Dos estrategias para ganar la batalla contra la lujuria

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PRESENTADOR:

Ganar la guerra contra la lujuria es, sin duda, el tema más común de todos los correos electrónicos que recibimos. La pregunta de hoy viene de una oyente anónima. “Hola, pastor John. Soy una estudiante universitaria en Maryland, y me gusta mucho escuchar su podcast. Gracias por el ánimo y la verdad que publica cada semana. Mi pregunta es la siguiente: ¿Cómo exactamente es que una persona transforma su manera de pensar? La Biblia habla de dejar que tu mente sea transformada, pero siento que no es tan fácil como se presenta en las Escrituras. Últimamente, he estado luchando con pensamientos lujuriosos que me hacen sentir muy insegura y culpable. Entonces, ¿cómo puedo lidiar con esto, especialmente en una cultura obsesionada con el sexo? Quiero luchar contra las tentaciones. Cada vez que tengo un pensamiento lujurioso, siento que he defraudado a Dios. ¿Cómo dejo que mi mente sea transformada, como dice la Biblia, para poder ganar esta batalla abrumadora y agotadora?”.

JOHN PIPER:

¿Cómo exactamente es que una persona transforma su manera de pensar? Allí comienza ella. Quiero avanzar desde esa perspectiva. Hay tantos elementos en sus palabras que probablemente no pueda abordarlos todos, pero quisiera presentar a nuestra amiga universitaria de Maryland un sencillo paradigma en dos partes para transformar nuestra manera de pensar. Luego intentaré completarlo con algunos detalles.

Mantente en forma

Usaré la analogía de ponerse en forma o transformarse físicamente para ilustrar cómo podemos transformarnos espiritual o mentalmente para estar en forma. Casi cualquier persona reconocería el sentido común de decir que si quieres estar en forma físicamente, hay dos aspectos en el proceso de transformación. Creo que estos mismos aspectos tienen aplicación en nuestra vida espiritual. Llamémoslos resistencia y recepción.

Cuando hablo de resistencia me refiero al tipo de ejercicios que someten los músculos a un esfuerzo considerable y no natural. Por ejemplo, si quieres que tus bíceps sean más fuertes para poder levantar paquetes más pesados o levantar paquetes ligeros con más facilidad. Subes y bajas una pesa —digamos de diez, quince o veinte libras— y lo haces tantas veces que en la última apenas puedes hacerlo porque la resistencia es muy fuerte contra tu bíceps.

En ese proceso de resistencia, el bíceps, irónicamente, se fortalece. Es curioso que te expongas al ridículo, temblando sin poder levantar la pesa en la repetición número diez o veinte. Pero de esa debilidad, unas semanas después, resulta que el bíceps está más fuerte.

Cuando hablo de recepción, me refiero a recibir alimentos sanos y dormir lo suficiente, así como a un tipo de actividad que no sea tanto de resistencia, sino más bien de recepción de cosas buenas y correctas en el cuerpo.

Así que ahí está la analogía, y puedes trabajar con ella y ver si he entendido bien el aspecto físico, porque no sé mucho de eso. Pero me parece que funciona.

Haz retroceder la oscuridad

Ahora apliquemos esto a la condición espiritual y mental considerando cómo la Biblia enseña que ocurre la transformación del creyente. Por supuesto, la resistencia y la recepción no son secuenciales. La transformación no sucede porque unos días haces resistencia y otros días te alimentas. No, es simultáneo, al mismo tiempo.

En primer lugar, está el principio bíblico de la resistencia. Santiago 4:7 dice: “Resistan… al diablo y huirá de ustedes”. Pablo dice en Romanos 8:13: “si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne, vivirán”. Así que matamos pecados específicos atacándolos con resistencia letal.

Santiago 1:3 dice: “la prueba de su fe produce paciencia”. Así que la prueba de la fe corresponde a la resistencia de la pesa en tu bíceps. Cuando una tentación o un sufrimiento llegan a tu vida y amenazan con vencerte y arruinar tu fe y tu santidad, tienes que aferrarte a una promesa de Dios y empujar con todas tus fuerzas contra la duda y la incredulidad que surgen mientras confías en la promesa de Dios.

Así que empuja contra la oscuridad que te invade, así como empujas en el suelo cuando haces flexiones. ¿Por qué? Porque esto produce firmeza o resistencia. Esto significa que esas pruebas, esas presiones de incredulidad y tentación, esas pruebas que tienen que ser resistidas por la fe, resultan en dos cosas.

Primero: estas pruebas nos capacitan para resistir mayores pruebas, mayores tentaciones y mayores sufrimientos en el futuro.

Segundo: estas pruebas nos permiten superar con relativa facilidad todas las pruebas en las que antes caíamos, de modo que no nos vemos sumergidos en una crisis cada vez que nos encontramos con alguna tentación sexual.

