El pasado 31 de octubre se celebró el Día de la Reforma. La Reforma Protestante es un evento sumamente importante que se dio en un contexto histórico en particular y que ha sido muy significativo en la vida de la Iglesia. Hoy, Dios nos ha puesto en un momento histórico muy importante en nuestro contexto hispano; Dios está volviendo a su pueblo a la Palabra y con ello un gran avivamiento que se ha de traducir en iglesias y creyentes saludables que impactarán sus respectivas comunidades y países para la gloria de Dios. En la Biblia hay un personaje histórico que se distingue por ser un instrumento en las manos de Dios para llevar a cabo una reforma religiosa. Ese personaje es el rey Josías y la historia de ese gran evento reformista se encuentra en 2 Reyes 23: 1-23 y 2 Crónicas 34:3-7, 35: 1-19. En pocas palabras, el rey Josías llega a ser rey de Judá a la tierna edad de 8 años debido al asesinato de su padre y reinó por 31 años. A los 18 años mientras se hacían reparaciones al Templo fue hallado el libro de la ley de Dios que fue llevado ante su presencia por un escriba y al ser confrontado con la misma tuvo como resultado que este joven rey fuera un instrumento en las manos de Dios para una gran obra reformista. La reforma de Josías a mi juicio presenta un cuadro perfecto de la situación religiosa contemporánea y como Dios aviva la obra a través de hombres piadosos dispuestos a agradar a Dios y por ende ser bendición de su pueblo.
La razón de la corrupción religiosa de sus líderes y de la frialdad espiritual del pueblo: «La Palabra de Dios se hallaba escondida en el Templo»
Qué triste la condición de Judá, la Palabra de Dios había sido olvidada y escondida en alguna parte del Templo. El pueblo de Israel fue fundado sobre la ley de Dios, por Su Palabra. A pesar que el movimiento protestante tuvo su base en la Palabra de Dios lamentablemente, así como Judá la misma a través de los años fue progresivamente relegada al punto de estar casi inexistente en la vida de la Iglesia. El liberalismo teológico que reduce la Palabra de Dios a viejas historias de pura reflexión humana y la vida y obra de Jesucristo a mitos adaptados de la cultura griega. Mientras que por otro lado el misticismo desplaza a un lado la Escritura por experiencias subjetivas y emocionales sin ningún tipo de fiscalización bíblica. Ambos sectores dejaron a un lado la autoridad de las Sagradas Escrituras y la dejaron escondida del pueblo de Dios. Por consiguiente, la salud espiritual del pueblo se halla en detrimento e inmersa en el pecado y la confusión. Se han infiltrado prácticas de la nueva era y de diferentes concepciones religiosas. El secularismo y todo tipo de pensamiento humano y pragmático está presente en los púlpitos modernos y tristemente pasan desapercibidas y por ende aceptada ante un pueblo que carece de discernimiento. Los valores y principios claramente revelados en la Palabra se les dan nuevas definiciones con el fin de ser adaptadas a la mentalidad postmoderna y secular.
El instrumento de Dios para la reforma religiosa y espiritual: «Un hombre sensible a Dios y dispuesto a obedecer la Palabra»
Todo movimiento de reforma y avivamiento espiritual comienza con una persona que siendo sensible al Espíritu de Dios a través de su Palabra está dispuesto a ser parte de la solución. Podemos apreciar que Josías tan pronto fue expuesto a la Palabra rasgó sus vestiduras en señal de arrepentimiento: «Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos.” (2 Reyes 22:11) También involucró a todos aquellos que estaban bajo su cargo y se comprometió junto a los suyos a poner en práctica todo lo que Dios había revelado en su Palabra. “Entonces el rey mandó reunir con él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Y subió el rey a la casa de Jehová con todos los varones de Judá, y con todos los moradores de Jerusalén, con los sacerdotes y profetas y con todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová. Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto.” (2 Reyes 23:1-3 )
Toda reforma conlleva cambios radicales: «Un pueblo dispuesto a quitar todo lo que no agrada a Dios»
En Segunda de Reyes 24: 4 -20 se destaca la acción de quitar todo aquello que corrompía al pueblo y que impedía una sana relación con Dios. Todo utensilio pagano que se había infiltrado en el templo, todo ídolo e inclusive a los sacerdotes idólatras que eran tropiezo para el pueblo. Cuando la Palabra de Dios se hace preeminente en la vida espiritual de las iglesias e individuos inevitablemente se van a producir cambios beneficiosos y ellos incluyen en quitar y derribar todo aquello que impide u obstaculiza la relación con Dios. Todo tipo de ídolo ya sea de tipo religioso o personal. El orgullo, la arrogancia y la altivez van a ser derribada, las huecas tradiciones religiosas serán quitadas, las viejas concepciones equivocadas acerca de Dios serán suplantadas por una majestuosa y hermosa convicción de la Soberanía de Dios y la perfecta obra de Nuestro Señor Jesucristo.
Toda reforma conlleva también restituir la verdadera adoración a Dios: «Un pueblo dispuesto a adorar en espíritu y en verdad»
“Entonces mandó el rey a todo el pueblo, diciendo: Haced la pascua a Jehová vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en el libro de este pacto. No había sido hecha tal pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel, ni en todos los tiempos de los reyes de Israel y de los reyes de Judá.” 2 Reyes 23:21-22 Josías restituye una celebración que era central en la adoración del pueblo de Israel y que por causa de su condición espiritual había sido olvidada. Era la celebración de la libertad obtenida por la poderosa mano de Dios de su cautividad en Egipto. Cuando la reforma es llevada a cabo hoy día se restituye, se le vuelve a dar el lugar que merece en la Iglesia a la persona y obra de Nuestro Señor Jesucristo. La adoración se dirige al único que la merece y es al Autor y Consumador de nuestra fe que es Jesucristo. No hay espacio para más nadie ya que Él lo llena todo, Él es nuestra sabiduría y estamos completos en El. Él es preeminente sobre todas las cosas. (Colosenses 1:15-23). No puede haber una reforma espiritual donde la Palabra de Dios esté ausente, si no está la Palabra todo cambio será solo estético, emocional y temporero. Que Dios siga levantando hombres, mujeres, jóvenes, iglesias, ministerios sensibles a su Palabra y dispuestos a llevar a cabo los cambios necesarios para la gloria del Alfa y Omega de nuestra salvación Jesucristo nuestro Señor. ¡A Dios sea la gloria!