Hace años un amigo llamado Juan se reunió con un grupo de jóvenes. Él era el único hombre casado en ese entonces, y el resto estaba jugueteando con la pornografía. En un momento de brutal honestidad, uno de ellos le dijo a Juan: «Simplemente no entiendo cómo puedes tener relaciones sexuales con la misma mujer todo el tiempo. Eso parece aburrido».
Sin dudarlo, Juan dijo con una expresión seria en su cara: «No tengo relaciones sexuales con la misma mujer todo el tiempo».
Sus miradas silenciosas pidieron una explicación. Juan explicó que su esposa no era la misma mujer con la que se casó. Ella siempre estaba creciendo y cambiando como mujer, y él siempre estaba creciendo y cambiando como hombre. Ellos no eran las mismas personas que eran cuando se casaron, y tampoco su intimidad sexual. Como el buen vino, ellos y su intimidad habían madurado con el tiempo. El sexo no siempre estaba lleno de llamas de pasión – pero ese no es todo a lo que el sexo está destinado ser.
El sexo se fortalece con el tiempo
Dios creó el sexo para ser un vínculo entre un esposo y una esposa que se fortalece con el tiempo. Las parejas casadas hacen el amor en su luna de miel y después de un aborto involuntario. Ellos hacen el amor para concebir hijos y después de enterrarlos. Hacen el amor cuando sus cuerpos son saludables y durante batallas contra el cáncer. Como marido y mujer se buscan mutuamente a través del servicio íntimo, el sacrificio y la lucha, Dios los bendice de una manera que el mundo nunca puede conocer. Juan explicó a sus amigos que, al descuidar continuamente el buen diseño de Dios para el sexo, sentaban un precedente que daría a lugar destellos de una pasión pecaminosa en lugar de la luz permanente que provee una intimidad duradera. Dios diseñó el sexo para ser mejor disfrutado cuando se basa en algo más que la apariencia o el rendimiento sexual. Él se basa en el amor comprometido que refleja el amor infinito que él tiene por todos los que confían en Cristo. El mundo muestra a la pasión como algo pasajero que va de amante en amante y de fantasía en fantasía. Pero ¿puede este tipo de placer realmente satisfacer? ¿O en realidad lo que hace es profundizar nuestra inconformidad? Quien hace clic en una imagen pornográfica y se detiene, ¿queda satisfecho? Quien fantasea por unos segundos y se detiene, ¿se satisface? La oferta de los placeres mundanos no puede satisfacer un corazón que fue creado para un placer más profundo y duradero. El pecado proporciona el tipo de placer que siente un hombre deshidratado al ver un espejismo de agua. Él se siente estremecido de esperanza, pero al final la decepción solo aumenta el vacío.
Búsqueda de placer
Pero Dios ha diseñado el sexo siendo diferente para un esposo y una esposa. En Proverbios 5:18-19, Salomón les dice a sus hijos: «Sea bendita tu fuente, y regocíjate con la mujer de tu juventud, amante cierva y graciosa gacela; que sus senos te satisfagan en todo tiempo, su amor te embriague para siempre». Dios usa imágenes vívidas para comunicar que tiene la intención de que esposos y esposas disfruten profundamente intimidad entre sí. El sexo es un buen regalo de un Dios bueno que se deleita en nuestro gozo. Eso no significa que el sexo siempre es agradable o fácil entre las parejas casadas. Porque el matrimonio es la unión de personas caídas, siempre cambiantes y en constante crecimiento; podemos esperar que la intimidad sexual tenga días y estaciones dulces y amargas. Eso es parte del sabio diseño de Dios. Él ha llamado al hombre y a la mujer a comprometerse el uno con el otro a hacer el amor durante toda estación de la vida. Las relaciones sexuales en la luna de miel puedes ser maravillosas u horribles. Los tiempos íntimos se comparten al comprar una casa nueva o enterrar a un padre. Es procurado cuando Dios da el regalo del embarazo, y cuando lo retiene.
