Entiende la disciplina del Señor como Su entrenamiento para los hijos a quienes Él ama profundamente

¿Te has desanimado por tu progreso hacia la pureza sexual?
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Si confías en Jesucristo como tu única esperanza delante de un Dios santo, entonces eres hijo de Dios. Esta es tu identidad principal. A pensar de tus fallas, Dios no te ve sucio sino limpio; no te ve miserable sino amado. Ni tu vergüenza ni tu pecado sexual te definen. Solían definirte, pero ya no. “Pero fueron lavados, pero fueron santificados, pero fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co 6:11). Ahora eres hijo del Dios viviente (Ro 9:26). Al ser adoptados como hijos e hijas, Dios se convierte en nuestro Padre. Y, ya que Dios es un buen Padre, Él disciplina a los que ama. Esto debe darnos esperanza. El autor de Hebreos, citando Proverbios 3, escribe sobre esto a un grupo de cristianos con luchas. Puede sonarnos raro, pero el autor quería que los cristianos viéramos las buenas nuevas que supone la disciplina celestial: Además, han olvidado la exhortación que como a hijos se les dirige: “Hijo Mío, no tengas en poco la disciplina del Señor, Ni te desanimes al ser reprendido por Él. Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo”. Es para su corrección que sufren. Dios los trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si están sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces son hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero Él nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad. Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza. Sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, después les da fruto apacible de justicia (He 12:5–11). Esta es una cita larga, así que vuelve a leerla si la leíste superficialmente la primera vez. El punto del autor de Hebreos es sencillo: cuando somos amonestados por Dios, debemos regocijarnos. ¿Por qué? Porque Su amonestación significa que nos ama y que nos trata como a hijos. Por nosotros mismos nunca tomaríamos el pecado con la suficiente seriedad. Lo desestimaríamos con excusas superficiales y continuaríamos nuestra vida como si nada. Somos buenos seguidores de nuestro padre Adán: “La mujer que Tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Gn 3:12). Dios nos ama tanto que toma en serio cuando le echamos la culpa a alguien más. Simplemente no nos suelta. Él nos busca. “Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’” (Gn 3:9). Es fácil desanimarnos por todo el pecado y las luchas en nuestras vidas. Este libro probablemente te ha mostrado aspectos de tu pecado que no sabías que existían, tal como la luz del sol nos permite ver partículas de polvo en un aire que pensábamos ser limpio. No pierdas la esperanza. Aunque venga el desánimo, no debe ser nuestro único sentimiento, ni siquiera el predominante. Cuando mis hijos aprendieron a caminar, a menudo se caían. Todos los niños que aprenden a caminar se caen; viene con el paquete. Cada uno de esos primeros pasos los llena de deleite. Se ríen hasta cuando se tropiezan y se caen porque saben que están aprendiendo a caminar y que su padre los anima. Se deleitan en lo que aprenden.

Preguntas de diagnóstico

  1. ¿Cómo es o fue tu relación con tu padre? En tu infancia, ¿te disciplinó con amor? Si no, ¿qué obstáculos creó esto para ti mientras leías Hebreos 12 y pensabas en un amoroso Padre celestial?
  2. ¿Te has desanimado por tu progreso hacia la pureza sexual?
  3. ¿Hay amargura en tu corazón por alguna vez cuando te descubrieron en pecado? Si es así, ¿has considerado que probablemente fue el amor de Dios lo que permitió que te descubrieran?

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Benjamin Vrbicek

Benjamin Vrbicek y su esposa Brooke tienen seis hijos. Posee una licenciatura en ingeniería mecánica y aeroespacial por la Universidad de Missouri y una maestría en divinidad del seminario Covenant Theological Seminary en St. Louis, Missouri. Es pastor de enseñanza en la iglesia Community Evangelical Free Church en Harrisburg, Pennsylvania. Es autor y coautor de varios libros y blogs.

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