Este año decidimos celebrar el Día de la Reforma desde un ángulo diferente, escribiendo sobre una de sus mujeres más notables de esa época: Catalina de Bora (en alemán, Katharina von Bora), la esposa de Martín Lutero.
Sabemos mucho sobre Lutero, pero poco acerca de ella, y lo que conocemos es a través de las cartas de su esposo. Katharina nació en una familia noble, aunque pobre. Su madre murió cuando ella tenía apenas seis años, y fue enviada a un claustro benedictino, donde pasó 20 años como monja. A pesar del voto que había tomado, ella y otras 11 monjas contactaron a Lutero para pedirle ayuda para escapar. Finalmente, lograron huir escondiéndose en un carro de pescado.
Matrimonio con Lutero
Como Lutero se sentía responsable por haberlas ayudado a escapar, quería protegerlas. La costumbre era encontrar cristianos con quienes pudieran casarse, en caso de que no tuvieran una familia a la que regresar. Katharina, como una ezer (palabra que significa fortaleza), demostró esa misma fuerza y confianza en su manera de vivir como mujer.
Aunque un hombre se enamoró de ella, este cedió a la presión de su familia, que le impedía casarse con Katharina por ser pobre y haber pasado ya el “tiempo ideal” para casarse. Él finalmente se desposó con una mujer más joven y rica. Katharina, sin embargo, mostró su independencia al rechazar a los pretendientes que Lutero y su amigo von Amsdorf le presentaban, afirmando que solo se casaría con uno de ellos. Así, dejó en claro su espíritu fuerte, valiente, independiente y seguro de sí misma.
Es interesante saber que, en la época medieval, aunque el concubinato era común entre los sacerdotes en Alemania, los matrimonios entre exmonjas y exsacerdotes no eran aceptados. Se consideraban actos de adulterio contra Dios o de incesto espiritual, ya que eran vistos como uniones entre hermanos espirituales. Además, el teólogo católico, Erasmo, predijo que de estas uniones nacería el anticristo.
Lutero se mostraba reacio a casarse, pues había sido declarado proscrito imperial en la Dieta de Worms, lo que significaba que cualquiera podía matarlo legalmente, lo que podría significar dejar una viuda y huérfanos. Sin embargo, en 1525, en medio de tiempos tumultuosos en Alemania, se casaron. Lutero tenía 41 años y Katharina, 26. Como consecuencia, ella tuvo que soportar peligros, ridiculización pública y difamación durante toda su vida.
La gran labor de Katharina en el hogar
Tuvieron seis hijos, aunque dos de sus hijas murieron: una antes de cumplir un año y otra a los 13 años. Además, criaron a cuatro huérfanos, incluyendo al sobrino de Katharina y seis hijos de la hermana de Lutero. También alojaban a estudiantes en su casa para mejorar la situación financiera de la familia.
Recibían un flujo constante de visitantes, convirtiendo su hogar en un modelo de las futuras casas pastorales. Estas se transformaron en la piedra angular de la cultura protestante, al ser espacios de reunión, conversación, entretenimiento y formación espiritual.
El trabajo de Katharina era arduo y sin tiempo libre para la reflexión o la escritura. Tenía que levantarse temprano por la carga de trabajo, y Lutero la llamaba cariñosamente “la estrella de la mañana de Wittenberg”.
Demostró su creatividad e inteligencia al hacerse cargo de las finanzas, llevar una casa muy ocupada, cuidar el jardín, criar ganado y así permitir que Lutero pudiera enseñar y predicar unos 150 sermones al año. Como pilar de su familia y apoyo fundamental para su esposo, Katharina realizó una enorme contribución a la Reforma, aunque siempre desde las sombras.
Para Katharina no había distinción entre la vida espiritual y la vida cotidiana. Su objetivo era vivir el evangelio y demostrar que las enseñanzas de su esposo podían transformar vidas. Aunque Lutero no la veía como compañera en el ministerio o en la predicación pública, sí la consideraba una igual “en Cristo”. Para él, la vocación de madre tenía el mismo valor que la de obispos o apóstoles.
El aporte de Katharina a la Reforma
A pesar de sus personalidades fuertes, su relación fue respetuosa, amorosa y compasiva. Antes de morir, Lutero reconoció las dificultades que su familia enfrentaría tras su partida y dejó como heredera principal a Katharina, para que se convirtiera en la cabeza del hogar. Esto fue un acto radical para su tiempo, ya que las viudas no solían tener autoridad sobre los bienes ni sobre sus hijos. Tras la muerte de Lutero, Katharina tuvo que pedir ayuda a sus benefactores y murió seis años después, a causa de una caída.
La influencia de Katharina no surgió de un deseo de poder, sino del amor y la amistad. Como una verdadera ezer k’enegdo (ayuda idónea), fue un apoyo indispensable para su esposo, dejando un legado para todas nosotras. Su papel fue crucial en la vida de Lutero, especialmente en temas de matrimonio, amor, familia y roles de género. La influencia que ejerció sobre Lutero moldeó su teología y contribuyó a desarrollar nuevas perspectivas sobre la dignidad y las responsabilidades de las mujeres.
Katharina brindó un maravilloso ejemplo de lo que significa ser una mujer dedicada a Dios, no necesariamente enclaustrada en un convento, sino sirviendo con entrega a su esposo, a su familia y a la iglesia. Sentó un precedente para la vida familiar protestante y el matrimonio clerical, modelando la vocación de una mujer cristiana como esposa y madre al lado de su esposo, donde encontró verdadera satisfacción.
Al reflexionar sobre su vida, recuerdo a la mujer de Proverbios 31: fuerte, valiente, independiente, incansable, inteligente y fiel a Dios, a su esposo y a su familia en el día a día. Katharina no solo aprendió teología, sino que la vivió. Espero que podamos imitarla como ella imitó a Cristo (1Co 11:1).