Hola, soy Wendy Bello y con mucho gusto te invito a acompañarme en otro episodio del podcast sobre el libro de Ester que estamos desarrollando aquí en las Iniciativas Femeninas de Soldados de Jesucristo. El pasaje de hoy comienza en el versículo 10 del capítulo 7 y concluye en el versículo 6 del capítulo 8.   Antes de seguir adelante, oremos juntas.  Padre, gracias por tu Palabra que es viva, eficaz y que penetra nuestra alma. Gracias por la bendición de tenerla y poder estudiarla. Te rogamos que hoy abras nuestros ojos para que podamos ver las maravillas que ahí tú nos revelas. Danos entendimiento mediante tu Espíritu Santo para conocer la verdad, para conocerte mejor a ti, Su autor. Te pedimos también que obres en nuestros corazones para no solo escuchar la enseñanza sino atesorarla y vivirla. Padre, que tu Palabra hoy cumpla el propósito para el cual ha sido enviada. En el nombre de Jesús oramos, amén.   Leamos entonces Ester desde el 7:10 hasta el 8:6. Estamos usando la LBLA.   El pasaje que hoy nos ocupa, encierra parte del clímax de la historia de Ester y de su primo Mardoqueo. Si recuerdas, en los versículos que preceden, el plan maquiavélico de Amán contra Ester, Mardoqueo y los judíos, quedó al descubierto durante la cena que la reina había preparado. La horca que originalmente Amán mandó a construir para asesinar a Mardoqueo, ahora se convertía en el medio de su propia muerte, por mandato del rey.   El versículo 10 dice que así se aplacó el furor del rey. Pero algo más fue satisfecho ese día, ¿sabes qué? La justicia de Dios. El mal nunca quedará impune, ya sea que lo veamos durante nuestra vida en este mundo o no. Dios ha prometido justicia, y él es fiel.   Sí, por momentos pareciera que la injusticia y el mal están ganando la batalla, por momentos pareciera que quedan impunes, pero la Palabra de Dios nos recuerda que el Señor es un Dios justo. Sal. 7:11 nos dice: «Dios es juez justo, y un Dios que se indigna cada día contra el impío».  En Romanos 12 el apóstol Pablo nos exhorta de esta manera: «Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor».  Ese pasaje de Pablo cita un versículo del Antiguo Testamento, en Deut. 32:35, donde dice «Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo el pie de ellos resbalará, porque el día de su calamidad está cerca, ya se apresura lo que les está preparado.» El Señor hace justicia, él se encarga de poner todo en su lugar. En su justicia, Él obra la venganza a favor de los suyos.   Amiga que me escuchas, no nos toca a nosotras tomar la justicia por su mano, no nos corresponde buscar venganza. ¡Al contrario! Si leemos el pasaje que sigue en Rom. 12:20, encontramos una exhortación contracultural: «Pero si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber, porque haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal». Esto es el evangelio, esta es la vida en el Reino. Nuestra parte es ser contracultura, es vencer el bien con el mal y descansar en la certeza de que tenemos un Dios justo que, en su momento, obrará la justicia, tal y como hizo con el malvado Amán.   Sigamos adelante entonces con la historia. En el versículo 1 del capítulo 8 se nos dice que ese día lo que pertenecía a Amán fue entregado a la reina Ester. Era costumbre en esas culturas entregar las propiedades de los criminales a la corona. Además, el anillo que antes el rey había puesto en manos de Amán, como leímos en el capítulo 3, ahora pasaba a Mardoqueo quien quedó encargado de la casa de Amán, es decir de sus propiedades. Parece irónico, ¿verdad? Una vez más se manifiesta la justicia de Dios, ahora a favor de Ester y, especialmente, de Mardoqueo.   Como ya sabemos, el nombre de Dios no se menciona en la historia ni una sola vez, pero su presencia es innegable. Ester y Mardoqueo son judíos, son representantes del pueblo de Dios, pueblo al que Él había prometido su fidelidad, y nuevamente lo demostraba. Lo que en un momento les fue quitado, la afrenta que parecía inminente por el edicto que se había proclamado en contra de los judíos, ahora quedaba aplastada por intervención divina, usando a Ester como instrumento clave para cambiar algo que parecía imposible: el edicto del rey.   Cuando leemos los versículos del 3 al 6 encontramos a Ester intercediendo de nuevo a favor de su pueblo, ya no era solo cuestión de salvarse a sí misma o de salvar a su primo, ¡todo el pueblo estaba en juego! Esta actitud de Ester nos inspira. Ella demostró ser una reina que amaba a su pueblo. Nuevamente se había atrevido a presentarse ante el rey, sin ser llamada. El versículo 4 nos indica que el rey extendió su cetro hacia ella en señal de misericordia y aceptación.  