La guerra de las historias: cómo el entretenimiento nos moldea

Cada película, cada serie, es un sermón: moldea tu mente, tus afectos, tus creencias. ¿Qué historias estás dejando que te discipulen?
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Los programas de televisión y las películas son como sermones. Enseñan. Ilustran. Exhortan. Persuaden. Las producciones que poseen una convicción más allá del beneficio tienen una verdad que pretenden impartir, un impulso que pretenden cultivar, un reflejo que pretenden entrenar.

No ofrecen su plan, muestran su texto principal o exponen la propuesta que hay que defender. En su lugar, utilizan la puerta trasera de la imaginación para influir: cuentan una historia. Su sigilo los hace peligrosos. Apuntan a la creencia del hombre sin alarmar su razón. Pasan de puntillas junto al guardián y dan forma a nuestro sentido innato de las cosas. Actores y actrices altamente capacitados son sus predicadores.

Entonces, cuando nos sentamos y bebemos de la boca de la fuente de Hollywood, un grupo conocido por poner lo oscuro por lo claro y lo claro por lo oscuro, ¿por qué esperamos tan pocas consecuencias? Podemos ser adoctrinados durante horas en lo que el mundo cree, ama y vende, y pensar que salimos ilesos porque “la historia no es real”. Alguien incluso podría decir: “Hoy se ha cumplido en sus oídos esta Escritura: ‘Recogerán serpientes con sus manos; y si beben algún veneno mortal, no les hará daño’”.

Los programas de televisión y las películas son como sermones porque enseñan, ilustran, exhortan y persuaden. Todo según sus convicciones. / Foto: Unsplash

Los mensajes son predecibles:

  • Para ser feliz, debes ser fiel a ti mismo.

  • Acuéstate con quien quieras; vive para lo que quieras; simplemente haz lo que te traiga gozo.

  • El bien y el mal son construcciones sociales. Los villanos son creados por los pecados de otros contra ellos.

  • Los cristianos son realmente las personas menos interesantes y más hipócritas de todo el mundo.

  • No hay demonios, ángeles ni milagros; no hay cielo ni infierno.

  • No hay ningún Dios que venga a juzgar al mundo con justicia.

  • Jesucristo es irrelevante, excepto como palabrota.

“La mundanalidad”, escribe David Wells, “es ese sistema de valores que en cualquier cultura tiene al pecador caído en su centro, que no tiene en cuenta a Dios ni Su Palabra, y que por lo tanto considera el pecado como normal y la rectitud como anormal” (No Place for Truth [Sin lugar para la verdad], 215). ¿No es esta la definición misma de gran parte del entretenimiento actual? Muchas de nuestras películas y programas alimentan la mundanalidad. Proporcionan cobertura a creencias que sitúan al hombre en el centro, valoran el pecado como algo normal y consideran la rectitud como algo cómico u ofensivo.

La mundanalidad es un sistema de valores que centra al hombre caído, ignora a Dios y normaliza el pecado. / Foto: Lightstock

Comedias románticas

O tomemos los mensajes comunes sobre hombres y mujeres. ¿Cuánto tiempo soportarías la compañía de alguien que se sentara a tu lado en el sofá y dijera lo siguiente?

Los hombres son unos completos idiotas. Son irremediables hasta que las mujeres los civilizan. Las mujeres son tan fuertes como los hombres, tan rápidas como los hombres, tan asertivas y tan preparadas para liderar como los hombres, a menudo mejores, de hecho, en ser mejores hombres que los hombres. A pesar de lo que digan los cristianos, el amor es amor, sin importar a quién ames… El pacto matrimonial solo es vinculante mientras sea conveniente… Que las mujeres pasen su vida en casa es una tragedia… La modestia nunca atrae a los hombres… Criar hijos es una de las partes más opresivas de la existencia humana… Eres un completo perdedor si sigues siendo virgen.

Quizás si alguien te habla de ese modo le pidas que se vaya de tu casa, pero ¿te sientas y le das al play, permitiendo que las celebridades más guapas y con mejor voz pasen las dos horas siguientes grabando ingeniosamente el mismo guión en tu corazón sin que te des cuenta? Te sientas a devorar un programa que dura lo que un mes de sermones, que enseña lo contrario de las Escrituras, que te ofrece un mundo y una visión del mundo muy diferentes. Y luego nos preguntamos por qué nuestros matrimonios se parecen extrañamente al mundo, por qué el chico con el que quieres salir se parece poco a Cristo, por qué el afecto de nuestras familias por la eternidad se ha desvanecido, por qué las enseñanzas de la Biblia parecen tan injustas y fuera de lugar, y por qué Cristo y Su reino parecen tan extrañamente distantes e irreales.

Incluso las comedias románticas, que parecen inofensivas a simple vista, pueden distorsionar nuestra visión del amor y la amistad. / Foto: Unsplash

Solteros, ¿están esperando a un cónyuge que les diga: “Tú me completas”? Mujeres, ¿están buscando un marido que sea poco más que su “ayudante”, un apoyo inquebrantable para sus sueños, su carrera, sus metas? ¿Admiran a las mujeres de los programas que presumen de estar liberadas del hogar, libres de las exigencias de los hijos y se burlan de la idea misma de ser sumisas a un marido? Estas mujeres injurian la Palabra de Dios y las llevarían a la ruina si las siguieran (Tit 2:3-5).

