¿Eres un pastor que lastima a su gente? Seis preguntas de diagnóstico

En la medida en que seamos capaces, como administradores de la autoridad de Dios, debemos imitar Su amor y cuidar del rebaño.
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Hace poco hablé por teléfono con un amigo. Llamémosle Tim.

Tim me contó una triste historia. Había servido como pastor asociado de un pastor principal que había actuado de forma muy poco ética, hiriendo profundamente a Tim y a su familia. Me habló de los llantos, las enfermedades físicas debidas al estrés, la pérdida de amigos íntimos y, finalmente, la decisión de marcharse.

Tim se puso en contacto conmigo después de escuchar un podcast en el que mi esposa y yo hablábamos de cuando un pastor te hace daño. Tim no fue el único que se puso en contacto con nosotros. Desde que publicamos el podcast, Christa y yo hemos tenido noticias de varias personas que se tambalean por el dolor de las malas decisiones o el comportamiento egocéntrico de un pastor.

Ojalá no fuera cierto, pero lo es: a veces los pastores hacen daño a la gente.

Como pastor, me acuerdo de decisiones que tomé que fueron insensibles e hirientes. Por supuesto, toda relación implica desacuerdos, decepciones, malentendidos y heridas. No es solo cosa de pastores. Es algo humano.

El carácter de un pastor nunca debe juzgarse por lo “agradable” que sea. El propio apóstol Pablo relata una “visita dolorosa” que tuvo con la iglesia de Corinto. En una carta de seguimiento, utilizó un sarcasmo punzante (“¡Perdónenme este agravio!”), y advirtió: “Me temo que cuando venga no me gustará lo que encuentre, y a ustedes no les gustará mi respuesta” (2Co 12:20). El ministerio pastoral puede irritar tanto como aliviar, sobre todo porque los pastores están llamados a amonestar, reprender y exhortar (2Ti 4:2).

Pero este no es el tipo de daño que me preocupa. Me refiero al tipo de daño que un pastor causa cuando actúa de manera que no edifica el cuerpo de Cristo. De hecho, creo que es así cómo se produce la mayor parte del daño: no cuando un pastor conspira deliberadamente para hacer sufrir a su iglesia, sino cuando ocupa su corazón con preocupaciones e intereses distintos de su relación personal con Cristo y de la tarea central de cuidar del rebaño de Cristo.

Pastor, ¿es posible que estés haciendo daño a la gente? He aquí algunas preguntas de diagnóstico a considerar.

Lamentablemente, algunos pastores en el ministerio maltratan al rebaño que Dios les ha confiado cuidar. / Foto: Getty Images

1. ¿Estoy impulsado por la preocupación de demostrar lo que valgo, o el valor de mi iglesia o mi movimiento?

En mi opinión, los pastores lastiman a las personas cuando priorizan el prestigio de su reputación, el crecimiento de su iglesia o la solidez de su movimiento sobre el honor de Cristo y la salud espiritual de sus miembros. Sutilmente, empiezan a promover una determinada cultura eclesiástica (ya sea tradicional o informal, alegre o sombría), una determinada tendencia ideológica (ya sea conservadora o progresista), o simplemente a sí mismos.

Casi imperceptiblemente, el centro de gravedad del ministerio se aleja de Jesús y se desplaza hacia algo relacionado con nosotros mismos, nuestra iglesia o nuestro movimiento.

Si tus sermones semanales son otra oportunidad para demostrar tus habilidades homiléticas (en lugar de alimentar al rebaño), te costará aceptar los comentarios críticos de los demás. Si te gusta ser conocido como un líder sabio, te costará oír que has tomado una decisión errónea. Si te apasiona luchar con uñas y dientes en primera línea de las batallas doctrinales, te costará admitir lo bueno de otros movimientos que quizá no pongan los puntos sobre las íes como tú.

Si tu iglesia está creciendo en número y vitalidad, puedes obsesionarte con continuar este crecimiento y por lo tanto justificar palabras y acciones basadas en lo que parece ser el resultado neto positivo. La justificación puede sonar piadosa: “¡Mira lo que Dios está haciendo!”, pero el mensaje de fondo es: “¡Mira lo que yo estoy haciendo!”.

Por el contrario, si tu iglesia está disminuyendo en número y vitalidad, puedes fácilmente preocuparte por tratar de validar tus decisiones y tu persona, a pesar de esta falta de crecimiento. “Puede que no seamos grandes”, dices, “pero al menos estamos haciendo las cosas de la manera correcta”. O, “puede que esos otros pastores tengan muchos seguidores, pero no encontrarás un pastor que te quiera más que yo”.

Sin duda, una congregación en rápida expansión o en rápida disminución son aguas difíciles de navegar para un pastor. Pero en este punto, Pablo ofrece el ejemplo adecuado: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por amor de Jesús” (2Co 4:5).

Los pastores lastiman a las personas cuando priorizan el prestigio de su reputación, el crecimiento de su iglesia o la solidez de su movimiento sobre el honor de Cristo. / Foto: Getty Images

2. ¿Hay personas a mi alrededor que se sienten libres de estar en desacuerdo conmigo?

Si tu respuesta a esta pregunta es “sí”, probablemente también debas considerar si puedes señalar algún ejemplo específico en el que te hayas sometido a la decisión de otros o hayas cambiado de rumbo basándote en comentarios sabios, aun cuando no hubiera sido tu preferencia. Si has reprimido a los que están en desacuerdo, probablemente estés perjudicando a la gente.

3. ¿Me siento intimidado por la popularidad de otros miembros del personal o colegas pastores?