En el versículo 5 leemos: «Si le place al rey, y si he hallado gracia delante de él, si el asunto le parece bien al rey y yo soy grata ante sus ojos, que se escriba para revocar las cartas concebidas por Amán, hijo de Hamedata, agagueo, las cuales escribió para destruir a los judíos que están en todas las provincias del rey». Las leyes de los persas establecían que los edictos no podían revocarse, de manera que era necesario que se escribiera un edicto nuevo que pudiera usarse para contrarrestar el anterior.  Y así sucede, como se narra en el resto del capítulo.   Por un momento las circunstancias de Ester, Mardoqueo y los judíos no lucían nada esperanzadoras, ¡al contrario! Por un momento parecía que el mal vencería, que la injusticia saldría triunfante y que Dios se había olvidado de ellos. ¡Pero ya sabemos el final! Dios no se olvida de los suyos, y su carácter es justo, por lo que ejecuta justicia siempre, y es fiel a sí mismo. Lo que prometió a su pueblo, lo cumplirá.  Ahora, en Cristo, y a través de la cruz, judíos y gentiles somos un mismo pueblo.   Así como sucedió en aquel momento de la historia, también en nuestra vida la providencia de Dios actúa constantemente, incluso cuando no nos damos cuenta. Él nos ha prometido que cada cosa obrará para el bien de los suyos, como leemos en Romanos 8:28 «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito». No quiere decir que serán situaciones agradables, ni siquiera buenas en algunos casos porque si lees más adelante en ese capítulo de Romanos verás que Pablo menciona circunstancias difíciles; habla de hambre, de tribulación, de peligro, de persecución ¡y hasta de muerte! Todas posibles en la vida de un cristiano. Pero el pasaje sí dice que ninguna circunstancia nos podrá separar de Dios, y que Él las usará para nuestro bien.   Leer este pasaje nos recuerda que la historia de Ester es parte de la gran historia de la Biblia. Si el plan de Amán hubiera triunfado, el pueblo judío hubiera sido erradicado, y la promesa de un Salvador proveniente del linaje de Abraham no se hubiera cumplido. ¡Pero Dios es fiel! Y, en su providencia, toda una serie de eventos en esta historia se combinan para obrar a favor de su pueblo, preservarlo en medio de circunstancias muy adversas, y así continuar con el desarrollo del plan redentor que llegaría hasta Cristo.   Quiero terminar recordando lo que escribió el profeta Isaías y que hoy tenemos en el capítulo 11 de su libro: «Y brotará un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto. Y reposará sobre Él el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Señor. Se deleitará en el temor del Señor, y no juzgará por lo que vean sus ojos, ni sentenciará por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará al pobre con justicia, y fallará con equidad por los afligidos de la tierra; herirá la tierra con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios matará al impío. La justicia será ceñidor de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura.»  Ese es Cristo, y esta es nuestra esperanza. Nada se escapa a nuestro Dios. Esta historia es Su historia, y Él está al tanto de todos los detalles. El mal que hoy vemos rampante en este mundo también tendrá un final. Cristo, el Rey, reinará para siempre con justicia y fidelidad. En esa esperanza tú y yo podemos descansar. Nuestro Dios es justo y fiel.   Ha sido un placer compartir contigo hoy el estudio de la Palabra de Dios. Que el Señor nos ayude a guardarla en nuestro corazón.   Este podcast sobre el libro de Ester llega a ti por cortesía de las Iniciativas Femeninas del ministerio Soldados de Jesucristo.   Descargar Guia

Wendy Bello

Wendy Bello

Wendy Bello es de origen cubano pero radica en los Estados Unidos. Es una activa conferencista y maestra de la Biblia; autora de varios libros, entre ellos, Más allá de mi lista de oración, Digno, Un corazón nuevo y Una mujer sabia. Colabora en el ministerio de mujeres de su iglesia local y también con otros ministerios como Lifeway Mujeres, Coalición por el Evangelio y Aviva Nuestros Corazones. Wendy está casada con Abel y tienen dos hijos. Ella cuenta con una Maestría en Estudios Teológicos de Southern Baptist Theological Seminary. Puedes encontrarla en wendybello.com o en las redes como @wendybelloblog

Artículos por categoría

Artículos relacionados

Artículos por autor

Artículos del mismo autor

Artículos recientes

Te recomendamos estos artículos

Siempre en contacto

Recursos en tu correo electrónico

¿Quieres recibir todo el contenido de Volvamos al evangelio en tu correo electrónico y enterarte de los proyectos en los que estamos trabajando?

.