Hombres, ¿están siendo formados por representaciones cinematográficas de varones sin carácter, completamente sometidos a sus esposas? ¿O, en un gesto de rebeldía, intentan escapar de esa imagen de pasividad doméstica acudiendo a contenidos donde se exalta a los mujeriegos y delincuentes, quienes, mientras relatan sus vidas marcadas por la promiscuidad, el abandono paternal y la fuerza física, pretenden además enseñarles sobre nobleza y autodisciplina? Estos personajes vacíos solo buscan manipularlos y conducirlos hacia la ruina.

La Biblia, y no el entretenimiento, debe moldear nuestra perspectiva sobre el amor, la amistad y el matrimonio / Foto: Lightstock

Tomates podridos

Creo que podemos aprender de las generaciones pasadas que no se ahogaron en nuestras diversiones. A menudo he desestimado a los predicadores de antaño cuando se lamentaban del teatro. Acusaban a los teatros de corromper la sociedad y exportar el vicio y la irreligión. Cuando los predicadores lanzaban rayos contra los que iban al teatro, yo no hacía más que reírme nerviosamente. Me parecía exagerado.

Sin embargo, quería saber por qué protestaban, así que hace poco leí un tratado contra el teatro escrito por un clérigo en el siglo diecinueve. Según Hiram Mattison (1811-1868), los antiguos moralistas paganos, la iglesia primitiva y la iglesia de tiempos pasados se unieron para protestar contra el teatro como “escuela del vicio”. Afirma sobre el teatro:

A lo largo de su historia, siempre ha sido una institución maligna. Los antiguos moralistas paganos lo condenaron, los primeros escritores cristianos lo condenaron, ¡los escritores y ministros cristianos modernos casi invariablemente lo condenan! ¡Es maligno en su materia misma y maligno en su manera de hacer!

¡Es una escuela de profanidad e irreligión! Es una plaga moral y social dondequiera que se encuentre. Sus actores son generalmente personas de mala reputación, disolutas e inmorales, y sus afinidades son todas para la corrupción. Sus partidarios son en gran medida bebedores, jugadores, libertinos y prostitutas. Nunca se ha sabido que haga ningún bien, mientras que ha arruinado a decenas de miles. Es totalmente incapaz de reformarse o de convertirse en algo mejor que una plaga moral en todas las comunidades en las que se tolera su repugnante existencia.

Y, sin embargo (lo suficiente como para hacer llorar a los ángeles si tuvieran lágrimas que derramar), ¡se encuentran cristianos que profesan serlo y que, por lo tanto, con su presencia y apoyo financiero, patrocinan, respaldan y aprueban esta maldición que deshonra a Dios y destruye el alma!

A menudo, los predicadores de antaño se lamentaban frecuentemente del teatro y de los cristianos que asistían a dichas presentaciones. / Pintura: Thomas Rowlandson

Añade matices, pero su acusación sigue siendo clara. Ahora bien, ir al teatro entonces e ir al cine hoy no son del todo análogos, pero su reproche cae con fuerza sobre gran parte de nuestros servicios de streaming en casa. Mattison acusa a una obra de teatro destacada de su época:

Aparte de la blasfemia que impregna la obra, ¿qué sino maldad puede salir de ella? El vicio es algo agradable. La licenciosidad es encomiable. La verdadera religión está condenada. Todas las buenas acciones las hacen las personas malas, y todas las malas acciones las hacen las personas buenas… Si la labor de Jesús fue ascendente, entonces la labor de esta obra es descendente. Elige qué evangelio abrazarás.

Pocos programas de televisión y películas convencionales escapan al espíritu de esta censura. Recuerda, las malas compañías arruinan la buena moral. Hazte amigo de pandilleros, prostitutas, estafadores, bufones, adúlteros, asesinos, blasfemos y similares, y espera que te cambien para peor. “Solo dales la pantalla”, le dice Satanás a sus demonios. “Veremos cuánto duran”.

Devorándonos a nosotros mismos

Hace poco descubrí que se sabe que las serpientes se matan a sí mismas sin querer. Sucede que, ya sea por confusión, hambre o estrés, la serpiente se traga su propia cola y comienza a subir por su cuerpo hasta que se fatiga y muere. ¿Esto describe a muchos de nosotros? ¿Estamos estresados, infelices, espiritualmente hambrientos, y por eso nos sentamos entumecidos en el sofá, devorando nuestras propias almas con entretenimiento sin sentido?

La cuestión no es no ver nunca una película, un programa o un juego. Una obra de teatro resultó ser dulce para mi alma el año pasado (David de Sight & Sound Theaters). La cuestión es esta: nunca seas desconsiderado con tus entretenimientos. Deja que el mundo apague su cerebro y vuelva a sus historias; tú no puedes. La mayoría de los programas, lo admitimos, probablemente no nos están ayudando mucho a ir al cielo. Las generaciones anteriores de cristianos parecían más conscientes de esto y más implacables contra la mundanalidad. Se preguntaban unos a otros: “¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?” (Stg 4:4).

Cristiano, no permitas que otro te aleje de lo bueno, lo verdadero y lo bello. Elige qué historias abrazarás, en qué evangelio creerás y qué sermones —los de Dios o los del mundo— te moldearán más con el tiempo.


Publicado originalmente en Desiring God.

Greg Morse

Greg Morse es escritor del personal de desiringGod.org y se graduó de Bethlehem College & Seminary. Él y su esposa, Abigail, viven en St. Paul.

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