Qué bendición es tener acceso a tantos libros excelentes acerca de la crianza de los hijos. Desde la concepción hasta el nido vacío, desde los niños de carácter fuerte hasta los pródigos rebeldes, desde la alegría de dar la bienvenida a un hijo hasta el duelo por perderlo, hay un libro que nos puede guiar y ayudar. Y estoy verdaderamente agradecido por ello.
Sin embargo, creo que muchos padres no leen el libro sobre la crianza que podría hacer la mayor diferencia en sus vidas y en sus familias. Muchos ignoran el libro de crianza que Dios ha puesto justo delante de ellos. Es el “libro” que se está escribiendo en las vidas de los miembros de su iglesia local.
Cuando mis hijos eran pequeños, me encantaba leer un buen libro para padres. Leí casi todos los famosos y muchos de los menos conocidos. Aprendí cómo pastorear e instruir el corazón de un hijo, cómo el evangelio es el combustible de nuestra crianza, cómo tener “la conversación” con nuestros hijos, y así sucesivamente. Le saqué mucho provecho a cada uno de ellos. Siempre había algo que aprender y algún área de debilidad en la cual trabajar.
Pero no podía librarme de este pensamiento: en realidad no conozco a ninguno de estos autores. Solo sé lo que ellos dicen de sí mismos en sus libros. No sé en realidad cómo practicaron estas cosas en sus hogares. No sé qué piensan sus hijos acerca de ellos. No sé si ganaron o perdieron los corazones de sus hijos, si sus técnicas los llevaron a grandes éxitos o al fracaso total.
Pero sabía que es mucho más difícil ser hipócrita en un contexto en el que te ven y te conocen. Es mucho más difícil fingir, tener una gran disparidad entre lo que enseñas y lo que vives, o entre lo que dices que es verdad acerca de tu familia y lo que realmente es verdad. En la iglesia local muestras quién eres en realidad, qué crees en realidad y cómo vives en realidad.

Así que decidí que sería sabio comprometerme a leer el “libro” que veía cada domingo, el que tenía ante mis ojos. En él pude ver a padres que amaban a sus hijos (y que eran amados por sus hijos) y pedirles su consejo. Aquí pude ver a padres cuyos hijos estarían orgullosos de llamarlos “mis padres” y a quienes quería imitar. Aquí pude ver una verdadera aplicación de los principios de las Escrituras. Entendí que sería una tontería dedicar tiempo a un libro cuando podría pasar tiempo con una familia, sería necio al pasar tiempo con un extraño cuando podría ser mentoreado por un amigo.
Mis palabras de ánimo para padres jóvenes hoy es que hagan lo mismo. No ignores los “libros” formados por vidas humanas en favor de libros de papel. Deja que las personas en tu vida e iglesia sean lo principal y que los libros de papel sean un suplemento.

Con este fin en mente, déjame ofrecerte algunos consejos.
Primero, no te dejes impresionar fácilmente por personas cuyos hijos todavía son jóvenes. Muchas veces sucede que los niños más obedientes se convierten en los hijos adultos más rebeldes. Es fácil controlar a los pequeños y forzarlos a hacer tu voluntad. Es mucho más difícil hacerlo a medida que van creciendo y que tienen vidas más independientes. De modo que busca a padres cuyos hijos sean mayores y que, idealmente, sean maduros e independientes.
Segundo, busca en tu iglesia a personas cuyos hijos de más edad vivan de la manera en que quisieras ver a tus hijos viviendo algún día. Busca a hijos mayores de quienes dirías: “Si este fuera mi hijo, estaría orgulloso”. Luego ve donde sus padres y diles algo parecido a esto: “Quiero que un día mis hijos lleguen a ser como tus hijos. ¿Podríamos pasar tiempo juntos para que me enseñes cómo hacerlo?”. Si te sientes particularmente humilde, podrías decir: “Si me ven criando de una forma que consideren antibíblica o poco sabia, apreciaría que hablaran conmigo al respecto”.

Tercero, sé consciente de que hay personas cuyos egos están muy ligados a sus hijos. Hay muchos padres que necesitan desesperadamente ser vistos como padres buenos y exitosos, pues su identidad la define el éxito de su crianza. Es mejor buscar a personas que no se presenten a sí mismas como autoridades en la crianza, sino que simplemente lo hagan con excelencia.
Cuarto, al hablar con padres ejemplares, también habla con sus hijos ejemplares. Pregúntales qué creen que sus padres hicieron bien. Pregúntales qué han aprendido de su madre y de su padre. Pregúntales en qué formas piensan imitar a sus padres.
Finalmente, no caigas en la trampa de pensar que el consejo de padres mayores (que criaron a sus hijos muchos años atrás y en un contexto cultural diferente) ya no es valioso. Es natural que te sientas más conectado a personas cuyas vidas sean similares a la tuya y cuyos hijos sean de la misma edad que los tuyos. Pero no confundas la confianza juvenil con la sabiduría experimentada. No pienses que el éxito aparente en las edades tempranas garantiza un buen resultado en etapas futuras. Job no se equivocó cuando dijo: “En los ancianos está la sabiduría, y en largura de días el entendimiento” (Job 12:12).
Publicado originalmente en Challies.