Nota editorial: Este artículo pertenece a una serie titulada Proyecto Reforma, 31 publicaciones de personajes que fueron instrumentos de Dios durante la Reforma Protestante. Puedes leer todos los artículos aquí
En una fría tarde de abril, doce monjas entraron silenciosamente a un vagón de peces y esperaron a que el concejal Leonard Koppe comenzara a conducir, contando los tensos minutos para que su vocación monástica terminara para siempre. Estas mujeres que salieron ilegalmente del convento de Nimbshe, Alemania (en una fuga planeada por Martin Lutero), se arriesgaron a ser castigadas como criminales en caso de ser atrapadas y se enfrentaban a un futuro incierto si salían de ahí exitosamente. Todas ellas dependían por completo de la voluntad de su familia para recibirlas como fugitivas de regreso a sus hogares. Las monjas cuyas familias se negaban a aceptarlas tendrían entonces que acudir al matrimonio o algún tipo de empleo femenino que les permitiera solventarse economicamente. Katharina von Bora, una de esas monjas, no encontró útil ninguna de estas opciones, y después de dos fracasadas propuestas de matrimonio, Lutero se sintió responsable de ella, una ex monja. La combatiente Katharina finalmente insistió en que solo se casaría con Lutero o con su amigo Nicolás von Amsdorf. Aparentemente, Lutero aceptó el desafío o se casó con la monja fugitiva el 13 de junio de 1525
La esposa del pastor
El matrimonio con Lutero fue un paso social para Katharina, quien nació en el seno de una familia noble y de ascendencia real. Además, la catapultó al escándalo público. Incluso, ¡Erasmo de Rotterdam incluso predijo que la unión resultaría en el nacimiento del Anticristo! A pesar del tumultuoso ambiente por su controvertido matrimonio, la lealtad demostró ser afectuoso, amoroso, fructífero, fiel y duradero. La pareja se mudó a su nuevo hogar, apodado “El Claustro Negro” y Katharina se convirtió en la pionera del “nuevo” llamado que había estado ausente durante la Edad Media: la esposa del pastor. En la mañana después de su boda, Katharina inició su nuevo llamado al servir el desayuno a unos pocos amigos que habían asistido a su boda la noche anterior. El rol de Katharina como esposa del famoso reformador, madre de seis hijos biológicos y varios adoptados, y administradora de su casa pastoral (otra innovación de la Reforma) y de la propiedad, se convirtió en un modelo para las esposas de los pastores protestantes de la época. Los reformadores establecieron firmemente este rol como uno de alto llamado vocacional con fundamento teológico y bíblico, y dio una nueva dignidad a las mujeres cristianas al incluir trabajo doméstico en el ministerio del evangelio, transformando así el ideal de la mujer cristiana de su antiguo ideal medieval (es decir, ser monja)
Dios en cada actividad
Para Katharina, este llamado implicó cuidar a Lutero, apoyar su trabajo y viajes, alimentar a sus hijos y una gran variedad de actividades que implicaba la parroquia. Ella remodeló el antiguo monasterio Agustiniano que les sirvió por casa, hospedó a los huéspedes que permanecían en sus cuarenta habitaciones, sirvió comidas a treinta o cuarenta personas regularmente y preparó banquetes para más de un centenar, y creó una hogar auto sustentable al comprar y cultivar el suelo para jardines, huertas y animales a fin de proveer alimento para la familia y los huéspedes, además de preparar pan, queso y cerveza. De acuerdo con la opinión de los reformadores de que toda la vida es espiritual, Katharina no distinguió entre tareas “prácticas” y “espirituales”, pero encontró combustible para su trabajo diario en que servía a Dios en todas sus tareas. Su compromiso teológico estaba limitado a su participación en las “charlas de la mesa” que los Luteros organizaban en su casa. Katharina conocía suficiente Latin y las Escrituras para participar en los tensos debates durante la cena, hábito que Lutero aparentemente fomentaba.
“Me aferraré a Cristo”
En 1542, Katharina y Lutero lloraron el fallecimiento de su hija de trece años, Magdalena, de quien Lutero escribió “Mi esposa y yo solo debemos dar gracias a Dios con alegría por la partida feliz y el final tan bendecido [para Magdalena]” … pero la fuerza de nuestro amor natural es tan grande que no podemos hacer esto sin llorar y afligir nuestros corazones o incluso sin experimentar la muerte nosotros mismos” … Incluso, la muerte de Cristo… es incapaz de quitarnos este dolor totalmente, como debería.” Este dolor solo podría ser comparado con el dolor de Katharina al lamentar la muerte de su esposo en 1546, que describió en una de sus pocas cartas sobrevivientes: En realidad, estoy demasiado triste que no puedo expresar el dolor de mi corazón a ninguna persona y no sé ni cómo estoy ni cómo me siento. No puedo comer, ni beber, ni dormir. Si tuviera un imperio no me sentiría igual de mal si lo hubiera perdido, como ahora que nuestro amado Señor me quitó, y no solamente a mí, sino a todo el mundo, a este hombre tan digno y querido. Katharina pasó el resto de sus días buscando ayuda de los antiguos colaboradores de Lutero a fin de mantener su casa y sus hijos hasta su muerte en diciembre de 1552 al caer de un vagón. En su lecho de muerte proclamó “Me aferraré a Cristo como una planta de espinas a un abrigo”