Falso amor, falsa guerra

¿Por qué tantos hombres son adictos la pornografía en internet y a los video juegos?
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Seguro conoces al tipo del cual estoy hablando. Él pasa horas y horas durante la noche jugando video juegos y buscando material pornográfico en el internet. Él teme ser un perdedor. Pero en verdad, no tiene idea de cuán perdedor es. Desde hace algún tiempo, diversos estudios nos han demostrado que tanto la pornografía como los juegos pueden convertirse en compulsivos y adictivos. Lo que no reconocemos con demasiada frecuencia es, sin embargo, por qué. En su libro, The Demise of GuysWhy Boys Are Struggling and What We Can Do About It [El fin de los varonespor qué los chicos están luchando y qué podemos hacer sobre eso], los psicólogos Philip Zimbardo y Nikita Duncan dicen que podemos perder una generación completa de hombres debido a las adicciones a la pornografía y a los video juegos. Su preocupación no es por moralidad, sino por la naturaleza de estas adicciones que están remodelando el patrón de deseos necesarios para vivir en comunidad.

Una búsqueda mortal por algo nuevo y diferente

Si eres adicto a la azúcar, al tequila o a la heroína, siempre querrás más y más de estas sustancias. Sin embargo, la pornografía y los video juegos están basados en la novedad, o sea en la búsqueda de nuevas y diferentes experiencias. Por esa razón, sería difícil encontrar un hombre adicto a una única imagen pornográfica. Él se encuentra atrapado en un caleidoscopio de constante expansión. Existe una diferencia clave entre la pornografía y los video juegos. La pornografía no puede ser consumida en moderación, porque ella es, por definición, inmoral. Un video juego puede ser una diversión inofensiva, si está dentro del marco de una baja línea de competición atlética. Sin embargo, lo compulsivo del juego comparte un elemento clave con la pornografía: ambos estimulan algo, ese algo que los hombres anhelan. La pornografía promete orgasmos sin intimidad. Los videos de guerra prometen adrenalina sin riesgo. La excitación que provocan es tan atractiva que es, en última instancia, totalmente espiritual.

El buen impulso para el éxtasis y el valor

Satanás no es un creador, sino un plagiador. Su poder es parasitario, encajado en buenos impulsos y dirigidos hacia su propio propósito. Dios pretende que un hombre pueda sentir lo bueno de la sexualidad, en la unión con su esposa dada por Dios. Y el hombre está llamado a, cuando sea necesario, luchar por su familia, su gente y por los débiles y vulnerables que están siendo oprimidos. El impulso que lleva al éxtasis del amor justo y al valor de una guerra justa son cuestiones que tienen que ver con el evangelio. La unión sexual es una representación del misterio cósmico de la unión entre Cristo y Su iglesia. El llamado a pelear se basa en un Dios que protege a Su pueblo, al Pastor Cristo, que arrebata sus ovejas de las mandíbulas de los lobos. Cuando esos impulsos están dirigidos hacia la ilusión de novedades que constantemente se expanden, entonces se mata el gozo. La búsqueda de una compañera está bien, pero las bendiciones no estaban en presentar un desfile de novedades delante de Adán. Sino en encontrar a alguien idónea para él, y vivir entonces con ella, con la misión de cultivar la próxima generación. Cuando sea necesario está bien pelear. Pero las guerras de Dios no son novelas eternas. Terminan en una cena, en una perpetua paz. Más aun, estas adicciones fomentan los aparentes vicios opuestos de pasividad e híper agresión. El adicto a la pornografía se convierte en un lascivo perdedor, con una unión carnal suplantada en el aislamiento de la masturbación. El adicto a los video juegos se convierte en un pugilista cobarde, con un coraje para proteger al otro, suplantado por una agresión, en la cual no hay riesgo de perder la vida. En ambos casos, se busca la sensación de ser un amante o un peleador real, pero mediante la ventilación de las glándulas reproductivas o suprarrenales sobre imágenes pixeladas, sin carne ni sangre, por la cual ser responsable.

Ataca la estimulación con estimulación

Zimbardo y Duncan tienen razón: esta es una generación atascada en el lodo del falso amor y la falsa guerra, lo cual es peligroso. Un hombre que aprende a cómo ser un amante mediante la pornografía, amará simultáneamente a todos y a nadie. Un hombre obsesionado con juegos violentos puede aprender a pelear contra todos y contra nadie. La respuesta a ambas adicciones está en atacar la estimulación con estimulación. Expón la visión del evangelio de un Cristo que ama a su novia y pelea para salvarla. Y entonces entrenemos a nuestros jóvenes a seguir a Cristo, por medio del aprendizaje de cómo amar a una mujer verdadera, algunas veces peleando contra sus propios deseos y contra otros seres espirituales que desean eliminarlo. Vamos a enseñarle a nuestros hombres a hacer el amor y a hacer guerra… pero de verdad.

Russell D. Moore

Russell D. Moore es el presidente de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa de la Convención Bautista del Sur en los Estados Unidos.

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