La regla de los cinco segundos

Ahora, todo esto se aplica a la lujuria y a la tentación sexual porque esos son pensamientos y pruebas que tenemos que resistir. Tenemos que aferrarnos a una promesa de Cristo, creerla, y luego usarla para empujar —empujar activamente— el pensamiento fuera de nuestras mentes.

Decimos: “¡No, no, no!”. Y yo también hago esto. No estoy bromeando. Cuando un pensamiento lujurioso o alguna imagen viene a tu mente, tienes unos cinco segundos para decidir si vas a dejar que se apodere de ti o si vas a empujarlo diciendo: “No. Te vas de aquí. En el nombre de Jesús, ¡te vas de aquí!”.

Debes dirigir tu atención a alguna promesa superior: “Jesús es mejor. Jesús es suficiente. Él lo dijo. Te vas de aquí”. Y sigues empujando hasta que desaparece.

Así que eso es lo que entiendo por resistencia: la primera mitad de la transformación. Quiero animarte a que aunque al principio se sienta o suene agotador, realmente produce un fruto pacífico de justicia. Lee Hebreos 12 y verás lo que quiero decir.

Corriendo con el tanque vacío

Ahora, aquí está la segunda mitad. Lo anterior fue solo la primera mitad, y demasiados cristianos tratan de resolver los problemas de sus tentaciones y derrotas solo con esa mitad, con la resistencia de la santificación. No funcionará. A la larga, simplemente no funcionará.

Permíteme explicar lo que quiero decir cuando hablo de la recepción. Pablo dice en 2 Corintios 3:18: “todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”. Observa que esto viene del Señor, el Espíritu. Nosotros somos receptores. Esta es la recepción.

Fijamos nuestra mirada en la gloria del Señor, y lo hacemos principalmente en la Palabra. Nos detenemos en las dulces y hermosas descripciones de la persona y la obra de Jesucristo. Marinamos nuestras mentes por la fe en la olla de cocción lenta de la Palabra de Dios. Fijamos nuestros ojos, los ojos de nuestro corazón, en Jesús.

Cuanto más recibamos en nuestros corazones la belleza de Cristo a través de los ojos del corazón mientras leemos y meditamos, más poseeremos Sus deseos, preferencias y convicciones. Seremos transformados al recibir.

Oh, ¡qué dulce es tener esa transformación receptiva para ni siquiera acercarnos a las trampas del diablo!

Nuevas criaturas

Aquí hay otro pasaje en el cual podemos meditar. Colosenses 3:10 nos recuerda que en Jesús somos nuevas criaturas, tenemos un nuevo yo. Pero debemos revestirnos del nuevo yo. Es decir, recibir el nuevo yo, ponérnoslo como un abrigo, recibirlo conscientemente.

Pero hay una frase en Colosenses 3:10 que nos indica cómo sucede. Dice: “se han vestido del nuevo hombre” —y aquí viene la frase— “el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de Aquel que lo creó”. Entonces, la transformación de la mente, los deseos y los pensamientos del nuevo yo ocurre en el “conocimiento”.

Es como si dijéramos: “Mira a Jesús más y más, entonces tus pensamientos y sentimientos serán cambiados. Experimentarás tu novedad”.

Nuevo conocimiento

El último pasaje que mencionaré, que se relaciona con la novedad a través de contemplar a Cristo o a través de renovar el conocimiento es 1 Tesalonicenses 4:3-5. Estos versículos se relacionan específicamente con la tentación sexual. Pablo dice lo siguiente: “esta es la voluntad de Dios: su santificación; es decir, que se abstengan de inmoralidad sexual; que cada uno de ustedes sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor” —y aquí viene la clave— “no en pasión degradante, como los gentiles que no conocen a Dios”.

Observa dónde pone Pablo la culpa de que la pasión sexual tome el control de nuestras vidas y las arruine. Dice que la pasión, esa pasión pecaminosa, gobierna en las personas que no conocen. Igual que Colosenses 3:10, ellos no conocen. Como en 2 Corintios 3:18, no ven, no meditan, no conocen, no absorben, no reciben el conocimiento de Dios.

En otras palabras, no han sido renovados en el conocimiento. No han puesto sus mentes a contemplar la gloria de Jesús día y noche para que lleguen a ser como lo que admiran. Están en las garras de su pasión pecaminosa porque no han sido transformados al revestirse del nuevo yo, no han renovado su conocimiento.

Ese es el patrón bíblico de transformar nuestras mentes y nuestros corazones para que seamos menos vulnerables a la tentación sexual. Es tanto la resistencia contra la incredulidad, la tentación, la duda y Satanás, como la recepción dulce y agradable, a través de la Palabra de Dios, de la hermosura, la belleza y la grandeza de Jesús. Tanto la resistencia como la recepción, con el tiempo, transforman nuestros corazones y nuestras mentes.


Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/two-strategies-to-win-the-war-on-lust

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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