Esta pregunta puede ayudarte a calibrar hasta qué punto te preocupa demasiado predicarte a ti mismo o simplemente predicar a Cristo. También en este punto, Pablo es instructivo porque traza el hilo entre regocijarse cada vez que se predica a Cristo (Fil 1:15-19) y estar dispuesto a llamar la atención a los predicadores populares que estaban tergiversando el mensaje y perjudicando a la iglesia (2Co 11:5).

El punto aquí no es que los pastores deban estar dispuestos, por principio de abnegación, a ceder influencia a quien sea popular. De hecho, debería ser lo suficientemente humilde y valiente como para reprender la tendencia divisiva de la gente a unirse en torno a su “predicador famoso”. Aun así, un pastor debe alegrarse del ministerio de cualquiera que pueda ayudar genuinamente a la iglesia a avanzar en la semejanza de Cristo. “Yo planté, Apolos regó”, escribe Pablo, “pero Dios ha dado el crecimiento. Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento” (1Co 3:6-7).

En vez de sentirse amenazado, un pastor debe alegrarse del ministerio de cualquiera que pueda ayudar genuinamente a la iglesia a avanzar en la semejanza de Cristo. / Foto: Tab1962, en Canva

4. ¿Desestimo los comentarios negativos basándome en la persona que los da? ¿O estoy dispuesto a reconocer la verdad dondequiera que se encuentre?

Tendemos a reunirnos con personas que comparten nuestros objetivos y valores. Pero algunos de los comentarios más perspicaces pueden provenir de personas a las que no les interesamos ni nosotros ni nuestros métodos. Negarse a aceptar las opiniones de los demás supone admitir que somos parciales y mantiene nuestros puntos ciegos.

Como regla general, queremos ser influenciados por personas llenas del Espíritu, pero Dios puede usar a cualquiera para enseñarnos. Utilizó un burro para reprender a Balaam. ¿No podría usar a un miembro descontento de la iglesia que va para decirte algo que realmente necesitas saber sobre tu estilo de liderazgo?

5. ¿Estoy resentido con los miembros que abandonan mi iglesia y con las iglesias a las que eligen asistir?

Admitámoslo: duele ver que los miembros de la iglesia se van. Pero con ese dolor viene el peligro de que el resentimiento se acumule. No solo te sientes triste de que se hayan ido, sino que también lo tomas como una afrenta personal a tu liderazgo, predicación, y tal vez a toda tu persona.

Cuando esto sucede, tu tendencia puede ser crear una narrativa sobre esa persona. La querías, pero te rechazó. Ahora están en un mal camino, y debes advertir a los demás del camino en el que están.

Cuando un pastor siente resentimiento por los miembros de la iglesia que se van, a menudo perjudica a los que se quedan. / Foto: Getty Images

Es cierto que hay casos en los que los miembros de la iglesia se van porque están persuadidos por ideas falsas sobre ti o la iglesia. En estas situaciones, puede que necesites advertir a otros sobre el camino que esa persona ha elegido. Esto sucede y es correcto sentirse triste por ello. Sin embargo, también hay razones válidas por las que alguien puede elegir unirse a una congregación diferente. Independientemente de las razones por las que se fueron, albergar resentimiento hacia ellos nunca está justificado.

Cuando un pastor siente resentimiento por los miembros de la iglesia que se van, a menudo perjudica a los que se quedan tratando de construir muros más altos alrededor de la iglesia para mantener a la gente dentro. En lugar de instarles a no dejar a Jesús, su verdadera súplica es que no se vayan de esa iglesia en particular.

6. ¿Soy consciente del uso que hago de mi autoridad pastoral?

Si eres un millenial como yo, o más joven, entonces puede que te sientas incómodo con la idea de la autoridad pastoral. Tal vez incluso sugieras que sería mejor pensar menos en ello.

Sin embargo, he aprendido que es peligroso que los pastores ignoren la naturaleza y el peso de su autoridad. Calcular mal tu autoridad pastoral es como conducir un autobús escolar como si fuera un Honda Civic. Se pueden causar graves daños.

La cuestión no es si tenemos autoridad. La tenemos. La cuestión es cómo usamos esa autoridad. Consideremos de nuevo el ejemplo de Pablo: “Escribo estas cosas estando ausente, a fin de que cuando esté presente no tenga que usar de severidad según la autoridad que el Señor me dio para edificación y no para destrucción” (2Co 13:10).

Aquí aprendemos que toda autoridad deriva del Señor; ningún pastor tiene autoridad por sí mismo. También aprendemos aquí que el propósito de la autoridad es “edificación, no destrucción”. El objetivo nunca es ser “duro”. El único uso legítimo de la autoridad pastoral, por lo tanto, es edificar a la iglesia, preferiblemente con mansedumbre. Solo ante la obstinación, Pablo recurre a regañadientes a argumentos más contundentes. Pero incluso entonces, el objetivo último sigue siendo coherente: su crecimiento espiritual, tal como expresa en su carta a los Gálatas, donde desea que Cristo sea formado en ellos (Ga 4:19).

Cuidar de la iglesia de Cristo

Todos los pastores decepcionan e incluso hacen daño a la gente. Solo hay un Pastor perfecto que nunca decepciona. Y, sin embargo, en la medida en que seamos capaces como administradores de la autoridad de Dios, debemos imitar Su amor y cuidar del rebaño.


Publicado originalmente en 9Marks.

Jonathan Threlfall

Jonathan Threlfall es el pastor principal de la Iglesia Bautista de la Trinidad en Concord, New Hampshire.

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