Aunque el título de este libro claramente se enfoca en el ministerio pastoral de la consejería, no tengo dudas que los principios que comunica son útiles para cualquier cristiano que concienzudamente busca animar con palabras a otros hermanos en necesidad. Por lo tanto, me permito expresar que todos los que lean este libro serán beneficiados por las directrices comunicadas en sus páginas. Por mucho tiempo fui reacio a la idea de la “consejería pastoral” como si fuera algo que involucraba asuntos de psicología o meras herramientas humanas para suplantar el poder del consejo de Dios a través de su Palabra. Hasta que leí El pastor y la consejería. El libro se encuentra permeado de la Palabra de Dios que es la autoridad máxima que consolida la verdadera suficiencia para aconsejar a los seres humanos. Si eres un hombre o mujer de la Palabra, te encantará la manera en que el libro introduce el asunto: “El verdadero poder de la consejería es Jesucristo. Tu confianza [para aconsejar] no está en alguna técnica de consejería súper desarrollada, ni siquiera en ti mismo, sino en el poder de Dios para cambiar a las personas. La verdadera confianza tiene sus raíces en el poder transformador de vidas de las buenas nuevas de Jesucristo” (p. 22). También se puede entender de entrada lo que necesitamos tener en mente para llevar a cabo la consejería: 1. Jesucristo es el medio para el cambio: una relación con él es vital. 2. Jesucristo es el objetivo del cambio: su carácter es el modelo de madurez (p. 23). Aconsejar, en su forma más simple, es una persona que busca caminar junto a otra que ha perdido su camino… puedes aconsejar si de todo corazón te apropias de la Palabra de Dios (p. 24). El libro se encuentra dividido en tres partes, una conclusión y cuatro apéndices muy útiles:
Primera parte: concepto
Esta sección del libro se enfoca en recalcar que un pastor trabaja para su gente, sus ovejas. Esto es fundamental ya que apacentar las ovejas es su tarea principal (Jn. 21:15-19) y porque “amar a Jesús implica cuidar a aquellos que son suyos. Y cuidar a aquellos que son suyos significará la muerte” (p. 30). Todo gira en torno a esta idea ya que “el Nuevo Testamento trata sobre la naturaleza personal del ministerio pastoral… que implica (1) identificarse con las debilidades y pecados de las personas, (2) hablar con Dios en nombre de las personas, y (3) hablar a las personas en el nombre de Dios” (p. 33). Dentro de este concepto se nos recuerda que la superficialidad en el trato de la gente es un elemento que prueba que el pastor posee un trato superficial con Dios, que no agoniza por otras personas. También en esta primera sección se plantean los objetivos iniciales de la consejería; por ejemplo, identificar el problema a tratar ya que “la consejería está por naturaleza orientada a los problemas” (p. 42). Luego se busca que la persona vea la importancia del evangelio. Finalmente, la sección termina haciendo un énfasis en la necesidad de aprender a seguir tres pasos inevitables para la buena consejería: escuchar, examinar y hablar. En ese orden.
Segunda parte: proceso
Quizá sea esta le sección “práctica” en el sentido que nos comunica la dinámica de la consejería, donde se establece el vínculo inicial con el aconsejado teniendo en cuenta “cuatro objetivos principales de la consejería pastoral: confianza, misericordia, amor y respeto. Estos son los cuatro fundamentos básicos de cualquier consejería” (p. 69). A partir de esto se puede ofrecer esperanza y establecer expectativas. Se nos recuerda en este proceso que “los pastores deben pensar fundamentalmente en la consejería no como un intento de solucionar los problemas, sino como un intento de reorientar la adoración a las cosas creadas hacia el Creador por medio del evangelio de Jesucristo” (p. 89). La última parte de esta segunda sección es la que tiene que ver con la reunión final donde básicamente se nos instruye en cómo saber cuándo terminar el proceso de consejería, lo cual no implica abandono inmediato de supervisión pastoral del aconsejado. Algo interesante en este punto es que finalizar el proceso puede significar que tienes que “trasladar el asunto a alguien capaz de hacer más de lo que tú has hecho hasta ahora” (p. 108). Pero en pocas palabras el pastor puede celebrar las evidencias de la gracia de Dios en la vida de los creyentes aconsejados, de estar presentes estos cambios. Así, los pastores pueden confiar en que los medios ordinarios de la gracia de Dios continuarán obrando, es decir “ministerios públicos, personales y privados de la Palabra de Dios” (p. 115).
Tercera parte: contexto
En esta vital sección del libro, los autores han sabido orientar la consejería como un asunto que no está aislado de la vida de la iglesia, remarcando que una cultura de discipulado es importante que se asimile conscientemente para que el pastor nunca olvide que jamás debe trabajar solo. En este sentido, “Una cultura de discipulado significa que los miembros no tienen que pedir permiso para amarse mutuamente. Es una cultura de iglesia en la que es normal que los miembros tomen la iniciativa para amarse y hacerse bien espiritual los unos a los otros. Esa cultura de iglesia no es un programa, sino algo que fluye en el alma de la iglesia” (p. 126). Tres expectativas de discipulado conforman el desarrollo de lo dicho anteriormente: membresía (relevancia de comprender la pertenencia a un cuerpo local de creyentes); equipamiento (instruir bíblicamente a los miembros para que puedan discipular); conexión (que los miembros, siendo instruidos puedan tender la mano a otro miembro de la congregación para aconsejarlo). “Invertir deliberadamente en miembros de la iglesia y entrenarlos, puede ayudar a disipar miedos y a desarrollar confianza” (p. 135). La sección finaliza dándonos orientación hacia los “cuándo, cómo y quién” de la ayuda paraeclesiástica (fuera de la iglesia) y que incluye la medicina o consejería profesional, de manera cuidadosa y puntual.
Conclusión
Los autores concluyen: “La consejería es una herramienta –solo por mencionar un ministerio de la Palabra entre otros– para ayudar a otra persona a vivir la fe en el Señor Jesucristo de todo corazón… [el pastor] no puede resolver cada aspecto de cada problema de las personas, pero sí que podrá mostrar a la gente cómo caminar con fe en Cristo” (p.152). A manera de conclusión personal puedo decir que lo que me fascinó del libro es que se ha escrito algo que está al alcance de toda la iglesia, un recurso bíblicamente centrado y equilibrado y que contiene lo básico y fundamental no solamente para los pastores sino para toda una congregación que desea servirse mutuamente por amor a Cristo. Confío en que la lectura consciente de este libro aportará grandes beneficios y madurez personal y colectiva. Adquiere el libro «El Pastor y la Consejería» en Amazon.