Dios es mejor que el sexo
Dios ordena las relaciones sexuales para las parejas cuando somos más ricos o más pobres, en la enfermedad y en la salud, cuando la vida es mejor o peor –hasta que la muerte nos separe– porque refleja su amor permanente por nosotros. Descubrimos un placer profundo cuando reímos y lloramos, y oramos y confiamos, y lloramos y lamentamos, y esperamos juntos. Hacer el amor es algo más que placer erótico; es una intimidad entretejida en el alma que se profundiza con el tiempo. Dios diseñó este nivel de intimidad del alma para reflejar el compromiso profundo, íntimo, comprometido, fiel y servicial entre Jesús y su esposa, la iglesia. El objetivo del sexo no es en última instancia solo disfrutar de su cónyuge, sino disfrutar de Dios como el dador de buenos regalos. Dios es mejor que el mejor sexo. Sabemos esto porque por toda la eternidad viviremos en un nuevo cielo y nueva tierra mejor que éste, un mundo en el que no experimentaremos el matrimonio o el sexo como lo hacemos ahora, pero tendremos un placer mejor y duradero con Dios (Mt. 22:30, Sal. 16, Is. 51:11, Ap. 21-22).
A los casados
1. Confíe en Dios cuando la intimidad esté ausente. A veces, la intimidad sexual puede parecer estancada o inexistente. No te rindas. Oren juntos. Ve más allá de la incomodidad y el dolor. Confiesa la amargura. Pídele a Dios que te ayude. Por favor, no me oigas diciendo que si confías en Dios y le obedeces, todas tus luchas sexuales desaparecerán. Eso no es verdad. Lo que estoy diciendo es que el verdadero placer viene de recibir lo que Dios nos ha dado por fe, y confiando en que Él es bueno, y que lo hace para nuestro bien (Sal. 119:68). El verdadero placer no se encuentra finalmente en tener una vida sexual asombrosa, sino en un Dios asombroso. Trae tu satisfacción sexual y tu disfunción sexual a Jesús, porque esa es la meta final de todo: acercarte a Él. 2. La comunicación hace que la intimidad sea más íntima. Simplemente hacer el amor en los días de alegría y tristeza no te acercará a tu cónyuge. La intimidad se cultiva a través de la comunicación. Ten conversaciones frecuentes sobre cómo van las cosas en esta área y del cómo pueden servirse el uno al otro mejor. Hablar honestamente y escucharse el uno a otro sobre los aspectos íntimos es parte del plan de Dios para acercarlos. 3. El placer en el sexo proviene de deleitarse en Dios. Puedes tener el mejor cónyuge del planeta y disfrutar de la vida sexual más satisfactoria imaginable, y aun así permanece este hecho: si nuestros corazones no están satisfechos en Dios, nunca estarán satisfechos. Los cónyuges pueden ser maravillosos ayudantes, pero son salvadores insuficientes. La mejor manera de tener una vida sexual bendecida es deleitarse en el Dios que da el regalo. Jesús es siempre mejor que cualquier regalo que te da, incluyendo el sexo en el matrimonio.
A los solteros
1. No compres placeres falsificados.
Satanás proveerá muchas oportunidades para satisfacer tu frustración sexual. Pero las fugaces llamas de la pornografía o las vacías aventuras amorosas de sexo premarital, solo terminan robando el placer que estás buscando. Me doy cuenta de que es enloquecedor resistir, sobre todo cuando parece no tener fin, pero Dios promete ayudarte. Al aferrarte a Él en la batalla, encontrarás el verdadero placer que el pecado sexual nunca puede proporcionar. 2. Protege tu futuro matrimonio. El matrimonio es suficientemente difícil. Pero si llenas tu corazón de imágenes sexuales y experiencias, añades a ti mismo y a tu futuro cónyuge una dificultad innecesaria. Si Dios te da un cónyuge, esa persona será lo que realmente necesitas. Llenar su corazón con expectativas poco realistas o injustas puede terminar obstaculizando la intimidad que Dios tiene para ti en el futuro. 3. Encuentra el contentamiento en Dios hoy. Recuerda que tu plenitud como persona no depende en ser sexual o románticamente realizado. Jesús nunca fue casado, nunca estuvo involucrado románticamente, y nunca tuvo relaciones sexuales. Sin embargo, Jesús fue el humano más pleno y la persona más completa que haya vivido. Ahora podrías pensar, «Sí, gracias, pero yo no soy Jesús«. Lo entiendo. Pero por favor, escucha esto: el placer sexual a la larga nunca te satisfará. Un cónyuge maravilloso nunca te llenará. Ni el sexo ni el cónyuge pueden hacer lo que solo Dios puede. Busca estar satisfecho en Él, y si Dios te da un cónyuge, serás libre de disfrutarlo o disfrutarla más. Artículo publicado en Desiring God | Traducido por María Andreina.