aunque no vemos a Cristo, nos gozamos en Él porque, aun sin verlo, hemos creído en Él. Sin embargo, en el mismísimo minuto después de morir, seremos indescriptiblemente felices porque lo veremos “cara a cara”. Nuestra felicidad está fundamentada en nuestro Dios glorioso. Es decir, somos más felices en la medida en que más contemplamos la hermosura de Dios en Sus gloriosos atributos y personas de la Trinidad. En palabras de Perkins:

“Oh, entonces, qué felicidad es esta, ver la gloria de la majestad de Dios cara a cara, y tener eterna comunión con Dios nuestro Padre, Cristo nuestro Redentor y el Espíritu Santo nuestro Consolador, y vivir con los benditos santos y ángeles en el cielo para siempre”.

Thomas Watson / Imagen: National Portrait Gallery

Por otra parte, Thomas Watson, cuyo libro Tratado de teología consta de sermones predicados con base en el Catecismo Menor de Westminster y que se convirtió en una lectura requerida para los estudiantes del predicador Charles Spurgeon (1834-1892).

Casi al final de este libro, Watson menciona que “el santo puede calcular sus pérdidas por Cristo aquí abajo, pero no cuán grandes serán sus ganancias cuando muera”. Una de estas indescriptibles ganancias es la visión gloriosa de Dios. Según Watson, veremos a Dios “con los ojos del entendimiento”. Por supuesto que no veremos la misma esencia de Dios (de la manera en que Dios conoce Su propia esencia divina), sino que veremos a Dios en Cristo. En otras palabras, contemplaremos el cuerpo glorificado de nuestro Salvador, veremos a Cristo “vestido de nuestra naturaleza humana, brillando en una gloria superior a la de los ángeles”. Watson continúa diciendo:

“La visión de Dios a través de Cristo será altamente deleitosa […] Su majestad estará mezclada con la belleza y endulzada con la clemencia. Será infinitamente placentero para los santos ver esos rasgos amistosos en el rostro de Dios, así como sus sonrisas”.

El párrafo anterior nos muestra la gloriosa armonía entre el intelecto y la voluntad en la contemplación de Dios. Es así como Watson dice que “al morir, los santos no solo tendrán una visión de Dios, sino que gozarán de Su amor”.

Conclusión

No sé cómo está tu corazón ahora mismo con respecto a la muerte. Quizá le temes. Quizá la ignoras. Quizá piensas que te quedan muchos años por delante o tal vez piensas que es el caso contrario. Pero por sobre todas las cosas, recuerda lo siguiente: la vida misma, que es Cristo Jesús, murió en la cruz para matar la muerte y así darte vida, y vida en abundancia.

Esta vida en abundancia comienza aquí y trata esencialmente sobre conocer a Dios y a su Hijo Jesucristo (Jn 17:3). Así oramos para que Dios quite todo temor en nuestras vidas, por medio de Su glorioso amor, al comprender que la muerte ya no tiene ningún aguijón. Para el cristiano, la muerte es aquel segundo donde dejaremos de vivir por fe para comenzar a vivir eternamente en la presencia de Dios en el cielo.

 la vida misma, que es Cristo Jesús, murió en la cruz para matar la muerte y así darte vida, y vida en abundancia. / Foto: Unsplash

Por último, medita. Medita profundamente en el gozo que tendrá Cristo al ver a cada uno de los santos que, al momento de morir, lo verán a Él. Medita en esa doble visión: tú mirando a Cristo eternamente, y Cristo mirándote a ti fija y eternamente. Medita en la resurrección del cuerpo, ya que verás y abrazarás al Rey de gloria, Cristo Jesús.

Israel Guerrero Leiva

Israel Guerrero Leiva (chileno) posee un Máster en Teología (M.Th.) en el Seminario Teológico de Edimburgo y Universidad de Glasgow, Escocia. Actualmente está realizando un Ph.D. en Teología Sistemática en la Universidad de Edimburgo. Junto con su esposa Camila y sus dos hijas —Emma y Eilidh— son miembros de la Free Church of Scotland. Su pasión es contribuir a la formación teológica reformada de los futuros teólogos y plantadores de iglesias en el mundo hispanohablante. Es administrador de la página de Facebook “Bavinck y Kuyper en español”.

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